Nos habéis preguntado por contenidos de algunos medios que afirman que entre las nuevas recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se aconseja no utilizar mascarillas al hacer deporte ya que "disminuye la disponibilidad de oxígeno y aumenta los niveles de dióxido de carbono que absorbemos". Pero es un bulo.
A pesar de que la OMS recomienda no usar mascarilla al realizar una actividad deportiva intensa, en ningún momento ha dicho que sea por una supuesta disminución de oxígeno o el aumento de dióxido de carbono en sangre. Ya hemos explicado que no es cierto que las mascarillas tengan este efecto. Os contamos lo que sabemos al respecto.
La OMS recomienda no usar mascarilla para hacer deporte desde junio pero no porque disminuya el oxígeno o aumente el CO2 que respiramos
El pasado 1 de diciembre la OMS publicaba esta Guía para el uso de mascarillas en el contexto de la COVID-19, una actualización de la propuesta por primera vez el 5 de junio de 2020.
Su recomendación, que no ha variado en los últimos meses, es no utilizarla cuando se lleve a cabo una actividad física intensa. Sin embargo, en ella no hace mención a que utilizarlas durante la actividad física reduzca la cantidad de oxígeno que respiramos ni aumente la de CO2, sino a que usarlas "puede reducir la habilidad de respirar cómodamente".
Ante la consulta de Maldita Ciencia, la OMS nos ha remitido a la guía que han publicado, indicando el fragmento sobre las evidencias en que se basa esa recomendación y en el que en ningún momento se menciona una menor disponibilidad de oxígeno o un aumento de los niveles de CO2.
A través de este documento, la OMS expone que hay estudios limitados sobre los beneficios o perjuicios de utilizar mascarilla durante el ejercicio físico. En general, los datos disponibles sugieren que aunque la disnea (dificultad para respirar) puede aumentar y alterar el esfuerzo percibido con la actividad, los cambios en los gases en sangre y otros parámetros fisiológicos impuestos por las mascarillas durante la actividad física son pequeños, "a menudo demasiado pequeños para ser detectados, incluso durante períodos muy intensos de ejercicio", explica este estudio publicado en la revista Annals of the American Thoracic Society.
"Si bien los datos disponibles sugieren que los efectos negativos del uso de telas o mascarillas quirúrgicas durante la actividad física en personas sanas son insignificantes y que es poco probable que afecten significativamente a la tolerancia al ejercicio, para algunas personas con enfermedad cardiopulmonar grave cualquier resistencia adicional pueden ser la causa de una mayor disnea y, por tanto, afectar la capacidad de ejercicio", añaden los autores.
El informe de la OMS concluye que la medida preventiva de mayor importancia es mantener la distancia social y asegurarse de que el entorno donde se realiza el ejercicio está bien ventilado.
"Si la actividad se realiza en un interior, debe garantizarse una ventilación adecuada en todo momento", incide la organización y añade que "se debe prestar especial atención a la limpieza y desinfección". "Si no se pueden garantizar las medidas anteriores, debe considerarse el cierre temporal de las instalaciones públicas de ejercicio en interiores", concluye.
La sensación de agobio que a veces pueden provocar las mascarillas no significa que causen hipoxia
A raíz de la actualización de la guía sobre mascarillas de la OMS han empezado a circular tuits y mensajes en los que se interpreta lo que dice la OMS, que las mascarillas "pueden reducir la habilidad de respirar cómodamente", como una confirmación de una teoría conspiratoria antimascarillas muy habitual que dice que su uso causa hipoxia. Pero hay que recordar que cierta sensación de agobio o sofoco no significa que se reduzca el nivel de oxígeno en nuestra sangre, que es lo que significa el término hipoxia.
Ya hemos desmentido en Maldita Ciencia que el uso de las mascarillas cause hipoxia (aquí). Aquí ya explicamos que las mascarillas filtran partículas, no gases. Es decir que, aunque puedan retener el vapor de agua, dejan pasar el O2 hacia dentro y el CO2 hacia fuera para que respiremos sin problemas. En palabras de Fernando Usera, investigador del Servicio de Bioseguridad del Centro Nacional de Bioseguridad (CNB-CSIC), las mascarillas son “barreras físicas contra aerosoles y gotas de saliva, no para el oxígeno o cualquier otro gas, cuyas moléculas tienen un tamaño mucho menor”.
Pero entonces ¿a qué se deba esa sensación de sofoco que todas y todos hemos sentido llevando esta protección?
“Lo que sabemos”, dice Xavier Muñoz Gall, del Servicio Neumatología del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona y de la Sociedad Catalana de Neumología, “es que efectivamente las mascarillas incrementan el trabajo respiratorio. Y que este trabajo es proporcional a la mayor filtración de la mascarilla. Así que, de menos a más, primero serían las mascarillas quirúrgicas, luego las FFP2 y finalmente las FFP3”.
Según Usera, un componente importante de la sensación de agobio que pueden provocar las mascarillas, que él admite sentir a veces también, puede ser “psicológico” y aconseja de vez en cuando quitarse la mascarilla en una situación donde haya suficiente distancia y en un sitio ventilado y “tomar un breve descanso” antes de volvérsela a poner.
La maldita Arancha Santos Bertrán de Lis, médico que nos ha prestado sus superpoderes, recuerda que “la mascarilla puede resultar incómoda pero no requiere un gran esfuerzo respiratorio que pueda llevar al agotamiento. La sensación de ahogo que de vez en cuando podamos sentir puede ser debida a la propia incomodidad, a la ansiedad, al calor, o a la sensación de claustrofobia”.
Primera fecha de publicación de este artículo: 10/12/2020.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes la maldita Arancha Santos Beltrán de Lis, médico.
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