¿Alguna vez has ido por la carretera y te has encontrado con un puesto de venta de fruta al lado de la vía? Si los vehículos emiten gases contaminantes y nocivos para la salud, ¿esa fruta también se verá afectada? ¿Y qué pasa con los huertos urbanos en las propias ciudades?
La respuesta rápida es que sí, la fruta se ve afectada y contaminada. Pero el efecto de esa contaminación depende mucho del tipo de fruta y planta, de cuán cerca esté de la fuente de contaminación, de la concentración de los contaminantes en la zona, del tipo de contaminante...
Los principales elementos que pueden afectar a la fruta y que proceden de la contaminación atmosférica son los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), metales pesados y sustancias tóxicas (como el plomo, el cadmio, el zinc y, aunque menos abundantes, el arsénico y el mercurio), como explica Rocío Alonso, doctora en Ecología, investigadora de Ecotoxicología de la Contaminación Atmosférica en el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT) y maldita que nos ha prestado sus superpoderes.
Estos elementos, detalla Alonso, “pueden depositarse sobre las plantas y frutos, y acumularse en ellos”. Esto se conoce gracias a estudios en huertos cercanos a zonas contaminadas, donde las frutas se cultivan expuestas a esta contaminación. Este sería el caso de los huertos urbanos y las frutas cultivadas y vendidas junto a la carretera.
Por ejemplo, un trabajo de 2012 concluye que una mayor congestión de tráfico en Berlín (Alemania) incrementa los niveles de metales pesados en los huertos urbanos. Otro estudio de 2020 señala que se acumulan partículas en suspensión provenientes del tráfico —tóxicas— en frutas cosechadas junto a carreteras. Este último trabajo añade que lavar la fruta elimina el 50% de estas partículas, pero este porcentaje puede cambiar según el tipo de fruta y el contaminante que se estudie.
“Una parte de estas partículas contaminantes podrían permear al interior de las frutas, pero en muchas ocasiones las frutas tienen cubiertas que las protegen de estas sustancias”, agrega Alonso.
¿Y qué pasa con la fruta de frutería, expuesta en la calle? Alonso considera que aquí el efecto de la contaminación “no debe ser importante” porque las frutas no están expuestas durante mucho tiempo —varias semanas o meses— a esta polución, ya que antes de que se vean afectados estos productos, o se compran, o se retiran.
Otras maneras en que la contaminación afecta a las frutas no es el propio impacto en el fruto en sí. Por ejemplo, detalla la doctora, el ozono troposférico afecta a la fotosíntesis y el crecimiento de la planta, que reduce su producción (da menos frutas) y pueden tener menor calidad, “aunque no se producen compuestos tóxicos”. También debe tenerse en cuenta el estado del suelo: los huertos urbanos suelen contar con suelo de peor calidad, más contaminado.
En este artículo han colaborado con sus superpoderes la doctora en Ecología Rocío Alonso, que forma parte de Superpoderosas, un proyecto de Maldita.es en colaboración con FECYT que busca aumentar la presencia de científicas y expertas en el discurso público a través de la colaboración en la lucha contra la desinformación.
Gracias a vuestros superpoderes, conocimientos y experiencia podemos luchar más y mejor contra la mentira. La comunidad de Maldita.es sois imprescindibles para parar la desinformación. Ayúdanos en esta batalla: mándanos los bulos que te lleguen a nuestro servicio de WhatsApp, préstanos tus superpoderes, difunde nuestros desmentidos y hazte Embajador.
Este artículo es un despiece de nuestro 24º Consultorio de Maldita Alimentación.