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Cómo la crisis climática agrava los incendios forestales: causas, futuros escenarios y medidas para prevenirlos

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Los montes arden, especialmente durante las olas de calor que en un contexto de calentamiento global que las hace más frecuentes, intensas, duraderas y extensas. Aunque los incendios forestales pueden tener causas naturales o humanas, la crisis climática aumenta el riesgo de que ocurran y el número de grandes fuegos. Lo explicamos.

La crisis climática aumentará los incendios forestales

En algunas regiones, los incrementos de la superficie quemada por incendios forestales se han atribuido al cambio climático inducido por el ser humano, ha indicado el Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC). En Europa, las condiciones de riesgo de incendio como las olas de calor han aumentado desde 1980 hasta 2019, sobre todo en la Europa central, occidental y del sur

A corto plazo, en la región mediterránea, que incluye la península ibérica, se espera que el cambio climático incremente el riesgo de incendios forestales. El grupo de expertos internacionales prevé que las zonas propensas a los incendios se extiendan por toda Europa, amenazando la biodiversidad y los sumideros de carbono que son los bosques y que mitigan el cambio climático. Estas nuevas regiones europeas propensas a los incendios surgirán sobre todo en el norte y el oeste, señalan los expertos climáticos de la ONU. 

En un clima con 2,5 ºC más que en la época preindustrial, el IPCC calcula que los incendios provocados por el calor aumenten un 14% en el sur de Europa. Eso respecto al número de fuegos forestales. En cuanto a la superficie calcinada, con sólo 1,5 ºC más, el área quemada en la Europa mediterránea podría incrementarse un 50%

Fuera de Europa, zonas como Siberia están “expuestas de forma crítica a riesgos climáticos” como el incremento de incendios forestales. Los bosques tropicales también tendrán incendios más frecuentemente, prevé el IPCC.

Menos superficie quemada en España por mayores medios contra el fuego…

A pesar del mayor riesgo de incendios, el área quemada ha disminuido ligeramente desde 1980 en el sur de Europa, con la excepción de Portugal, a la par que han aumentado las medidas de gestión de incendios, señala el IPCC. “Se debe al aumento en recursos en extinción. Pero el área quemada no es un buen indicador de la gravedad del problema”, puntualiza a Maldita.es Víctor Resco de Dios, profesor de Ingeniería Forestal en la Universitat de Lleida y autor del libro Plant-Fire Interactions (2020).

De hecho, la visión dominante de gestión de incendios a través de su supresión ha sido cuestionada, ya que contribuye a la acumulación de combustible. Lo aclara a Maldita.es la ingeniera de montes, profesora en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y presidenta de la Sociedad Española de Pastos, Sonia Roig: “Los humanos priorizamos y somos eficaces en la extinción de incendios. Pero, de esta forma, se acumula biomasa, que puede quemarse, y crear incendios de grandes dimensiones” en un futuro cercano.

En cambio, el IPCC aboga por la combinación de la mitigación del riesgo de incendio a través de la prevención, la preparación, la recuperación mediante la gestión posterior al incendio y el tratamiento de los combustibles, incluyendo la quema prescrita o quema controlada. El pastoreo de los bosques con ganado es una forma de prevenir y reducir incendios.

… pero incendios más intensos

Resco de Dios señala que “lo verdaderamente preocupante es el aumento en la intensidad de los incendios. Los grandes incendios son cada vez más intensos”. Ferran Dalmau-Rovira, ingeniero forestal, director de la consultora ambiental Medi XXI GSA y miembro de la Fundación Pau Costa, matiza a Maldita.es que, aunque la tendencia general es que el número de incendios sea menor y aumente el de grandes incendios, los que queman más de 500 hectáreas o 5 kilómetros cuadrados, “el número depende mucho del año”. Dalmau-Rovira también destaca que en España “tenemos operativos muy buenos para apagar incendios”. Pero estos grandes incendios ”ya no se apagan con más medios”.

No obstante, como indica Víctor Resco de Dios, “es muy probable que el descenso en el área quemada sea sólo un espejismo y que pronto veamos un rebote y aumente la superficie quemada por el aumento en la intensidad. Ya ha pasado en Australia y Canadá y, si no tomamos medidas ya, seguramente también ocurra en España”.

Las olas de calor, las sequías y los veranos más largos facilitan mayores fuegos

El calentamiento global favorece los incendios forestales de varias formas. Antes de explicar cuáles son sus mecanismos, primero tenemos que explicar las condiciones para que ocurran los fuegos forestales. Los ingredientes de un incendio forestal son cuatro, indica Dalmau-Rovira: la acumulación de combustible (la vegetación), la humedad del combustible, las causas de la ignición y la meteorología.

En la acumulación de combustible influye el cambio climático aunque no es la única causa y afecta más a largo plazo, indica el miembro de la Fundación Pau Costa. Por el lado de la crisis climática, la mayor concentración de CO2 en la atmósfera detrás del aumento global de temperaturas le viene muy bien a la vegetación para desarrollarse porque las plantas se ‘alimentan’ del CO2.

De hecho, Europa está más verde que lo estaba desde hace siglos, apunta Ferran Dalmau-Rovira. También por el éxodo poblacional a las ciudades, añade, una causa más detrás de los incendios, algo que trataremos más adelante. “España ha duplicado la cantidad de leña por superficie en los montes desde los años 1970. A más madera, más energía acumulada como biomasa” que puede liberarse al arder el monte, añade el experto.

Un factor a medio plazo en los incendios es la humedad del combustible. Este ingrediente depende de la lluvia y el calor. Como indica el ingeniero forestal, si el combustible está húmedo, no hay incendios. Si está seco, el paisaje está muy inflamable. Y ahí el cambio climático sí influye de forma directa. El aumento de las olas de calor, junto con la sequía y los cambios de uso de la tierra reducen la humedad del combustible. De esta forma aumenta el riesgo de incendios, se alarga la duración de la temporada de estos y aumenta la probabilidad de que sean grandes, destaca el IPCC.

“Las sequías y las olas de calor disminuyen la humedad del combustible, por lo que el fuego puede arder con más intensidad. También aumenta la carga de material seco en la copa de los árboles y matorrales, que incrementan la intensidad del incendio. Y, sobre todo, las olas de calor secan la hojarasca, que es lo que conduce el incendio en muchos casos, favoreciendo que incluso zonas normalmente húmedas estén secas y disponibles para los incendios”, resume a Maldita.es Víctor Resco de Dios, quien ha explicado en un hilo de Twitter por qué aumentan el riesgo de incendios durante una ola calor. Junto con los cambios en los usos de la tierra, el cambio climático también ha incrementado la mortalidad forestal (de los árboles y bosques) a gran escala en Europa desde la década de 1980, resume el IPCC.

Sonia Roig incide en que el fuego evapora agua y seca la vegetación, por lo que el estado hídrico afecta a la reacción al incendio: “Si la vegetación tiene menos humedad por la sequía, es un combustible con mayor facilidad de propagar el incendio”. Dado que la sequía y el calor someten a un gran estrés a la vegetación, la falta de agua y el exceso de calor dificultan la reforestación tras un incendio. “Desaparece toda la vegetación y la posibilidad de una recuperación natural a partir de semillas que queden en la zona y que pueden rebrotar”, indica la profesora de la UPM. 

“Los años más cálidos y secos hay más incendios y aumenta la posibilidad de que haya incendios. La sequía y las olas de calor han alargado la estación en que los fuegos son posibles. Al acortarse la primavera y alargarse el verano, aumenta la temporada de fuegos. Así se incrementa la probabilidad de incendios y se dificulta su extinción”, destaca a Maldita.es Juli Pausas, investigador del Centro de Investigaciones sobre Desertificación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Como resume Ferran Dalmau-Rovira, “las olas de calor van en aumento, son más intensas y afectan a más superficie y a la humedad del combustible”.

En el corto plazo, a los incendios les afecta la ignición y la meteorología, los otros dos ingredientes que decíamos que están detrás de los fuegos. La ignición suele ser por causas humanas pero también naturales como los rayos que provocaron el incendio de la Sierra de la Culebra. La mayoría de los incendios se quedan en conatos, es decir, queman menos de una hectárea. Señala Dalmau-Rovira que “la meteorología puede hacer que un incendio controlable se convierta en uno que no se puede apagar por muchos bomberos y medios forestales de los que se dispongan”.

Además de las altas temperaturas y la sequía, el cambio climático también aumenta los fenómenos extremos como los vientos elevados y cálidos, lo que suma ingredientes al problema de los incendios y provoca que sean más intensos y más severos, destaca Roig.

Despoblación y abandono del campo, las otras causas detrás del aumento de la intensidad de las llamas

Pero el cambio climático con sus mayores olas de calor y sequías no es la única causa tras este aumento de grandes incendios. “El cambio climático es un gran problema pero es más importante hablar de cambio global. Es complicado separar el peso del cambio climático de los otros factores humanos”, opina Sonia Roig. Para la ingeniera de montes, a corto plazo es mucho más importante la influencia de la despoblación, de los cambios de uso de la tierra y el abandono de la gestión rural. Todas estas circunstancias preparan a las masas forestales para un posible incendio.

A juicio de Víctor Resco de Dios, el cambio climático tiene un peso similar al de la despoblación rural, el abandono de la tierra y la mala gestión forestal: “Los grandes incendios actuales son el resultado de las grandes acumulaciones de combustible por la mala gestión forestal que favorece que la vegetación esté más seca y de su continuidad porque los cultivos hacían de cortafuegos. Pero con el clima que teníamos a principios de siglo, los incendios no tendrían la gravedad que tienen ahora”.

La ingeniera de montes Roig cree que “es muy importante ligar el fenómeno de incendios de gran intensidad al abandono de actividades tradicionales como la ganadería intensiva y los aprovechamientos forestales porque en el monte lo que no se consume o se extrae, se quema. La prevención de los incendios tiene que ir ligada a la existencia de población y actividad económica en las zonas forestales”.

En cambio, para Ferran Dalmau-Rovira es más importante la falta de gestión forestal que el cambio climático porque lo que tiene un valor determinante es el estado de abandono de los espacios forestales: “Hemos pasado de la sobreexplotación a comienzos del siglo XX al abandono en el siglo XXI. Ahora los montes son paisajes antinaturales donde faltan los seres humanos y los herbívoros como el ganado. Un territorio vivo no arde o arde con más dificultad”.

En los años 80 y 90 del siglo XX aumentaron los incendios sobre todo por el abandono rural, que llevó a un incremento de la vegetación y de la continuidad de la masa forestal, destaca Juli Pausas. Los problemas de urbanismo son otro factor multiplicador. La presencia de construcciones junto a zonas silvestres con mucho combustible aumenta el riesgo de incendio. Una continuidad entre lo urbano y lo forestal favorece que el fuego se propague por los jardines y casas sin dificultades debido a la densidad de vegetación y el encadenamiento de carga de combustible entre ambas zonas.

De hecho, una mala ordenación urbanística puede causar muertes. Como ocurrió en Mati (Grecia), donde un incendio en 2018 mató a 102 personas porque la gente se quedó atrapada. La mala planificación urbanística en zonas como la Costa Dorada o la Sierra de Collserola puede provocar una tragedia similar, advierte Dalmau-Rovira.

Los incendios forestales también matan personas

El fuego favorece la pérdida del suelo y la desertificación. Y a más calentamiento global, más erosión por incendios forestales en la Europa meridional, como indica el IPCC. Pero más allá de los evidentes daños ecológicos de los incendios forestales, estos fuegos también afectan a la salud de las personas.

De forma directa, los incendios forestales han matado más personas que los actos terroristas en la Unión Europea desde el año 2006 a 2019. “Constituyen un problema de salud pública: conllevan aumentos de ingresos en hospitales por problemas respiratorios, sobre todo en neonatos o pacientes con asma”, señala Víctor Resco de Dios. El IPCC alerta que el aumento de incendios supondrá un incremento en las muertes tanto de forma directa por los incendios como indirecta por una peor calidad del aire.

La importancia de adaptarse y prevenirlos

Frente a esta problemática, es muy importante ser capaces de planificar la gestión y reducir el riesgo en zonas claves para la propagación de incendios, indica Sonia Roig. “España está en una zona muy sensible al cambio climático. Nos tenemos que preparar en cuestiones como el urbanismo y planificar el medio natural para prevenir incendios de sexta generación que son muy difíciles de extinguir”. Para Dalmau-Rovira, lo primero que deberíamos hacer es “tomar conciencia de la magnitud del problema”.

La adaptación a los crecientes riesgos de incendio se debe hacer durante “todo el año con inversiones. El no hacerlo tendrá un coste mayor porque los costes de restauración son enormes a nivel económico, temporal y ecológico”, opina la profesora de la UPM. “Los bosques en España son mayoritariamente privados y en 2018 la inversión en montes fue de 35 euros por hectárea. Hace falta más dinero para gestionar el territorio”, destaca el experto de la Fundación Pau Costa. 

De hecho, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente pide que los gobiernos dediquen dos tercios del gasto a la planificación, prevención, preparación y recuperación y sólo un tercio a la extinción de incendios. “En la actualidad, la respuesta directa a los incendios forestales suele recibir más de la mitad de los gastos correspondientes, mientras que la planificación recibe menos del 1%”, indica el informe de Naciones Unidas.

Esta preparación pasa por invertir en el paisaje, recolonizar ciertas zonas rurales y redistribuir la población de una forma más equitativa, señala Ferran Dalmau-Rovira. Aumentar la gestión del territorio es clave para Víctor Resco, quien también aboga por disminuir la inversión en extinción, dado que el 75% de las descargas aéreas de agua “son ineficientes y se podrían ahorrar”.


Primera fecha de publicación de este artículo: 28/06/2022

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