Tanto el 2 de junio como el 30 de noviembre están señalados en el calendario como Día Mundial de la Acción por los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) y Día Internacional de la Lucha contra los TCA, respectivamente. Con TCA nos referimos a problemas de salud complejos que afectan a algo tan importante como nuestra relación con nuestra alimentación. En un tema complejo que mezcla la nutrición y la salud mental, hemos consultado a piscólogos y a dietistas-nutricionistas sobre algunas señales que pueden indicarnos que nosotros o alguien de nuestro entorno padece un TCA.
Cómo se definen los TCA
La quinta edición de la principal guía de diagnóstico psiquiátrico, la llamada DSM-5, editada por la Asociación Americana de Psiquiatría, los llama de forma oficial trastornos alimentarios y de la ingestión de alimentos, y los define como una "alteración persistente en la alimentación o en el comportamiento relacionado con la alimentación que lleva a una alteración en el consumo o en la absorción de los alimentos y que causa un deterioro significativo de la salud física o del funcionamiento psicosocial".
Beatriz Robles, dietista-nutricionista y tecnóloga de los alimentos, explica que "algunos de ellos son muy conocidos, como la anorexia nerviosa o la bulimia. Otros como el trastorno por atracón, el trastorno de evitación o el trastorno de rumiación son menos conocidos", y añade que hay casos en los que se cumplen criterios de algunos de estos trastornos pero otros que no están incluidos en los manuales de diagnóstico, como la permarexia (estar permanentemente pasando de una dieta a otra), la diabulimia (cuando se mezcla la diabetes con la bulimia) o la drunkorexia (cuando se busca compensar el exceso de calorías de un consumo severo de alcohol restringiendo la ingesta de alimentos).
"Todos ellos tienen como denominador común la preocupación excesiva por la alimentación y el peso pero detectarlos puede ser muy complejo", dice Robles.
Algunas señales de que algo no va bien con la comida
Por ese motivo, cada caso es diferente y debe ser diagnosticado por un especialista. Aurora Gómez, psicóloga de Corio Psicología, señala algunas señales de que algo puede no ir bien en nuestra relación con la comida.
- Dedicamos mucho espacio mental a pensar en la comida (o perder peso).
- Limitamos nuestras actividades de ocio porque esto implica no poder controlar nuestra comida.
- Utilizamos la comida como estrategia para evitar emociones. Tras una discusión, o algo que nos disgusta utilizamos la comida (o la falta de ella) para tapar esas emociones desagradables.
Daniel Ursúa, dietista-nutricionista, incide especialmente en este aspecto emocional de la alimentación: "la comida en nuestra sociedad no cumple una función meramente nutritiva. Tiene una relación muy fuerte con lo emocional. Cuando hemos tenido un día horroroso es normal que nos apetezca comer algo rico, sabroso y, a poder ser, que no nos suponga mucho trabajo. Esto se suele traducir en comida rápida. El problema viene cuando nuestro único recurso de “desahogo” o “recompensa” frente a un mal día es pedir una pizza, comernos un helado o comprar una hamburguesa. Si, además, tras esa pizza o hamburguesa vienen sentimientos de culpa o estrategias de compensación como no comer nada al día siguiente es cuando deberían saltar las alarmas."
Los mitos que rodean a los TCA: no afectan solo a adolescentes
Los tres expertos consultados coinciden en que es importante desmentir algunos mitos en torno a los TCA, especialmente la idea de que solo afectan a mujeres y sobre todo a adolescentes, porque eso hace que muchos casos sean difíciles de detectar, incluso para las personas que los padecen.
"Aunque es cierto que la población infanto-juvenil es especialmente vulnerable a este tipo de situaciones debido al momento vital en el que se encuentran, no podemos caer en el error de pensar que, como no tengo ningún problema con mi imagen, no tengo peligro de caer en un trastorno así. Cualquier persona es vulnerable a este tipo de situación y es por ello que debemos estar alerta ante anuncios, comentarios ajenos o propios, etc.", señala Ursúa.
La Academia para Desórdenes Alimenticios publicó en 2015 un listado de Nueve realidades sobre los TCA en el que precisamente desmentía algunos mitos sobre estos problemas. Esas nueve realidades son las siguientes:
- Muchas personas con TCA aparentan estar saludables, pero su salud puede estar gravemente afectada.
- Las familias no son culpables y pueden ser las mejores aliadas en el tratamiento de los pacientes.
- Un TCA es una crisis de salud que afecta la vida personal y familiar.
- Los TCA no son elecciones, sino enfermedades condicionadas por la biología.
- Los TCA afectan a personas de todos los generos, edades, razas, etnias, morfologías, peso, orientación sexual y estatus.
- Los TCA implican un riesgo elevado de suicidio y comorbilidades.
- La genética y las condiciones ambientales juegan un papel importante en el desarrollo de TCA.
- Los genes por sí mismos no predicen quién desarrollará TCA.
- La recuperación completa es posible. La detección e intervención tempranas son importantes.
La responsabilidad del entorno
De nuevo los tres expertos coinciden en señalar que en el desarrollo y la prevalencia de TCAs hay una importante responsabilidad del entorno social en el que nos movemos. "En el contexto en el que vivimos recibimos continuamente información contradictoria entorno a la alimentación y la imagen: modelos con un IMC de bajopeso que aseguran que su secreto es una vida sana pero que no se privan de comer hamburguesas, presión social para tener una imagen determinada al lado de eslóganes de “rompe las reglas” o “disfruta responsablemente”", señala Robles.
Gómez incide en la idea de la contradicción constante en el ámbito público en lo que se refiere a la alimentación: "A nivel social es importante señalar que vivimos en una sociedad gordofóbica, que da señales confusas. Por un lado tenemos un exceso de alimentos insanos alrededor y por otro tenemos una presión en los medios para conseguir una imagen perfecta."
Ante esto, una información fiable y la responsabilidad de las autoridades son las dos medidas que mencionan los expertos. "Como psicóloga experta en comportamiento digitales, se nota bastante como el consumo de Instagram afecta negativamente a la autoestima y satisfacción corporal. Por eso, elegir también nuestras fuentes de información es parte del tratamiento", explica Gómez.
Y Robles concluye: "Tendríamos que tener unos conocimientos básicos sobre alimentación saludable, pero también es imprescindible que haya una actitud proactiva por parte de las administraciones y no se deposite en la población toda la responsabilidad para gestionar la ingente cantidad de mensajes que recibe (muchas veces engañosos o directamente falsos). Por ejemplo: limitar la publicidad de productos insanos dirigidos a menores, mejorar la información alimentaria de la publicidad, el punto de venta y el etiquetado..."
Primera fecha de publicación de este artículo: 30/11/2020