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Limpiar envases antes de reciclarlos, parques nacionales y la Antártida: llega el sexto consultorio de Maldito Clima*

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Hoy es el último viernes del mes, así que ¡vuelve el consultorio climático de Maldita.es! En esta edición, explicamos que no es necesario limpiar los envases antes de reciclarlos, si es lo mismo "gas de efecto invernadero" y "gas contaminante", qué hace especiales a los parques nacionales con respecto a otros espacios protegidos y por qué la Antártida sí está perdiendo su masa de hielo.*

Seguro que tienes muchas dudas más sobre clima, medioambiente, energía y otros temas. Buscaremos respuestas a las preguntas que nos hagas y las contestaremos a través de nuestra web (en la sección de consultorio y dudas), nuestro perfil de Twitter (@Maldito_clima), nuestro correo electrónico ([email protected]) y el chatbot de WhatsApp de Maldita.es (+34 644 229 319) ¡Vamos allá!

¿Hay que limpiar los envases antes de reciclarlos?

Es una pregunta muy común: para que se puedan reciclar los envases, ¿es necesario lavarlos antes de depositarlos en el contenedor? Desde Maldita.es hemos preguntado a Ecoembes, la organización que gestiona el reciclaje de los residuos depositados en el contenedores amarillo y el azul en España. Su respuesta es que “no es indispensable” lavar los recipientes en casa.

Si un envase de yogur o una lata de conservas tiene unos restos mínimos del alimento porque ya se ha consumido, “su reciclaje no se va a entorpecer”, explican desde la organización. Y añaden que lavar los envases con agua para dejarlos completamente limpios antes de dejarlos en el contenedor “es un gasto innecesario de agua”.

Como contamos en el quinto consultorio climático, en el caso de las cajas de pizza manchadas de grasa lo ideal es depositar la parte limpia en el contenedor azul y la parte manchada de grasa en el contenedor de biorresiduos (si tu municipio tiene uno) o en el contenedor de restos. Pero tampoco es “determinante” ni va a impedir el reciclaje, según los expertos que consultamos.

¿Podemos decir que un gas de efecto invernadero es ‘contaminante’?*

En ocasiones se habla de gases de efecto invernadero y gases contaminantes como si ambos conceptos fueran sinónimos ¿Esto es correcto? No en sentido estricto, aunque hay matices según la definición que se dé a ‘gas contaminante’ y si se interpreta en un sentido más amplio o más estricto.

Los gases de efecto invernadero son los que atrapan el calor en la atmósfera. El aumento de varios de ellos, principalmente el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O), por causa de las actividades humanas está contribuyendo al problema del calentamiento global. Por su parte, un gas contaminante es aquel que, al liberarse en el aire, puede tener efectos nocivos o producir daños para la salud, seguridad o bienestar humano o el medioambiente en su conjunto, como explica la Dirección General del Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid.

La química especializada en contaminación ambiental e investigadora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) Pilar Fernández explica que “los gases de efecto invernadero son sustancias naturales, pero las actividades humanas han aumentado significativamente su concentración en el medio, lo que está afectando negativamente al funcionamiento de los ecosistemas y esto implica también efectos sobre los organismos, incluido el ser humano. En este sentido, yo diría que sí, los gases de efecto invernadero pueden considerarse en la actualidad como contaminantes”.

Por su parte el consultor ambiental Fernando Follos, preguntado por Maldita.es por esta cuestión, coincide en que “en todo caso, depende de lo que consideremos o no como contaminante”, pero en el caso del dióxido de carbono apunta que “si consideramos contaminante a cualquier sustancia, materia o energía que implique un riesgo o un daño directo a la salud de las personas o del medio ambiente, evidentemente el CO2 no sería un contaminante como tal”. Que haya más CO2 en la atmósfera del que debería (o cualquier otra sustancia, como metano, vapor de agua, ozono troposférico…) y esto tenga un impacto negativo no tiene por qué convertirlo automáticamente en un gas ‘tóxico’ o ‘contaminante’ (“igual que si te caen 2.000 litros de agua encima te ahogas y no puedes considerar que sea un veneno”, añade Follos). No obstante, puestos a reflexionar, “si consideramos un contaminante a cualquier cosa que desvirtúe el equilibrio natural, el CO2 es un contaminante” y no considera incorrecto llamarlo así en ese sentido más amplio.

Esto significa que algunos gases de efecto invernadero se considerarían contaminantes o no dependiendo de determinadas circunstancias. Por ejemplo, el CO2 no se considera un contaminante cuando se mide la calidad del aire exterior y no se controla en las estaciones de control de la calidad del aire, pero el CO2 en interiores sí que es un parámetro importante de calidad del aire porque unas concentraciones altas indican falta de ventilación, aclara a Maldita.es Ioar Rivas, ambientóloga especializada en exposición a contaminación atmosférica y efectos en la salud e investigadora posdoctoral en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).

Pero el dilema en cuanto al término “contaminante” aplicado al CO2 no cambia lo que la evidencia científica ha demostrado en cuanto a su impacto sobre el clima de la Tierra: “El problema aquí es que se está emitiendo un compuesto a la atmósfera (sea contaminante o no) que está generando una descompensación sin precedentes en su composición, y que nos está llevando a un calentamiento global que está generando un cambio en el clima que puede acabar con nuestra civilización”, aclara Follos.

Es un hilo argumental similar al de Ginesa Blanco, Catedrática de Química Inorgánica de la Universidad de Cádiz, que resume el debate en su cuenta de Twitter de la forma siguiente: “[...] Que el CO₂ no es tóxico, sino que es necesario en nuestra atmósfera, lo sabemos todos. El problema está en la concentración, que está aumentando desde hace años”.

En resumen, los términos “gas de efecto invernadero” y “gas contaminante” no son sinónimos. De hecho un mismo gas, como es el CO2, que es un gas de efecto invernadero y supone un problema para la supervivencia de los ecosistemas de la Tierra debido a su efecto invernadero, puede ser considerado un contaminante o no dependiendo de las circunstancias en que se encuentre (ambiente interior o exterior, más o menos concentración…).

¿Qué es un parque nacional y en qué se diferencia de otros espacios protegidos?

Doñana, Sierra Nevada, Picos de Europa, Timanfaya, Oropesa y Monte Perdido… Todos los anteriores son espacios naturales protegidos considerados como parques nacionales. Pero, ¿qué es exactamente un parque nacional? ¿Qué lo diferencia de otras figuras como las reservas de la biosfera o los parques naturales? La respuesta rápida es que es un tipo de espacio natural protegido, declarado a nivel estatal mediante una ley y sujeto a un régimen jurídico que garantiza su conservación.

La Ley 42/2007, del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, recoge las figuras de protección con las que pueden contar los espacios naturales del país, como reserva natural o área marina protegida. En su artículo 31 se define qué es un parque y algunas normas que se pueden establecer en los parques protegidos para garantizar su conservación: límite al aprovechamiento de recursos naturales, limitaciones de visitantes, prevalencia de los planes de uso y gestión del parque frente a planes urbanísticos, etc. También se detalla que los parques nacionales tendrán una legislación específica: la Ley 30/2014, de Parques Nacionales.

En rojo, los parques nacionales. Fuente: Ministerio para la Transición Ecológica (Geoportal)

Es en esta ley donde se define qué puede considerarse un parque nacional (artículo 4), qué requisitos territoriales debe cumplir (artículo 6), qué se busca con esta figura (artículo 5), el proceso de declaración (artículo 8) o cómo se puede perder la condición de parque nacional (artículo 12). También se reconoce la Red de Parques Nacionales (Título III), el sistema estatal que coordina las relaciones entre parques nacionales. No obstante, la gestión de cada parque nacional corresponde a las comunidades autónomas.

Carmen Martínez, ambientóloga y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, especifica que los parques nacionales deben contar con un reconocido “valor ambiental, sociocultural y científico”, así como haber sido poco modificados por la actividad humana. Son estas características las que distinguen esta figura de protección de otras, que pueden optar a una protección si tienen valor únicamente ambiental.

Iván Rodríguez, agente forestal de la Comunidad de Madrid y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, explica que la Constitución Española especifica que la gestión de la protección del medio ambiente —incluyendo parques nacionales— es una competencia de las comunidades autónomas: ellas son quienes piden declarar estos espacios protegidos y quienes los gestionan.

Sierra de Guadarrama. Fuente: Flickr. Autor de la foto: Ignacio Ferre.

Esto puede generar situaciones curiosas en parques nacionales situados en varias comunidades. “Por ejemplo, en el Sierra de Guadarrama (que ocupa Comunidad de Madrid y Segovia) hay unas normas distintas en el lado segoviano a las del madrileño, e incluso hay dos equipos y cada comunidad autónoma tiene su propio director-conservador”. Martínez agrega a esto que, tras la declaración de un parque nacional, se suelen crear órganos participativos que incluyen a representantes nacionales, autonómicos y sectores sociales destacados. Por ejemplo, el Consejo de Participación del Espacio Natural de Sierra Nevada o el Patronato del Parque Picos de Europa.

Por último, la ambientóloga explica otras figuras de protección para los espacios naturales. Cada comunidad puede crear sus propias figuras de protección autonómica, como parque natural, parque regional o paisaje protegido; la Red Natura 2000, una legislación a nivel de la Unión Europea que es propuesta por cada autonomía al Estado y enviado por este a la Unión; reservas marinas de interés pesquero para proteger este tipo de fauna; los humedales de importancia comunitaria (convenio RAMSAR), de protección internacional; o los espacios protegidos a nivel local.

¿Se está derritiendo realmente la Antártida?

El deshielo de los glaciares, de Groenlandia y el Ártico por la crisis climática es un hecho. ¿Pero qué ocurre con la Antártida? Nos habéis preguntado por un estudio de la NASA que concluye que la masa de hielo sobre la Antártida crece. De aquel estudio de la NASA, publicado en 2015, ya hablamos en su momento señalando que otros estudios realizados en la zona, también de la propia NASA, sí apuntaban a que la capa de hielo sobre la Antártida (Antarctic ice sheet) lleva reduciéndose desde la década de 1990. Desde 2019 se han publicado más evidencias, por ejemplo, dos estudios recientes muestran que la Antártida pierde más hielo del que se conocía hasta el momento.

Uno de ellos, publicado en Nature el 10 de agosto de 2022, concluye que entre 1997 y 2021 la Antártida experimentó una pérdida neta de unos 36.701 kilómetros cuadrados de superficie de hielo, un 1,9% del total. Esto implica que la pérdida total de masa de hielo es casi el doble de lo medido anteriormente con otras técnicas. "La Antártida se está desmoronando en sus bordes. Y cuando las plataformas de hielo disminuyen y se debilitan, los enormes glaciares del continente tienden a acelerar [hacia el océano principalmente] y a aumentar el ritmo de la subida del nivel del mar en el mundo", indicaba Chad Greene, científico de la NASA y autor principal del estudio.

El segundo estudio, publicado también el 10 de agosto de 2022 en Earth System Science Data, indica que mientras de 1992 al final de la década de los 2000 la capa de hielo sobre la Antártida estaba casi en equilibrio, desde finales de la primera década del siglo XXI se da una “importante disminución neta del volumen de la capa de hielo” atribuida al aumento del deshielo de los océanos y a los cambios en las precipitaciones.

Además, el Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) que emite conclusiones a partir de la revisión de varios estudios, indicó en 2021 que la masa de hielo sobre la Antártida, y también la de Groenlandia, han estado perdiendo hielo desde al menos 1990, con la mayor tasa de pérdida durante 2010-2019, y se prevé que la tendencia continúe. Además, el grupo de expertos señaló que las pérdidas de masa en los glaciares en la Antártida Occidental superan la ganancia de masa por la acumulación de nieve en el continente. En la Península Antártica, ciertas zonas de la Antártida Occidental y en algunas estaciones de la Antártida Oriental se observan tendencias de calentamiento significativas.

Cosa distinta es el mar congelado que rodea a la Antártida (sea ice en inglés). En este caso, no hay una tendencia significativa entre 1979 y 2020 tanto en invierno como en verano, debido a “tendencias opuestas regionalmente y gran variabilidad interna”, según el IPCC. En nuestro artículo hablando sobre el estudio de la NASA de 2015 explicamos algunos factores que afectan al hielo marino de la Antártida (que entonces aún mostraba una ligera tendencia ascendente), como el agujero de la capa de ozono. También explicamos que el hielo marino a nivel global está disminuyendo a pesar de la situación en la Antártida.

En este artículo han colaborado con sus superpoderes la ambientóloga Carmen Martínez y el agente forestal Iván Rodríguez.

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Con imágenes de desmetjes (portada centro), Matias Puga (portada derecha) e Ignacio Ferre Pérez (Sierra de Guadarrama).

**Hemos modificado este artículo para reflejar mejor los distintos matices que afectan a este tema.

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