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Encuestas electorales: Qué podemos creernos y qué no

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En las semanas previas a las elecciones, los medios de comunicación publican una gran cantidad de encuestas para estimar el porcentaje de votos y de escaños que tendrá cada uno de los partidos que se presentan. Y cada vez que aparecen surgen varias preguntas:  cuál es su fiabilidad, si se han “cocinado”, si se han podido manipular… De hecho, en un estudio del CIS del año 2017 el 58,6% de los encuestados declaró confiar poco o nada en las encuestas (pág. 4). Hoy hemos querido explicar algunas de las claves de cómo se elaboran las encuestas, desde su diseño hasta su publicación.

Las encuestas no están ideadas para predecir resultados, aunque se utilicen para ello

Por lo general, nos tomamos las encuestas como una predicción de los resultados de unas futuras elecciones. Sin embargo, no están diseñadas para ello. Según George H. Gallup (1957), sirven y están pensadas para tomar el pulso de la ciudadanía respecto a algunos asuntos públicos: políticos, económicos, culturales, sociales…

Para poder hacer una predicción hace falta aplicar lo que conocemos como “cocina”, ya que los datos en crudo no sirven para estimar resultados electorales, como ya explicamos en Maldita.es. Por esta razón, los barómetros mensuales del CIS, que no incluyen esta cocina, no deben tomarse como pronósticos, solo aquellos sondeos que la aplican.

Además, hay que tener en cuenta que la encuesta se hace en un momento exacto, y que las opiniones de los votantes pueden cambiar. Además, debido a la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG) en España no se pueden publicar sondeos en los cinco días anteriores a las elecciones (artículo 69), por lo que el efecto de las campañas electorales muchas veces no queda reflejado. De hecho, en la campaña para las elecciones del 10 de noviembre, que será de ocho días, sólo se podrán publicar durante los tres primeros días.

Por último, también es recomendable no limitarse a mirar una encuesta, sino comprobar cómo han ido evolucionando, lo que permite entender la tendencia de cada partido. Una herramienta muy interesante para esto son las medias de encuestas y tendencias que realiza Kiko Llaneras en El País.

¿Por qué las respuestas de 3.000 personas se pueden extrapolar a toda la población española?

Es absolutamente imposible entrevistar a todos los ciudadanos españoles para conocer su intención de voto, además de contraproducente - en el tiempo que llevaría encuestar a todos, seguramente muchos ya habrían cambiado de opinión. Por suerte, en estadística existe un concepto llamado “muestra representativa”. Esta métrica indica cuál es el número de personas que puede representar al total de una población. En España las encuestas suelen tener en cuenta a las personas con nacionalidad españolas de 18 o más años.

Esta cifra, según el INE, es de 34.564.739 personas. Utilizando una calculadora para obtener la muestra representativa y usando el error muestral (la diferencia que puede haber entre muestras) del 1,8%, que es la que suele utilizar el CIS, podemos ver que el número de entrevistas necesarias es de 2.964 (el CIS suele hacer unas 3.000). La calculadora indica que el nivel de confianza es del 95%: Esto significa que de cada 100 muestras - 100 conjuntos aleatorios de 2.964 personas - 95 arrojarían los mismos resultados.

Además, para que sea más representativa, tanto las encuestas del CIS como la mayoría de las realizadas por encuestas demoscópicas incluyen cuotas. Por ejemplo, deciden que el número de mujeres entrevistadas sea proporcional al número de mujeres en España. Otra cuota que suelen aplicar es la de grupos de edad, para que la muestra sea más parecida a la población real, y por provincias, para que ningún territorio esté infra o sobrerrepresentado.

La forma de difundir la encuesta también influye en los resultados

No todas las encuestas se distribuyen de igual manera. Las tres fórmulas más habituales son cara a cara (como el CIS), por teléfono (como Metroscopia) o por internet (como 40db). Todos los métodos tienen sus ventajas y sus inconvenientes. Por ejemplo, en las presenciales es necesario que la persona entrevistada se encuentre en casa, por lo que es más fácil encontrar a personas en paro, trabajadores domésticos o jubilados.

Con las telefónicas depende de si se usan teléfonos fijos o móviles. Los fijos tienen la desventaja de que en muchos hogares, especialmente los de los jóvenes, ya no cuentan con este tipo de teléfono.Con respecto al móvil el riesgo es distinto, ya que hay muchas personas que tienen más de un dispositivo, por lo que tienen más posibilidades de ser preguntados.

Por último, las encuestas que se hacen de forma online requieren que los posibles encuestados primero se registren en un directorio, llamado “panel online”. Para esto, las personas ya tienen que tener un interés en el tema de la encuesta, además de disponer de una conexión a internet y manejarse con cierta soltura. Por lo tanto, las personas que responden a este tipo de encuestas suelen tener más interés, y por lo tanto más información sobre los temas de los que les preguntan, y su media de edad es menor que la de la media española.

Como hemos visto, todos los métodos de distribución de la encuesta incluyen sesgos que pueden hacer que los resultados varíen con respecto a la opinión real de la sociedad. Para subsanarlo, muchas veces las encuestas incluyen medidas de post-estratificación, lo que comúnmente se conoce como “cocina”.

En conclusión, cuando vemos una encuesta no podemos simplemente creérnosla. Tnemos que ver si se ha utilizado cocina y por qué, y compararla con las anteriores para conocer cómo evoluciona la tendencia.

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