Republicamos este artículo de Ashwin Dhanda, profesor asociado de hepatología en la Universidad de Plymouth (Reino Unido), publicado en The Conversation el 25 de enero de 2024.
Según la mitología griega, Zeus castigó a Prometeo por dar fuego a los humanos. Encadenó a Prometeo y puso a un águila a darse un festín con su hígado. Cada noche, el hígado volvía a crecer. Y cada día el águila regresaba para darse un festín. En realidad, ¿puede volver a crecer un hígado?
El hígado es el órgano interno más grande del cuerpo humano. Es necesario para cientos de procesos corporales, incluida la descomposición de toxinas como el alcohol. Y como es el primer órgano que entra en contacto con el alcohol que nos bebemos, no es de extrañar que sea el más susceptible a sus efectos. Sin embargo, no hay que olvidar que otros órganos, como el cerebro y el corazón, también pueden resultar dañados por el consumo excesivo de alcohol a largo plazo.
Como especialista en hígado, trato a diario a personas con enfermedades hepáticas relacionadas con el alcohol. Se trata de un espectro de enfermedades que va desde la acumulación de grasa en el hígado (hígado graso) hasta la formación de cicatrices (cirrosis) y que no suele causar síntomas hasta bien avanzado el daño.
Grasa y cicatrices
Al principio, el alcohol engrasa el hígado. Esta grasa hace que el hígado se inflame. Reacciona intentando curarse y produciendo tejido cicatricial. Si esto no se controla, todo el hígado puede convertirse en una malla de cicatrices con pequeños islotes de hígado “bueno” entre ellas: la cirrosis.
En las últimas fases de la cirrosis, cuando el hígado falla, las personas pueden ponerse amarillas (ictericia), hincharse de líquido y sentirse somnolientas y confusas. Esto es grave, e incluso puede resultar mortal.
La mayoría de las personas que beben regularmente más del límite recomendado de 14 unidades de alcohol a la semana (unos 2’8 litros de cerveza de graduación normal [4%] o unos seis vasos de vino [175 ml] de graduación media [14%]) tendrán hígado graso. Y, a la larga, desarrollarán cicatrices y cirrosis.
Buenas noticias
Afortunadamente, tenemos buenas noticias. En las personas con hígado graso, tras sólo dos o tres semanas de abandono del alcohol, el hígado puede sanar y volver a tener un aspecto y un funcionamiento como si fuera nuevo.
En las personas con inflamación hepática o cicatrices leves, incluso a los siete días de dejar el alcohol se observa una reducción notable de la grasa, inflamación y cicatrices hepáticas. Dejar el alcohol durante varios meses permite que el hígado se cure y vuelva a la normalidad.
En los bebedores empedernidos con cicatrices más graves o insuficiencia hepática, dejar el alcohol durante varios años reduce la probabilidad de empeoramiento de la insuficiencia hepática y muerte. Sin embargo, las personas que beben en exceso pueden ser físicamente dependientes del alcohol, y dejarlo de repente puede provocar síndrome de abstinencia.
En su forma leve, provoca temblores y sudoración. Pero si es grave, puede causar alucinaciones, ataques e incluso la muerte. Por eso no se recomienda a los bebedores empedernidos dejar el alcohol de golpe: deben consultar a un médico para dejarlo de forma segura.
Otros beneficios
Dejar de beber también tiene efectos positivos sobre el sueño, la función cerebral y la tensión arterial.
Evitar el alcohol durante periodos prolongados reduce asimismo el riesgo de padecer varios tipos de cáncer (incluidos los de hígado, páncreas y colon), así como el riesgo de cardiopatías y accidentes cerebrovasculares.
Sin embargo, el alcohol no es la única causa de mala salud. Abandonarlo tiene muchos beneficios para la salud, pero no es una panacea. Debe considerarse como parte de un estilo de vida saludable, que incluya una dieta equilibrada y ejercicio físico regular.
Así que, volviendo a la pregunta planteada por el mito de Prometeo, el hígado tiene un poder asombroso para repararse a sí mismo después de haber sido dañado. Pero no puede volver a crecer como nuevo si ya estaba gravemente dañado.
Si dejamos de beber y solo tenemos un hígado graso, éste puede volver rápidamente a la normalidad. Si el hígado ya estaba cicatrizado (cirrosis), dejar de beber alcohol le permitirá sanar y mejorar su función, pero sin deshacer todo el daño que ya ha sufrido.
Si quiere cuidar su hígado, no beba alcohol. Pero si aún así lo hace, beba con moderación y pase de dos a tres días sin alcohol a la semana. Así no tendrá que confiar en el poder mágico de autocuración del hígado para mantenerse sano.