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MALDITO BULO

No, el director ejecutivo de Pfizer no es el responsable de la "creación" de la enfermedad de las vacas locas

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Está circulando por Facebook un texto que afirma que Albert Bourla, director ejecutivo de Pfizer, fue quien tuvo la idea de "tomar tripas de animales de matadero no utilizadas y triturarlas en alimento para ganado" lo que condujo "a la creación de la enfermedad de las vacas locas". La publicación asegura que Bourla tuvo esta "idea" cuando estaba al frente de la división de Sanidad Animal de Pfizer en Europa, en la década de los 90. Pero es un bulo. Tanto la práctica de utilizar carne y huesos de ganado para la alimentación animal como la epidemia de encefalopatía espongiforme bovina (EEB), conocida como la enfermedad de las vacas locas, son anteriores.

Esta verificación ha sido realizada en el marco del proyecto #VACÚNAte que Maldita.es y la agencia de noticias Servimedia desarrollan contra la desinformación sobre las vacunas de la COVID-19 con el apoyo de Google News Initiative.

La epidemia de las vacas locas tuvo lugar antes de que Bourla estuviera al frente de la división de Sanidad Animal de Pfizer en Europa

La encefalopatía espongiforme bovina (EEB) es una enfermedad cerebral mortal, neurodegenerativa y transmisible del ganado, según indica la Organización Mundial de la Salud (OMS). Tiene un largo período de incubación, de 4 a 5 años. Las personas pueden contraer una variante de esta enfermedad, llamada Creutzfeldt-Jakob (vCJD), según señala la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés).

La epidemia de esta enfermedad comenzó en el Reino Unido, en 1986 se notificó por primera vez en este país pero, tal y como indica la OMS, es probable que algunos casos ya se hubieran dado durante la década de 1970.

Por lo tanto, la enfermedad es anterior a los inicios de Albert Bourla en Pfizer. Según la biografía publicada en la web de la compañía, en 1993 empezó su carrera como director técnico en Grecia de la división de Sanidad Animal. Y, durante la década de los 90, ocupó "puestos de creciente responsabilidad dentro de Sanidad Animal en toda Europa" hasta que se trasladó a Nueva York en 2001.

La práctica de utilizar los desechos de carne y huesos del ganado para la alimentación animal se remonta a principios del siglo XX

Como se señala en el texto que está circulando, está enfermedad sí se ha relacionado con el uso de los desechos de carne y huesos de los mataderos. Según la OMS, "la naturaleza del agente de la EEB aún se está debatiendo", pero hay evidencias que sostienen que está compuesto por una proteína denominada "prión". Esta proteína "se transmite a través del consumo de suplementos de harina de carne y huesos contaminados con EEB en la alimentación del ganado".

Javier Hermoso de Mendoza, veterinario de sanidad animal, explica a Maldita.es que, una vez se obtiene la carne en los mataderos, quedan grasas, restos de músculos, huesos, piel y vísceras que no pueden destinarse al consumo humano. Se les denomina Subproductos de origen Animal No Destinados A Consumo Humano (SANDACH), a los que se les ha dado usos como "la suplementación de dietas animales".

Según la OMS, esta práctica de "reciclar la proteína animal como ingrediente de alimentación animal se remonta al menos a la década de 1920". En este estudio de 2003 sobre la EEB se explica que, a comienzos del siglo XX, se determinó que los restos de carne y huesos del ganado eran ricos en proteínas y podrían ser reutilizados "como suplemento dietético" para la alimentación animal. "Surgen así las harinas de huesos y carne cuyo uso y producción en cadena experimentó un auge entre 1970-1990 en Europa y EEUU", señala Hermoso de Mendoza. Y añade: "La regulación de su uso ha dependido siempre de las autoridades sanitarias. La empresa farmacéutica en cuestión [Pfizer] no tiene potestad para legislar sobre la composición de los piensos animales".

En esta misma línea, Ignacio De Blas, profesor del Departamento de Patología Animal de la Universidad de Zaragoza, afirma: "Dudo que ni Pfizer ni Bourla tengan algún papel en la emergencia de las vacas locas. El origen de las vacas locas fue culpa de los gobiernos británicos (especialmente los de Margaret Thatcher en los 80) que favorecieron el procesado a bajas temperaturas de los desechos animales para hacer harinas de carne por motivos económicos y presiones de la industria transformadora de esas harinas, de forma que no se inactivaban los priones". Algo en lo que coincide en apuntar Aranzazu Mateos San Juan, investigadora de la E.T.S.I. Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas de la Universidad Politécnica de Madrid.*

Como decimos, la enfermedad de las vacas locas se notificó por primera vez en el Reino Unido en 1986 y la práctica de utilizar carne y huesos de ganado para la alimentación animal se remonta a décadas atrás. Por lo tanto, son anteriores a la carrera de Albert Bourla en Pfizer.

El bulo sobre el director ejecutivo de Pfizer también ha llegado a México, donde ha sido desmentido por los verificadores de Animal Político, miembros del International Fact-Checking Network (IFCN) del que también forma parte Maldita.es. Juan Antonio Montaño Hirose, exmiembro de la Comisión Científica de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), explicó a Animal Político en que este técnica de alimentación animal ni surgió en la década de 1990 ni fue creada por Pfizer.


Este es el texto completo de la desinformación:

"EL CREADOR DE SU NUEVA VACUNA COVID
Soy Albert Bourla, de Grecia, Presidente de la gran farmacéutica Pfizer y responsable de su NUEVA VACUNA CONTRA el COVID-19.
Soy veterinario (doctor para animales)y una vez estuve a la cabeza de Salud para animales para la Unión Europea completa, donde tuve la brillante idea de tomar tripas de animales de matadero no utilizadas y triturarlas en alimento para ganado, lo que condujo a la creación de la enfermedad de las vacas locas."


En este artículo han colaborado con sus superpoderes l@s maldit@s Javier Hermoso de Mendoza e Ignacio De Blas.

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*Este artículo se ha actualizado el 25/03/2021 para incluir la respuesta de la investigadora Aranzazu Mateos San Juan.


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