Si has estado pegada a la actualidad, habrás estado al tanto del vertido de pellets de plástico que ha afectado a playas del norte de España o a otras playas afectadas por estos microplásticos. Aprovechando esta circunstancia, hemos dedicado un consultorio de Maldito Clima a hablar largo y tendido sobre la contaminación por plástico: cómo se clasifica, de qué manera entra en el cuerpo humano, cómo afecta a los animales y cuánto tiempo tardan en degradarse los residuos de este material.
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Qué se considera macro, micro y nanoplásticos
Es común escuchar la palabra “microplásticos” para hablar de la contaminación que produce este material. Pero existen varios tipos de residuos plásticos según su tamaño. La clasificación es la siguiente:
Macroplásticos: plásticos de más de cinco milímetros de tamaño, como la basura que hay en muchas playas. Son fáciles de ver para la vista humana.
Microplásticos: los que miden entre 5 mm y una micra (0,001 mm). Algunos aún son perceptibles a la vista, como los pellets de plástico, pero otros son inferiores a un pelo (57 micrómetros).
Nanoplásticos: fragmentos diminutos, en el rango de los nanómetros o los micrómetros, que no se pueden percibir por el ojo humano.
En algunos casos se añaden dos categoría intermedias: los mesoplásticos, que están entre los macro y los microplásticos, con entre 25 y 5 milímetros de tamaño; y el matiz entre microplásticos grandes (de 5 a 1 mm) y microplásticos pequeños (de 1 mm a 1 micra).
La clasificación por tamaños de los plásticos no está estandarizada a nivel global, pero las instituciones científicas y ambientales, como el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente o la Comisión Europea tienen valores muy parecidos sobre lo que se considera un macro, meso, micro o nanoplástico.
¿Con qué alimentos ingerimos más plástico?
Los microplásticos entran en el cuerpo humano, principalmente, por la respiración y la ingesta de alimentos: se estima que los humanos consumen entre 39.000 y 52.000 partículas de microplástico anualmente, y esta cifra aumenta hasta las 74.000-120.000 al sumar el microplástico inhalado. No es posible elegir qué aire respirar, pero sí podemos tomar decisiones sobre nuestra alimentación.
Un trabajo publicado en 2019 identificó las principales fuentes de microplástico inhalado e ingerido por humanos estudiando una dieta típica de Estados Unidos. De mayor a menor contenido en microplásticos serían: el marisco, el agua embotellada, el azúcar, el agua de grifo, el alcohol, la sal y la miel, según este estudio.
Otra revisión de estudios publicada en 2022 también señala el azúcar, el agua embotellada, el alcohol y el agua de grifo como alimentos con microplásticos. En este otro trabajo, dentro de los líquidos, presentan un orden de cuáles tienen más microplásticos: el agua embotellada, con 97,37 partículas por litro; seguido del alcohol, con 32,27 partículas por litro; y el agua de grifo, con 4,23 partículas por litro. Como comparativa, en el aire inhalado hay 0,0098 partículas por litro (9,80 partículas por metro cúbico), una cantidad bastante menor.
La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, siglas en inglés) publicó en 2016 una revisión de estudios sobre la presencia de micro y nanoplásticos en la alimentación. Los alimentos que destacó fueron el pescado, el marisco, la miel, la cerveza y la sal, aunque no los ordenó según su mayor o menor presencia de plástico, sino que describió aquellos alimentos donde otros estudios habían detectado la presencia de microplásticos. El motivo es que son magnitudes difíciles de comparar. Por ejemplo, en el pescado a la venta en Portugal, se han encontrado 1,4 partículas de plástico por pez; en la cerveza, 0,033 fragmentos por mililitro.
También hay que precisar que los estudios que analizan los microplásticos en animales que se comen estudian todo el organismo de las especies. Esto es importante porque en el caso del pescado, la mayoría del plástico se aloja en el tracto digestivo, una parte que normalmente se descarta para el consumo alimentario humano, mientras que moluscos como mejillones u ostras sí que se consumen enteros.
¿Cómo afectan los plásticos a la fauna marina y otros animales?
Los humanos somos la única especie capaz de fabricar y usar el plástico. Sin embargo, estos plásticos también llegan a otros animales del planeta provocando un impacto en su salud y en cómo se relacionan con su entorno.
Para empezar, los macroplásticos son “una de las formas más severas de contaminación en costas, océanos y masas de agua dulce”, según una investigación de la Universidade de Vigo. Animales como peces y mamíferos pueden confundirlos con comida, lo que les provoca atragantamientos, bloqueos en los sistemas digestivos o que coman menos al tener el estómago lleno de plástico, explica Belén González-Gaya, investigadora de contaminación marina en la Universidad del País Vasco y maldita que nos prestó sus superpoderes.
Se suele pensar que los macroplásticos afectan sobre todo a las especies marinas, pero las terrestres tampoco están a salvo de esta contaminación. Un grupo que se ve muy afectado por estos elementos son las aves: estos animales pueden emplear los plásticos como material para nidos y pueden enredarse en ellos.
La mayoría de trabajos científicos sobre el impacto del plástico en la salud animal se centran en el micro y nanoplástico. Esto tiene un motivo: el plástico más grande, con el paso del tiempo, se va descomponiendo en fragmentos más pequeños, alcanzando tamaños propios de estas categorías.
Una revisión de estudios publicados a lo largo de 11 años detalla diferentes efectos de los microplásticos por grupos de especies. En cuanto a los invertebrados marinos, como las medusas o los moluscos, se ha averiguado que comen menos, tienen más dificultad para reproducirse, crecen más despacio, necesitan más oxígeno y sufren más estrés oxidativo. Los peces sufren daños estructurales en el intestino, hígado, branquias y cerebro y empeora su metabolismo y su fertilidad. En cuanto a los mamíferos, la literatura se centra en ratones y ratas de laboratorio y hace falta investigar más, pero ya se han detectado problemas en intestino, hígado, sistema excretor y reproductor.
Hay diferentes mecanismos que producen estos daños. Según explica Isabel Marín Beltrán, doctora en Ciencias del Mar, “los efectos de los microplásticos dependen de su tamaño (distintos tamaños afectan a distintas especies), de su forma, de su color (unos animales se pueden ver más atraídos por partículas de colores similares a sus presas) y de su composición química (poliestireno, polipropileno…)”. A esto último se añade que algunos plásticos, como los pellets, tienen la capacidad de sorber otras sustancias perjudiciales que ya estaban presentes en el mar.
Por último, los nanoplásticos pueden penetrar en los organismos, incluso en algunos microscópicos como el plancton, a través de la ingesta, la respiración o infiltrándose en la piel. La evidencia científica apunta a que estas diminutas partículas pueden causar daños a escalas tan pequeñas como el ADN, las células, los tejidos y los órganos. Estos plásticos, a su vez, pueden transmitirse a otras especies a través de la cadena trófica y circular por el torrente sanguíneo y el interior de las células.
¿Cuánto tarda en degradarse el plástico?
Quizás hayas oído que una botella de plástico tarda 500 años en degradarse o una bolsa de plástico lo hace en 55 años. Pero no es tan fácil calcular el período en que un material plástico se descompone en los productos químicos que lo forman. “Las infografías que dicen que cierto objeto de plástico tarda cientos de años en degradarse no están basadas en evidencia científica. Nadie sabe muy bien de dónde salieron esos números más allá de estimaciones pero no han sido basadas en un experimento o testadas en el medio ambiente”, explica a Maldita.es la investigadora especializada en microplásticos Alicia Mateos Cárdenas.
“Los estudios sobre la degradación de los plásticos suelen omitir información clave, como la temperatura a la que estaban expuestos, la carga de microbios y el tamaño de la muestra, que son esenciales para interpretar correctamente los resultados”, concluye un análisis científico del año 2020 de la literatura científica al respecto.
La degradación química del plástico consiste en que “las moléculas ordenadas que forman el plástico se van separando”, explicó en la Maldita Twitchería Belén González Laya, investigadora sobre contaminación marina en la Universidad del País Vasco y maldita que nos ha prestado sus superpoderes: “Todos los plásticos son polímeros, es decir, están formados por muchas moléculas más pequeñas unidas y a muy largo plazo son degradables. Puede ocurrir por oxidación de esa estructura, por la propia luz solar o por una bacteria, aunque a día de hoy no hay ninguna bacteria que conozcamos que sea capaz de romper estas moléculas. El problema es que ocurre a una velocidad muy lenta, que puede ascender a 100 años en el caso del polietileno”.
La degradación física, que es su rotura en fragmentos más pequeños aunque químicamente no varíe, puede ser visible en años. “La generación de microplásticos a partir de plásticos más grandes es muy común”, añadió González Laya.
En cambio, la investigadora especializada en microplásticos Alicia Mateos Cárdenas explica a Maldita.es que los plásticos no se degradan químicamente salvo que sean bioplásticos (plásticos de fuentes renovables naturales o plásticos biodegradables que pueden provenir de fuentes fósiles o no renovables) y sólo en ciertas condiciones: “el plástico no se degrada en el medio, sino que se fragmenta en micro y nano plásticos. Los estudios de degradación sólo se han hecho con bioplásticos, los cuales en realidad no se suelen biodegradar en el medio ambiente sino bajo condiciones específicas”.
Esta investigadora es autora de un estudio en el que enterró durante un año 16 bolsas de té de cuatro polímeros distintos, incluyendo bioplásticos que el fabricante etiquetó como “biodegradables” pero que se mantuvieron intactos durante ese año bajo tierra, mientras que las de celulosa (que no es un plástico) desaparecieron pasados los tres meses. La marca “se refiere a que es biodegradable bajo condiciones adecuadas, pero esto no está explícitamente explicado y el consumidor medio cree que un plástico sea biodegradable significa que desaparece mágicamente en el medioambiente” y no es así, señala la experta, quien denuncia la práctica como greenwashing.
Bárbara Galisteo, ingeniera industrial química, investigadora de materiales y maldita que también nos ha prestado sus superpoderes, señala que “las bolsas compostables (bioplástico) pueden considerarse plástico, pero están hechas con un polímero que se degrada fácilmente en condiciones de compostaje (temperatura y humedad altas). En el mar, en la montaña, en un desierto... los tiempos de degradación serán diferentes por las diferentes condiciones”.
Otro estudio de 2019 analizó bolsas de plástico consideradas biodegradables, oxobiodegradables (plásticos con aditivos para acelerar la velocidad de descomposición), compostables y convencionales de plástico durante tres años en varias condiciones: al aire libre, enterradas en el suelo y sumergidas en agua de mar, así como en condiciones controladas de laboratorio. La bolsa compostable desapareció por completo al cabo de tres meses en el mar, pero ese mismo tipo de bolsa seguía presente en el suelo después de 27 meses, aunque ya no podía sostener peso sin desgarrarse.
Tras nueve meses de exposición al aire libre, todas las bolsas sin importar su material se habían desintegrado en fragmentos. La conclusión de los autores es que “no está claro que las bolsas oxobiodegradables o biodegradables proporcionen índices de deterioro suficientemente avanzados como para resultar ventajosas en el contexto de la reducción de la basura marina, en comparación con las bolsas convencionales”, es decir, de plástico no biodegradable o compostable.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes la maldita Bárbara Galisteo, ingeniera industrial química.
Galisteo forma parte de Superpoderosas, un proyecto de Maldita.es que busca aumentar la presencia de científicas y expertas en el discurso público a través de la colaboración en la lucha contra la desinformación.
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