En marzo empezó a viralizarse un cartel que decía que el 30% de las personas vacunadas contra la COVID-19 morirían en los próximos 3 o 6 meses. Supuestamente, las vacunas de ARN mensajero provocarían una tormenta de citoquinas y serían utilizadas "para la despoblación". Nos preguntasteis por este tema casi 50 veces a través de nuestro chatbot de WhatsApp (+34 644 229 319). Pero la predicción no se ha cumplido.
En España, a fecha del 31 de marzo, 2.721.084 personas habían recibido la pauta completa de vacunación, según los datos publicados por el Ministerio de Sanidad. Si la predicción del cartel fuera cierta, habrían fallecido más de 800.000 personas tras vacunarse por una tormenta de citoquinas, algo que no ha ocurrido.
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No hay evidencias de que las vacunas de ARNm contra la COVID-19 provoquen una tormenta de citoquinas
Las afirmaciones del cartel se le atribuían, en primer lugar, a la genetista francesa Alexandra Henrion-Caude, aunque a quien vemos en la imagen es a Sherri Tenpenny, una osteópata estadounidense y activista antivacunas. El contenido mencionaba también a Dolores Cahill, bióloga y profesora en la Facultad de Medicina del University College de Dublín. Las tres son conocidas por haber defendido desinformaciones sobre la pandemia de la COVID-19.
Supuestamente, según señalaba una versión más larga de texto del cartel, Dolores Cahill fue quien estimó que el 30% de los vacunados morirían porque la vacuna provocaría una tormenta de citoquinas "una vez que el cuerpo ha sintetizado la proteína de espiga en grandes cantidades". Cahill ya había defendido en otras ocasiones que las vacunas de ARN mensajero matan por generar una tormenta de citoquinas.
La tormenta de citoquinas (o de citocinas) es una respuesta inflamatoria desmesurada en la que está implicado el sistema inmune. Pero "no hay ninguna evidencia de que las vacunas produzcan tormenta de citocinas, al contrario, la evitan", aseguró a Maldita.es África González Fernández, catedrática de Inmunología de la Universidade de Vigo.
En esta misma línea, Pepe Alcamí, virólogo del Instituto de Salud Carlos III, manifestó que las vacunas "no inducen la proteína espiga (spike o S) en grandes cantidades", como se afirma en el texto que se difundió. Esto es así porque el ARNm de la vacuna dura muy poco y "al desaparecer el mensajero, la proteína no puede sintetizarse. Persiste el tiempo suficiente - unos pocos días - para inducir una respuesta inmune", explicó Alcamí.
De hecho, la Agencia Europea del Medicamento (EMA), en su recomendación para autorizar la comercialización de vacuna de ARN de Moderna, también indicaba que el ARN mensajero de la vacuna no permanece en el cuerpo:
"Cuando una persona recibe la vacuna, algunas de sus células leerán las instrucciones del ARNm y producirán temporalmente la proteína de pico. El sistema inmunológico de la persona reconocerá esta proteína como extraña y producirá anticuerpos y activará las células T (glóbulos blancos) para atacarla.
Si, más adelante, la persona entra en contacto con el virus SARS-CoV-2, su sistema inmunológico lo reconocerá y estará listo para defender al cuerpo contra él.
El ARNm de la vacuna no permanece en el cuerpo, se descompone poco después de la vacunación."
Pepe Alcamí aseguró que no se ha contemplado este supuesto efecto de las vacunas: "No se vio en el SARS, no se ha visto en los ensayos clínicos en los que hay gente que lleva ya más de 9 meses vacunada y no se ha visto nunca ese efecto".
*Este artículo se ha actualizado el 1/12/2021 para explicar que, ocho meses después de que empezara a circular el cartel, no ha fallecido el 30% de los vacunados.
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