Una chica trata de adivinar las notas de sus exámenes en la EBAU; su amiga le dice las notas reales, más bajas de lo esperado, y la primera rompe a llorar porque no le dará la calificación para acceder a la carrera universitaria que quiere. Este tipo de escenas son las que pueden verse en un trend que ha llenado este año TikTok desde que, a principios del mes de junio de 2024, se celebrara la Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad en toda España.
En algunos casos, las calificaciones han superado las expectativas de los estudiantes, pero en muchas ocasiones son peores de lo esperado. Según los expertos consultados por Maldita.es, estos vídeos están motivados por la búsqueda de notoriedad en redes sociales y la necesidad de conseguir likes y aceptación social. Los jóvenes se sobreexponen en un momento de vulnerabilidad sin ser conscientes de cuánto comparten ni de las consecuencias: la huella digital que dejan detrás sobre su vida privada o el impacto que los comentarios (tanto negativos como positivos) pueden tener sobre su estado emocional.
@carlaadiazz__ mejor no vamos a comentar la robada historica que han hecho…sobretodo en biología🤐 #evau #evau2024 #robada #reaccionevau ♬ sonido original - carla diaz
Los adolescentes tienen normalizada la publicación de vídeos que muestran su vida privada en redes, motivados por la búsqueda de reconocimiento
Son muchos los adolescentes que han publicado en TikTok vídeos (que luego se han movido también en otras redes sociales) mostrando sus reacciones a las calificaciones obtenidas en la EBAU (estas pruebas, junto con la nota media de Bachillerato, conforman la calificación con la que los estudiantes podrán acceder a una carrera universitaria). Los expertos apuntan a que este fenómeno, que ha cogido fuerza con la convocatoria de 2024, pero que ya se había dado en años anteriores, se debe a la búsqueda de reconocimiento que persiguen los usuarios (sobre todo los más jóvenes) en redes sociales.
Valentín Martínez-Otero, doctor en psicología y profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, explica a Maldita.es que entre los objetivos de las personas que comparten sus experiencias emocionales con un público amplio está la “búsqueda de apoyo” y la necesidad de “generar empatía”; pero también un intento de “aprovechar una tendencia viral para aumentar su visibilidad y número de seguidores”.
“Tienen en la cabeza que compartir su vida en redes sociales les ayudará a ganar notoriedad”, coincide Silvia Álava, doctora en Psicología Clínica y de la Salud. Según explica la experta, este aumento de reconocimiento dentro de una red social o aplicación (que se traduce en más seguidores, comentarios y likes) activa en el cerebro de los adolescentes el núcleo accumbens (el encargado de gestionar el circuito de recompensa de una persona).
En resumen, convierte nuestras ganas de hacer algo en acciones reales, ayudándonos a sentir, pensar y movernos de la manera correcta para lograrlo. En este contexto, el hecho de publicar un vídeo y conseguir visualizaciones, comentarios o likes (lo que definiríamos como recompensa) hace que los adolescentes quieran seguir subiendo contenido a sus redes sociales de tal forma que puede llegar incluso a “resultar adictivo”, según explica Álava.
@lpmaree Todos a revisión o que ☕️☕️☕️😴😴😴
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Además, publicar contenido en redes sociales es algo que esta generación tiene muy normalizado, según Yolanda García, psicóloga en un instituto de educación secundaria y maldita. La experta asegura que compartir en redes sociales sus motivaciones, miedos o incertidumbres es parte de su “bagaje de personas que han nacido con móvil en lugar de chupete”. Pero también es, en palabras de García, “parte de un mecanismo de sobreexposición pública que se utiliza como antídoto a la frustración”.
Sobreexponerse así en redes sociales puede engrosar nuestra huella digital y afectarnos a futuro
Que los protagonistas de estos vídeos sean adolescentes (normalmente la EBAU se realiza a los 17 o 18 años), hace que les resulte más difícil (en ocasiones incluso imposible) distinguir entre lo que debe ser público y lo que debe seguir siendo privado. “No son conscientes de que, a veces, están compartiendo parcelas que sería mejor que se quedaran en la vida privada”, explica Álava.
Una de las consecuencias directas de estas publicaciones es la llamada huella digital. Es el rastro que todas las personas dejamos cuando utilizamos internet (como las cosas que publicamos en redes sociales) y “nos va a perseguir a lo largo de nuestra vida”, recuerda Álava.
Los estudiantes que están publicando vídeos relacionados con sus calificaciones en la EBAU en este momento ven muy lejos el momento de conseguir un trabajo o aplicar a una beca, pero la experta recuerda que esto queda “reflejado”. La viralidad del vídeo dura unos días y se deja de hablar de él, “pero eso no significa que se haya borrado de redes y no impide que en un futuro te pregunten por él”, recalca. Martínez-Otero explica que estos vídeos podrían influir en la “percepción que tendrán futuros empleadores o instituciones educativas sobre la capacidad emocional y la madurez de los individuos”.
Cuando publicamos algo en internet perdemos de alguna manera el control que tenemos sobre ello, pero aquí puedes leer consejos para borrar (o al menos reducir) tu huella digital.
Los comentarios (positivos y negativos) en estos vídeos pueden afectar en un momento de vulnerabilidad y generar un bajón colectivo
Medir las consecuencias de publicar este tipo de vídeos puede ser especialmente difícil para los adolescentes debido a que el lóbulo prefrontal de su cerebro, el responsable de prever consecuencias futuras y regular emociones y conducta, aún no está desarrollado, explica Álava. Y esto hace que cualquier sobreexposición sea negativa, explica Ana Pérez, psicóloga y maldita que nos ha prestado sus superpoderes.
Además de sumar a su huella digital, los adolescentes que protagonizan este tipo de vídeos están mostrando un momento de vulnerabilidad y no pueden controlar cómo será interpretado por otro usuario. “Pueden estar viendo el vídeo personas que no te van a apoyar emocionalmente, que no van a ser capaces de validar tu emoción y con los que no te vas a sentir comprendido”, asegura Álava.
Los comentarios negativos (presentes en muchas de estas publicaciones) y vídeos parodiando a los estudiantes que han sacado malas notas refuerzan estos sentimientos. “En un momento de máxima vulnerabilidad y de secuestro emocional es complicado que los sepan digerir”, asegura Álava. Y esto puede conllevar “problemas de autoestima, vergüenza o culpa”, según Martínez-Otero.
Los comentarios positivos también podrían tener efectos dañinos: con este refuerzo positivo se activa el núcleo accumbens y esto “hace que nos podamos volver adictos a cada vez subir más cosas y a esa necesidad de tener una aprobación positiva”, insiste la psicóloga.
Además, los adolescentes que consuman estos vídeos estando en la misma situación académica también pueden salir perjudicados. Pérez asegura que es inevitable que se produzca una cierta identificación personal con el contenido que los usuarios consumen en redes sociales, “y más cuando hay un nexo de unión como estar viviendo un contexto similar o casi idéntico”.
Esto hace, según Álava, que se propaguen los sentimientos negativos. “Estos vídeos pueden generar un contagio emocional de esa tristeza, frustración o una sensación de indefensión pensando que es imposible llegar a conseguir una nota muy alta”, aclara. Las consecuencias, según la psicóloga, puede ser que no se estudie con la misma energía ni con las mismas fuerzas que si no hubieran visto estos contenidos.
Como respuesta a este viral, Ana Pérez cree que sería positivo generar contenidos que ayuden a los jóvenes en estas situaciones; como divulgar el modo de gestionar “emocionalmente un estado de frustración generado tras constatar que tus resultados no se ajustan a tus expectativas”, asegura. En el entorno digital, donde predominan vídeos de baile, viajes o comida, si se tratan bien estos contenidos “ver que, a veces, las cosas no son como uno espera, es un choque de realidad sano”, aclara.
En este artículo han colaborado con sus superpoderes las malditas Ana Pérez y Yolanda García, psicólogas.
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