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Consultorio 226º especial diabetes: quemaduras, problemas de vista y tipos más allá de la diabetes tipo 1 y 2

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Esta semana se ha celebrado el Día Mundial de la Diabetes, diagnóstico que comparte alrededor de un 14% de la población de España y que asciende a más de 500 millones de casos a nivel mundial. Aunque depende del tipo del que hablemos, el 90% de los casos (los que supone la diabetes tipo 2) pueden prevenirse siempre y cuando tengamos en cuenta, reduzcamos o cambiemos aquellos hábitos de vida que, según sostiene la evidencia científica, suponen factores de riesgo: una mala alimentación, el sedentarismo, hábitos tóxicos como el alcohol o el tabaco y, en la cúspide, la obesidad.

Para estar en la misma página, en Maldita.es te contamos qué es la diabetes, qué caracteriza a los tipos principales y qué pautas alimentarias son adecuadas para las personas con este trastorno del metabolismo. Hoy, vamos con novedades.

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¿Qué es la diabetes tipo MODY?

Si hablamos de diabetes, es probable que te suenen solo un par de tipos, la diabetes mellitus tipo 1 y la tipo 2. Sin embargo, existen otras variantes menos comunes que no tienen nada que ver con la una o la otra. Una de ellas es la diabetes tipo MODY, las siglas en inglés de Maturity Onset Diabetes of the Young o diabetes del adulto de instauración en la juventud, que suele desarrollarse en menores de 25 años. ¿Por qué ocurre y en qué consiste? Lo principal: su causa está en los genes.

El origen de la diabetes tipo MODY (que supone entre un 1 y un 2% del total de los casos de diabetes, aunque muchas veces no se diagnostica) es una mutación que puede ocurrir en diferentes genes cuya misión es lograr el correcto desarrollo de las células pancreáticas. Estas, a su vez, se encargan de la secreción de la hormona que permite que las células de nuestro cuerpo aprovechen la glucosa de la sangre para producir energía: la insulina.

Como ejemplificaba en Twitch Diana Díazz Rizzolo, nutricionista e investigadora en la Universidad de Columbia (Nueva York), esta hormona funciona como una especie de llave que la glucosa utiliza para poder entrar a la célula. Sin ella, la glucosa ‘se queda en la calle’ (en la sangre), lo que puede causar problemas de salud a largo plazo. En definitiva: la mutación de estos genes impiden que nuestro cuerpo fabrique tal llave.

Se trata de un tipo de diabetes muy poco frecuente. Aun así es importante diagnosticarla bien: al ser rara, dependiendo de la sintomatología que tenga la persona, suele diagnosticarse erróneamente como diabetes tipo 1 o 2. Es decir, un mal diagnóstico. “En este caso, el páncreas no produce insulina, no porque nos autoataquemos (como ocurre en la tipo 1, que es autoinmune) sino porque tenemos un gen concreto que nos hace tener diabetes”, explicaba Rizzolo. Lo que causa es un problema en la secreción de insulina.

Para diagnosticarla, únicamente es necesaria una muestra biológica para hacer la prueba del gen. “Si ese gen ha salido alterado: tienes diabetes”, señala Rizzolo. “Ojalá fuese tan fácil diagnosticar el resto de tipos de diabetes, pero no lo es”.

El problema es que, al ser poco habitual, hay casos en los que se asume erróneamente que una diabetes tipo MODY es otro tipo de diabetes (normalmente se confunde con la tipo 1). Esto no solo puede interferir en el tratamiento pautado, que depende del tipo de diabetes del que hablemos, sino que no se está teniendo en cuenta a la familia de la persona diagnosticada. “Cuando hay una enfermedad genética hay que empezar a mirar si también se da en hermanos, padres, tíos, hijos… [Con un diagnóstico equivocado] estaríamos dejando a un montón de gente sin los tratamientos más adecuados”, concluye la experta.

¿Por qué se desarrolla la diabetes gestacional?

Quizá ahora que hemos empezado a bucear entre los distintos tipos de diabetes más allá del 1 y el 2 (porque sí, los hay), puede que te haya venido a la cabeza otro bastante habitual: ¿acaso en embarazadas no es común hablar de diabetes gestacional? Como ocurre con la tipo MODY, este tipo de diabetes forma parte del pequeño porcentaje que se queda fuera de los tipos principales. En este caso, como su propio nombre indica, se da en embarazadas (normalmente hacia la mitad del embarazo) que nunca antes padecieron esta enfermedad. A pesar de que normalmente se puede controlar a través de una alimentación saludable y ejercicio regular, en ocasiones también es necesario recurrir a la insulina.

Además de la diabetes tipo 1 y 2, hay otros tipos que tienen que ver con situaciones patológicas, como un trasplante o una extirpación, o fisiológicas, como el embarazo. En este último caso, la gran cantidad de cambios en el funcionamiento del cuerpo (incremento en la producción de hormonas, del peso…), “hacen que las células del cuerpo usen la insulina de una manera menos eficaz”.

Esta afección se llama resistencia a la insulina y supone “una especie de ‘barrera’ entre la célula y la glucosa”: “Cuando eso ocurre exclusivamente en la etapa del embarazo, la conocemos como diabetes gestacional”, explicaba en Twitch Diana Díaz Rizzolo, nutricionista e investigadora sobre diabetes en la Universidad de Columbia (Nueva York).

Aunque sea similar a lo que sucede en la diabetes tipo 2, en la que también desempeña un importante papel la resistencia a la insulina, no son lo mismo. Además, mientras que otros tipos no se pueden revertir, la diabetes gestacional generalmente termina en el momento en que se da a luz. “Sin embargo, alrededor del 50 % de las mujeres con diabetes gestacional tendrán diabetes tipo 2 más adelante”, señalan desde su página web los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés).

Este trastorno del metabolismo aumenta el riesgo de presión arterial alta durante el embarazo y de cesárea. A su vez, en el futuro bebé puede llegar a suponer un mayor tamaño, dificultando el parto, y que este nazca de forma prematura, lo que a su vez puede relacionarse, entre otros, con problemas respiratorios y otros problemas o bajos niveles de azúcar en sangre.

En caso de diagnóstico positivo de este tipo de diabetes, los CDC subrayan la importancia de acudir a todas las citas médicas prenatales y seguir el tratamiento pautado: prestar atención a los niveles de azúcar en sangre, comer alimentos saludables en las cantidades correctas a la hora correspondiente, mantenerse activa y monitorear el crecimiento y desarrollo del bebé.

¿Es cierto que las quemaduras solares pueden suponer mayor problema a las personas diabéticas?

Sobre el peligro que supone la exposición sin protección a la radiación ultravioleta hemos hablado largo y tendido en Maldita.es: no solo por su relación directa con incómodas y dolorosas quemaduras y con manchas cutáneas, también por su estrecho vínculo con el cáncer de piel. Con o sin diabetes, la recomendación es clara: usar factor de protección todo el año, especialmente en los meses de verano o de mayor exposición solar. Ahora bien, ¿es cierto que las quemaduras solares pueden suponer especial riesgo para las personas con este trastorno del metabolismo? Lo es.

El motivo es que el nivel de glucosa en sangre no solo depende de lo que comemos (si ingerimos más o menos hidratos de carbono), sino que también depende de otros factores. Entre ellos las quemaduras solares. Es decir, aunque en personas con diabetes estas lesiones en la piel no van a ser más graves per se (al menos más de lo que son para cualquier otro individuo), sí pueden hacer que el nivel de azúcar se dispare.

“Lo que pasa es que en esta situación es que se inhibe una molécula que tiene que promocionar, de alguna manera, que se produzca la insulina o que esa insulina actúe correctamente”, explicaba en Twitch Diana Díaz Rizzolo, dietista-nutricionista e investigadora en diabetes en la Universidad de Columbia (Nueva York). Esto hace que se bloquee el uso correcto de la insulina y que pueda ocurrir una subida de azúcar en sangre.

“El dolor causa estrés, y el estrés aumenta los niveles de azúcar en la sangre”, recuerdan en su página web los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés).

Entonces, ¿tienen que tener las personas diabéticas especial cuidado con esto? Sí, igual que con todo aquello que desencadene el incremento de glucosa en sangre ya que, en estos casos, es especialmente importante evitar esos picos.

¿Por qué la diabetes puede provocar problemas de visión?

Entre los riesgos asociados a la diabetes también se encuentran los problemas de vista e incluso la ceguera. Pero, ¿qué tiene que ver el uso más o menos correcto que nuestras células hagan de la glucosa para que veamos peor? Dado que la célula no utiliza este monosacárido, los niveles de azúcar en sangre son mayores y, al ser los ojos órganos muy vascularizados, esta ‘composición sanguínea’ fuera de lo habitual puede repercutir en ellos hasta desarrollar una retinopatía diabética. Se trata de una complicación causada por el daño a los vasos sanguíneos del tejido sensible a la luz que se encuentran en el fondo del ojo (retina).

“Todos los tipos de diabetes pueden provocar cambios a nivel de la estructura del ojo. Estos van a implicar daños y cambios tanto a nivel de la vascularización microscópica como macroscópica”, explicaba en Twitch Andrés Gené, presidente del Colegio de Ópticos Optometristas de la Comunidad Valenciana y vicesecretario del Consejo General de Colegios de Ópticos Optometristas. Añadía, además, que en caso de diabetes tipo 1 esos cambios suelen manifestarse a partir de los 20 años de enfermedad pero que, en la tipo 2, estos pueden darse en cualquier momento, normalmente a partir de los cinco años del inicio de la diabetes.

Como adelantábamos, el ojo es un órgano muy vascularizado. De ahí que los problemas derivados de la diabetes que le afectan están relacionados con ese riego sanguíneo. “Principalmente suceden en la retina, aunque en menor medida también en el cristalino, con las cataratas”, indicaba Gené. No hay que olvidar, añadía, que no hace falta llegar a este punto para experimentar problemas visuales graves: al inicio de la enfermedad, los posibles problemas son menores, “pero la gente no es consciente de que puede tener una mejoría de las potenciales incomodidades que se le pueden presentar”: “Puede pasar incluso en las lágrimas, al tener menos cantidad, lo que se relaciona con sequedad ocular”.

En los ojos, los cambios en la cantidad de azúcar en sangre pueden repercutir, por ejemplo, en la permeabilidad de los vasos sanguíneos. “Además, como signo precoz de la diabetes en el ojo, destacan las microaneurismas: pequeñas dilataciones en pequeños vasos sanguíneos cuyo riesgo es que pueden sangrar”, explicaba Gené.

Si estos niveles de glucosa son tales como para producir una hipoxia (situación en el que el oxígeno no llega correctamente a los tejidos), el tejido comienza a morir. Si ocurre en el ojo, este empieza a segregar sustancias vasoproliferativas, sustancias de crecimiento endotelial vascular (VEGF, por sus siglas en inglés). “Estas hacen que se produzcan nuevos vasos anómalos que, dado que se forman rápidamente, pueden romperse y sangrar. Esta hemorragia que afectará a nuestra funcionalidad de la visión y nos hará ver peor”. Es lo que se conoce como retinopatía diabética.

Además, las VEGF también se relacionan con una situación de edema macular, una acumulación de líquido en la mácula (tejido sensible a la luz en la parte posterior del ojo, en el centro de la retina) que dificultan la visión.

Fuente: Clínica Mayo 

Como recuerda la Organización Mundial de la Salud (OMS), la retinopatía diabética es, a nivel mundial, una de las principales causas de la discapacidad visual y la ceguera. “De ahí la importancia de los cribados visuales y de la detección precoz para que el médico pueda tratarlo adecuadamente. En personas que no saben que son diabéticas, a través de un examen visual pueden detectarse signos que nos hagan sospechar que se trate de esa alteración. Cuanto antes se aplique el tratamiento, menores serán las alteraciones que se produzcan”, concluía el experto.

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