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¿Por qué a veces se nos duerme una mano o un pie y cuál es la forma más rápida de que se te pase?

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No sabes muy bien por qué ni en qué situaciones concretas, pero seguro que alguna vez se te ha “dormido” una parte del cuerpo, ya sean dedos, manos, pies o extremidades al completo. Hecho, cuanto menos, curioso: por una parte, parece que a tu cuerpo le “cuesta” hacer caso cuando se le “ordena” un movimiento que implica esa zona. Por otra, aparece una sensación similar a que tropecientas hormigas estuvieran desfilando por sus alrededores. ¿Por qué pasa esto? Puede haber distintas causas, de diferente gravedad; pero la más habitual es haber mantenido una posición prolongada que presione un nervio o dificulte la circulación.

En situaciones normales, al tocar una superficie, los receptores del tacto de la piel se excitan y envían una señal que recorre un nervio en dirección a la médula espinal. Desde esta, la información va hacia el cerebro, se integra, se interpreta y se produce la percepción del tacto. 

“Si este camino está alterado en cualquiera de sus puntos del recorrido, la información no llega, no se integra o no se interpreta, dando lugar a la sensación de falta de tacto”, explica a Maldita Ciencia María Hernández, neuróloga y maldita que nos ha prestado sus superpoderes. “Cuando una zona del cuerpo ‘se nos duerme’, lo que ocurre es que nuestro cerebro no recibe o no procesa correctamente la información relativa al tacto o al dolor proveniente de la zona que no notamos correctamente”, añade. 

Con respecto al hormigueo, según José Ángel Morales, doctor en neurobiología en la facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid y maldito que también nos ha prestado sus superpoderes, este se produce porque estamos sufriendo una pérdida de sensibilidad en la zona donde, o por pinzamiento del nervio o por problema circulatorio, los impulsos nerviosos y el oxígeno no están llegando correctamente. “Eso hace que la comunicación con la mano, o la pierna o la extremidad que sufre adormecimiento no sea continua y aparece esa sensación de hormigueo”, detalla Morales.

En palabras de Hernández, la causa más habitual de que esto ocurra es haber mantenido una misma posición (sentarnos con las piernas cruzadas, leer en la cama sujetando el libro con las manos y manteniendo los codos doblados...) en la que se comprime un nervio específico durante un tiempo prolongado. Esto altera (disminuye) su velocidad de conducción.

Para recuperar la sensibilidad si la razón es postural, la recomendación de Morales es abandonar la postura que está provocando esa sensación, y empezar a mover despacito las extremidades o el cuerpo poco a poco. De esta forma, facilitaremos que la circulación y la comunicación nerviosa vuelvan a la zona afectada y se recupere la normalidad.

Más allá de la anécdota, hay situaciones en que una pérdida de sensibilidad puede ser síntoma de una situación más grave. En casos crónicos, de días o meses, lo recomendable es consultar a un profesional sanitario. “Esto podría ser consecuencia de una compresión desde las raíces nerviosas, cerca de la columna, hasta zonas más distales. Es decir, podría existir una compresión nerviosa en cualquiera de los lugares por los que discurren los nervios”, explica a Maldita Ciencia Juan José de la Fuente, médico del Servicio de Urgencias del Hospital Comarcal Valle de los Pedroches (Córdoba). En muchos de estos casos, añade, puede ser necesaria una intervención quirúrgica para recuperar la funcionalidad de la parte afectada. 

Además, advierte de que, en caso de que ocurra de manera aguda y afecte a la mitad de nuestro cuerpo (lado derecho o izquierdo), a algún miembro (ya sea superior o inferior) o a un lado de la cara, puede que la causa sea un cuadro potencialmente grave, como puede ser un accidente cerebrovascular o ictus, una alteración brusca de la circulación cerebral que incide en el funcionamiento de una parte de nuestro cuerpo, según el área afectada. Otras posibles causas podrían ser una hernia discal, o por problemas circulatorios.

En este artículo han colaborado con sus superpoderes la neuróloga María Hernández y el neurobiólogo José Ángel Morales.

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Primera fecha de publicación de este artículo: 15/03/2021

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