Ser influencer o creador de contenido se ha convertido en la profesión soñada de muchos jóvenes en nuestro país: al 36% de los adolescentes españoles le gustaría dedicarse a trabajos relacionados con la creación de contenido en Internet, según datos del informe El ocio digital de la población adolescente, de la Fundación FAD Juventud. La gran mayoría sigue a cuentas de influencers que hablan de belleza, moda o estilo de vida, que son los perfiles con más seguidores en nuestro país, y que se convierten, en ocasiones, en sus referentes.
Sin embargo, existen riesgos asociados a que los jóvenes vean y consuman siempre el mismo tipo de perfiles, según indican las expertas consultadas a Maldita.es. Esta exposición puede favorecer que los jóvenes se queden “atrapados” en una serie de “cánones inalcanzables” y que estos acaben volviéndose “una gran carga de malestar, depresión, presión social y sufrimiento”. Para evitarlo, apelan a la responsabilidad de quienes crean estos contenidos y a la necesidad de consumirlos con distancia y una mirada crítica.
Los ‘influencers’ proyectan en los jóvenes una idea de éxito: algo que muchos persiguen, sueñan y desean
España alcanzó en 2022 más de 40 millones de usuarios activos en redes sociales. El 25,1% de los que tenían entre 16 y 64 años afirmaba seguir a cuentas de influencers y expertos, según los datos recogidos por el portal Kolsquare. Una cifra que aumentaba en el caso de la generación Alfa (los nacidos de 2010 en adelante): el 80% sigue a influencers en Instagram, TikTok o Youtube. Los perfiles más seguidos son aquellos centrados en la moda, belleza o estilo de vida: hablan de sus restaurantes favoritos, de sus últimas compras o de sus próximos viajes.
Este tipo de perfiles, que muestran cuerpos y cánones de belleza normativos y vidas ideales, llaman la atención –en términos psicológicos o psicosociales– porque despiertan en los usuarios “los estímulos y sensaciones de todo aquello que quieren conseguir”, según explica a Maldita.es la psicóloga social Andrea Velandia. Para Gabriela Paoli, psicóloga experta en el entorno digital, esto es un problema, ya que la mayoría de influencers acaba transmitiendo una especie de “vida irreal” en la que todo es perfecto: “Tienen dinero, fama, pareja y pueden viajar por todo el mundo”.
Estos contenidos impactan directamente en los jóvenes y adolescentes. Paoli señala que no hay que olvidar que los jóvenes buscan su identidad entre los 16 y los 24 años: muchos saben qué es lo que le gusta y tienen un criterio marcado, pero otros están en plena experimentación, buscando qué les representa o cómo definirse y se guían por este tipo de perfiles. Además, también entra en juego el sentimiento de pertenencia al grupo: “Muchos de ellos acaban consumiendo lo mismo que sus amigos para, así, pertenecer a su grupo e identificarse con él”.
Los influencers acaban proyectando en los jóvenes una idea de éxito, explica Paoli, porque para ellos son “ideales”, es decir, lo que mucha gente persigue, sueña y desea. “Marcan estilos de vida, ideas de éxito, de popularidad, fama y dinero con un aparente coste muy bajo y fácil”, señala. Los jóvenes, por lo tanto, conciben poco esfuerzo y dedicación por parte de los influencers, pero unos resultados muy grandes o voluminosos. Eso promueve que quieran ser como ellos.
No diferenciar entre lo real y lo ficticio acaba teniendo un “efecto negativo” en los usuarios
Un estudio de la Universidad de Salamanca, sobre la creación y reproducción del ideal de belleza femenino, señala que las cuentas de influencers/instagrammers más populares “perpetúan el ideal de belleza tradicional (vinculado a la hipersexualización corporal o rasgos caucásicos, entre otros elementos) y pueden influir en la imagen física que proyectan sus seguidores”. Otro estudio, elaborado por los investigadores David Schweidel y Morgan Ward, señala que cuando los usuarios están expuestos a contenidos que se muestran “perfectos o ideales” los usuarios tienden a compararse con ellos, sintiéndose “carentes, envidiosos y, a menudo, inadecuados de alguna manera”.
¿Cómo nos repercute entonces que nos vendan constantemente una vida fantástica, perfecta, irreal? Velandia responde de forma tajante: “Tendrá un efecto negativo. No poder discernir entre lo que es real y lo que es ficticio acabará impactando en el desarrollo de los usuarios, sobre todo en el de los más pequeños”. Un niño o un adolescente no siempre es capaz de establecer la diferencia. Eso hará, dice la experta, que lo que vean en redes se convierta en lo normativo o en la meta a alcanzar.
Eso implica, dice Paoli, que se generen una serie de hábitos: “Muchos jóvenes se quedan atrapados en cánones inalcanzables que terminan volviéndose una gran carga de malestar, depresión, presión social y sufrimiento”. Esto puede derivar, explica Paoli, en un vacío existencial que les lleve a profundas depresiones o estados de ansiedad.
Esta idealización no afecta solo a los adolescentes, también al resto de usuarios
Si no se trabaja que las personas entiendan que la vida que vemos a través de redes sociales “no es tan perfecta”, lo que ocurrirá, dice Velandia, es que los adolescentes o jóvenes no tendrán un lugar para la frustración, la angustia o la ansiedad. “Tienen que entender que no todo en la vida tiene porqué funcionar perfectamente. Tienen que comprender que la tristeza es una opción y una emoción que tenemos que vivir y que también nos enseña y que puede tener cosas positivas”, señala.
Además, la experta resalta que en muchas ocasiones los influencers envían mensajes cargados de emoción que buscan transmitir la sensación de que si trabajas duro vas a conseguir siempre lo que te propongas: “Realmente sabemos que muchas veces, por muy duro que trabajemos, hay cosas que no están a nuestro alcance y que no podemos conseguir porque no dependen de nosotros”.
Para la psicóloga Andrea Velandia estas cuentas no solo reproducen vidas ficticias, sino que además le dan “demasiado valor” a la felicidad, una sensación que conciben como la “única” posible. “La felicidad no siempre está ahí y no es lo único que vamos a sentir. Sentiremos tristeza, frustración… A veces la vida se construye también de esos momentos”, resalta. Este tipo de contenidos, señala, tienen un mayor impacto en etapas de desarrollo, pero puede tener también efecto en personas adultas: “Les afectará en términos de no haber conseguido algo. Como, por ejemplo, tener una casa, un coche, hijo o un perro a los 40”. Se comparan con los influencers, ven que no lo tienen y se acaban frustrando, pero por su edad, dice Velandia, tendrán más recursos para manejar esa frustración que un niño o un adolescente.
¿Cómo conseguir que este tipo de contenidos no nos afecten? Distancia y una mirada crítica
Andrea Velandia incide en que aquellos influencers que tienen mayor visibilidad y notoriedad en redes deberían ser conscientes de la responsabilidad que tienen a través de su perfil: “Estamos acostumbrados a que sea el consumidor quien tenga que discernir, pero se nos olvida que son las agencias o influencers quienes tienen que dejar de reproducir estereotipos negativos, heteronormativos, tienen que dejar de reproducir estilos de vidas irreales, de hablar de felicidad que no existe”. Para Paoli deben ser ellos, los creadores, quienes le cuenten a sus seguidores qué es real y qué no, para que, en un futuro, puedan tener herramientas que les permitan diferenciar.
Ambas expertas hacen hincapié en que todo lo que vemos en redes sociales “no es real”. Debemos distanciarnos de vez en cuando, hacer un “detox digital” para tomar distancia, explica Paoli: “Tenemos que aprender a convivir con la tecnología, las redes y los influencers. Pero, sobre todo, es fundamental tener una mirada crítica frente a lo que consumimos en redes sociales”.
En definitiva, ambas instan a los jóvenes a “no dejarse arrastrar” por la corriente y a que analicen, cuestionen y decidan de forma saludable y beneficiosa lo que consumen en redes sociales.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes la maldita Andrea Velandia, psicóloga.
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Primera fecha de publicación de este artículo: 20/04/2023