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Tecnofobia, dispositivos que nos “espían” y drones kamikaze: hablamos de tecnologías que dan miedo en el 120º consultorio de Maldita Tecnología

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¡Hola, malditas y malditos! Llueva, truene, sea festivo o se haya producido una apocalipsis zombie por Halloween, el consultorio tecnológico ve la luz cada martes en Maldita.es. Esta semana, coincidiendo con la celebración del Día de todos los Santos y, seguramente, con la terrorífica resaca de muchas personas que ayer decidieran disfrazarse y salir a celebrar. Puede que, en ese caso, alguien haya decidido vestirse de aquello que más miedo le da: un ordenador. ¿Como que un ordenador? Efectivamente, hablamos hoy de la “tecnofobia” y del miedo a la tecnología y a ciertos dispositivos. Si no te suena, quédate que te lo contamos.

También hablamos de tecnologías que parecen salidas de una peli de ciencia ficción, como los drones kamikaze, un tipo de arma autónoma que tiene bastantes años y que hemos visto cómo se ha utilizado en la invasión de Rusia contra Ucrania. Además, ¿cuántas veces has oído eso de que los dispositivos en casa te “espían”? ¿Qué hay más terrorífico que eso? Por eso, ponemos la frase en contexto y damos algunas pautas para mejorar nuestra seguridad en el hogar.

Si te quedas con más dudas, solo tienes que preguntar: a nuestro Twitter o a nuestro chatbot de WhatsApp (+34 644 229 319), escribiendo tu pregunta en este formulario o mandando un mensaje al correo [email protected]. ¡Que lo paséis de miedo con el consultorio de hoy!

¿Me espía la aspiradora? ¿Cómo limitar la escucha de los dispositivos del Internet de las Cosas?

En 2050, se calcula que habrá 24.000 millones de dispositivos interconectados en todo el mundo. ¡Imagina que todos estos dispositivos se volvieran contra nosotr…! No, no van por ahí los tiros de este consultorio de Halloween. Pero, siendo realistas, sí que hay que tener en cuenta que existen ciertos riesgos asociados al uso de los dispositivos de internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés), y es que es necesario conocer la gran cantidad de datos que recogen de nosotros y, en particular, de nuestras casas. No para dejar de utilizarlos, sino para hacerlo con todos los recursos de información posibles.

Que si la aspiradora inteligente, que si Alexa ponme esta canción, que si luces que se encienden a nuestro paso y persianas inteligentes que se suben, o calefactores que regulan la temperatura según nuestros gustos… De hecho, puede que hayas leído por ahí la palabra espionaje a raíz del último movimiento de Amazon para comprar iRobot, la empresa dueña de Roomba. Aunque esta es solo una acción más, en los últimos años, se ha hablado mucho de que nuestros aparatos nos “espían”, así que es normal que se nos haya quedado en la cabeza. Pero vamos a aprovechar para dar algunas unas pautas y claves para que todo quede mucho más claro.

Capítulo de Los Simpsons del especial de Halloween XII en el que automatizan totalmente su casa con el sistema Ultrahouse 3000. 'Spoiler': sale mal.

“La palabra espiar es demasiado simplista. Muchas tecnologías necesitan datos para su correcto funcionamiento, y a esos datos se le puede dar uno o más usos. Es lo que conocemos como la economía o el capitalismo de los datos y todos somos conscientes que eso sucede. La pregunta interesante es que cosas se hacen que no sepamos: ¿son los micrófonos de los asistentes una amenaza a la privacidad? ¿Son estos dispositivos de limpieza un riesgo? Pues la respuesta es depende”, afirma Alfonso Muñoz, Staff CyberSecurity Engineer en SandboxAQ.

Amazon es precisamente la big tech que más peso tiene en los smart home (todos los ejemplos de IoT mencionados pueden estar integrados con Alexa) y es esta la razón por la que escuchamos tantos comentarios negativos sobre su uso.. Desde 2017, domina el mercado de los asistentes de voz del hogar, con cifras crecientes cada año. Aun así, no es la única empresa que fabrica dispositivos inteligentes para el hogar y que, por supuesto, también recoge datos sobre su uso.

La organización británica de defensa de las libertades civiles y la privacidad sin fines de lucro y sin partidos Big Brother Watch, en su escrito para la Comisión Digital, de Cultura, Medios de Comunicación y Deportes sobre Tecnología conectada: ¿inteligente o siniestra? de junio de 2022, reconoce que esta conectividad omnipresente puede crear "riesgos de recopilación de datos intrusivos, vigilancia y piratería informática".

En el informe ilustran la posible gama de riesgos asociados a diferentes dispositivos inteligentes que cada vez son más comunes en las casas. Uno de los que menciona el informe son los timbres inteligentes de Amazon (un dispositivo llamado Ring doorbell), con cámaras de vídeo en directo, captura de audio y hasta reconocimiento facial en algunas ocasiones. Por tanto, no hablamos de “espionaje” por parte del dispositivo, sino de los usos que se le pueden dar a todos esos datos posteriormente, y de ahí que tengamos que ser conscientes y elegir cuándo los queremos tener en casa y cuándo no.

Por ejemplo, un problema que señala Big Brother Watch es que los datos que recogen estos dispositivos pueden llegar con facilidad a la policía, sin necesidad de una orden judicial. The Guardian reportó en julio de 2022 que Brian Huseman, vicepresidente de políticas públicas de Amazon, reconoció que este año han entregado vídeos de Ring Doorbell a la policía de Estados Unidos al menos 11 veces sin permiso de los propietarios. En Maldita.es ya hemos abordado cuándo está una empresa tecnológica obligada a entregar datos que guarda sobre nosotros a un gobierno o un tribunal en un requerimiento judicial.

“Está claro que esos datos benefician a las compañías y que van a intentar conseguirlos, venderlos y darles otros usos. Para impedirlo entra en juego la legislación, la moralidad de los ingenieros y los investigadores independientes para detectar vulnerabilidades y malos usos”, asegura Muñoz.

¿Es posible tener un hogar inteligente y no ser espiado? Pues ahí es donde queríamos llegar. Hay varios pasos a seguir para disfrutar de tener dispositivos conectados en casa y no estar pensando que recogen todo lo que hacemos en ella.

Angela G. Valdés, técnica de ciberseguridad del área de Ciudadanos del Instituto Nacional de Ciberseguridad de España (INCIBE), nos da algunos consejos: antes de comprar siquiera el aparato, podemos “buscar información sobre ese dispositivo y sus vulnerabilidades”. “Puede ser que se haya sufrido una, pero que el fabricante se preocupa de esas cuestiones y ha sacado un parche para corregirla. Tenemos una cierta tranquilidad porque vemos que el fabricante se preocupa de ello. Si vemos que hay vulnerabilidades conocidas pero no hay actualización del sistema operativo, veremos que no van a cuidar nuestra seguridad”, ejemplifica.

También nos anima a informarnos sobre las políticas de privacidad del dispositivo: “¿Qué información va a recoger sobre nosotros? ¿La va a enviar a terceros? ¿Cuánto tiempo la va a guardar? Todo esto tiene que venir recogido”, asegura.

Una vez que tengamos el dispositivo en casa, lo primero es revisar las configuraciones de seguridad y privacidad según nuestros intereses y tenerlo encendido solo cuando lo vayamos a usar. Además, como lo vamos a conectar a nuestra red WiFi, podemos tener cierta precaución en cuanto a cómo conectarlo: “Lo aconsejable es configurar el router con varias redes y conectarlo independientemente. Así, si un dispositivo se ve vulnerado o infectado con malware, evitamos que se propague a otros”, recomienda. Para este paso, Valdés recomienda llamar al 017, el teléfono de atención ciudadana del INCIBE.

¿Qué es la tecnofobia? ¿Qué implica tenerle "miedo" a la tecnología?

Hablemos del “miedo” a la tecnología. Sí, sí, de tener miedo al uso de ciertos dispositivos. Ya hemos explicado a fondo qué es el tecnoestrés y lo que nos genera… Pero la tecnología también puede darnos, directamente, miedo. La tecnofobia se manifiesta en una resistencia a hablar o interactuar con la tecnología. Nos produce ansiedad, así como pensamientos hostiles, y todo eso se cuece a nivel mental, por lo que combatirlo es complicado, como con cualquier otro miedo.

“Dentro de la literatura científica y académica, el término ‘tecnofobia’ se ha utilizado como sinónimo de tecnoestrés, miedo y ansiedad a los ordenadores, ciberfobia y fobia a los ordenadores (computerphobia en inglés)”, nos explica Conchi Castellanos, Doctora en Psicología Experimental y Neurociencias del Comportamiento en la Universidad de Granada, y maldita que nos ha prestado sus superpoderes. ¿Por qué a los ordenadores, especialmente? Principalmente, porque era la tecnología más moderna cuando se empezaron a realizar los estudios, señala, en los años 80, cuando se popularizó el término. Más adelante, con la introducción de nuevas tecnologías, se amplía el margen al desarrollo tecnológico.

Por tanto, también se podría definir como “un miedo irracional y/o ansiedad que se produce como respuesta a nuevos estímulos derivados de una tecnología que modifica y/o cambia la manera normal (rutina) o previa en la que la persona realiza una cierta tarea o trabajo”, remarca Castellanos.

En este caso, no es que nos diera miedo una máquina o un robot por tener aspecto terrorífico (algo que generalmente suele pasar en las pelis y no tanto en la vida real), sino que sería un avance tecnológico que no controlamos el que nos causaría esa aprensión, estrés o ansiedad que posteriormente se traduce como miedo.

Esta idea la refuerza la experiencia de Aurora Gómez, psicóloga especializada en comportamientos digitales: “El miedo hacia robots, por ejemplo, se da por una falta de autoestima en lo tecnológico por la falta de habilidades. Ven un cacharro que es complejo y sobre el que no tiene posibilidad de actuar y lo que hacen es evitarlo”. La fobia a la tecnología no hay que confundirla, recuerda Gómez, con movimientos “ideológicos”: no hablamos de miedo cuando algunas personas dicen que “no quieren que haya máquinas porque les van a quitar el trabajo”.

En sus sesiones de terapia, Gómez sí que detecta en numerosas ocasiones esa fobia a la tecnología. Y habla de fobia porque, literalmente, causa un miedo irracional y una respuesta de estrés a las personas que pasan por ella: “Son personas que llegan al trabajo y se les obliga a usar tecnología. Es posible que usen ciertas áreas, pero no todas. No piden cita en el médico, no la utilizan para el ocio, para tema de cuentas bancarias, etc. En esa gente se va desarrollando una resistencia que cada vez va a peor”. Añade, además, que en su caso el perfil que más detecta que pasa por este tipo de trance son las mujeres.

“Empiezan con la conversación de que no quieren terapia online porque se les da mal la tecnología. Las dos primeras sesiones puede ser un caos para conectarnos; quieren utilizar más el móvil que el ordenador o empiezan a decir que van a pagar físicamente, con un sobre o que te ingresan el dinero en el banco”, afirma. Pone como ejemplo, incluso, el caso de una paciente que completó una carrera universitaria usando su móvil para realizar las tareas, con tal de no tener que usar el ordenador.

La siguiente fase de los efectos de ese miedo irracional podrían verse reflejados en un brote psicótico, tal y como señala Gómez: “Cada vez que aparece una tecnología nueva, la gente pensaba que podía servir para radiar sus pensamientos y que fueran públicos, por lo que una de las características del brote es que tengan miedo a ser espiados”. En este caso, pasamos a un tipo de miedo relacionado con nuestra privacidad, más que con la incapacidad de manejar la tecnología.

Esto, decíamos, en un caso extremo. Entre los principales síntomas asociados a esa fobia a la tecnología, la doctora Castellanos se refiere a los recogidos en un estudio realizado en los años 90: sudoración de las manos, palpitaciones, y dolor de cabeza al interactuar con un ordenador; una aparente sensación de calma y relajación que en realidad se acompaña de “un bombardeo de pensamientos y mensajes negativos como ‘todo el mundo sabe cómo hacer esto menos yo’ o ‘voy a equivocarme de tecla y romper la máquina’; y ansiedad generada por la falta de conocimiento sobre el uso de la máquina.

¿Te has sentido identificado con alguno de estos síntomas o con las explicaciones más generales sobre el miedo a la tecnología? Quizás pienses que este tipo de fobia es más común en las personas mayores por un tema generacional, pero lo cierto es que puede sufrirla cualquier persona. Por eso, Gómez nos da algunas pautas para actuar contra ella: acudir a formaciones de escuelas de adultos en los que se dan clases de alfabetización digital; trabajar esa alfabetización en otros espacios en los que nos sintamos seguros (la especialista recomienda los movimientos asociados al software libre); y también, importante, pedir ayuda en nuestro entorno.

¿Qué son los drones llamados kamikaze y cómo se están usando con fines militares?

Si preguntamos a una persona cualquiera por la calle para qué sirve un dron, las respuestas pueden ser muy variadas: para sobrevolar espacios a los que no podemos acceder y ver qué hay, grabar vídeos desde las alturas, transportar paquetes… Sin embargo, no sabemos hasta qué punto a la gente se le ocurriría hablar de uno de los objetivos más espeluznantes de los drones, y que tiene que ver con su uso militar.

En realidad, la pregunta tiene que ver con el hecho de que esta tecnología haya saltado a la palestra de los medios de comunicación a raíz de su uso en la guerra que continúa teniendo lugar entre Rusia y Ucrania. Pero vayamos por partes: ¿qué es un dron kamikaze? ¿Para qué se utiliza?

Como se puede extraer de su nombre, los drones llamados kamikaze son aquellos que no se recuperan. Son un tipo de aparato que se lanza contra un objetivo al que se pretende dañar y pasa a quedar inutilizable. ¿Y por qué se querría ‘estrellar’ un aparato tecnológico si sabemos que lo vamos a perder? “El objetivo que tienen es abaratar la guerra, ya que las medidas defensivas no son tan efectivas”, asegura Julián Estévez, profesor e investigador en Robótica e Inteligencia Artificial en la Universidad del País Vasco, quien además nos presta sus superpoderes como maldito.

El uso de estos drones no es una novedad, como recuerda Estévez, sino que en otros conflictos bélicos como el de Siria o en la guerra de Ucrania de 2014 también se utilizaron, así como contra objetivos terroristas, como Bin Laden. “Los drones se masificaron y se les dio mucho uso en la lucha antiterrorista”, cuenta el investigador. Es más, nos habla de cómo hasta cierto punto se llegó a considerar en la década pasada que los drones eran una forma de “matar con metadatos”: “Se usaban los datos del móvil, de la navegación o a veces del GPS cuando una persona pasaba de un país a otro” para localizar a los objetivos y, entonces, se dirigían drones autónomos contra ellos.

Dron llamado The Punisher (El Castigador). UA Dynamics. Imagen: "Guerra 'low cost': cómo Ucrania está usando drones contra Rusia. The Conversation. 

“La ideología de usar drones se empezó a tener en cuenta en Vietnam, en 1969, la primera guerra sensorizada, porque no se veía nada debajo de la frondosidad de la selva. Ahí fue donde una parte del ejército americano empezó a pelear por desarrollar ese tipo de tecnología y encontrar a los soldados escondidos”, nos explica Estévez. También asemeja el uso de drones con el uso de cometas con fuego en las confrontaciones entre dinastías chinas que se arrojaban sobre una población.

La clave, una vez más, era “abaratar” el conflicto: “El dron no ofrecía un coste político, ya que a menudo eran incursiones secretas, no ponías en riesgo a tus soldados, no se enteraban los medios, etc. Si todo salía bien, no matabas civiles. A nivel político, no había que dar la cara, o sea que todo era más barato”, explica Estévez a Maldita.es.

“Parece que se está tendiendo a conflictos bélicos de mayor latencia, pero menor intensidad, ya que fabricar un dron es más barato que movilizar cientos de tanques y barcos. Si el dron es kamikaze, sabes que vas a perder algo, y eso puede llevar a tener una guerra más rápida y low cost”, continúa el investigador. Además, resalta otra ventaja para los atacantes y es que algunos drones, depende de cómo estén fabricados, no tienen por qué llevar un componente qué país lo ha utilizado y, aunque lo acusen de su uso, no habría manera de probar que sea suyo.

A nivel tecnológico, los drones pueden usarse en diferentes contextos militares. Por ejemplo, con fines de vigilancia (controlar al objetivo sin necesidad de estar cerca); de correción de tiro (el dron ayuda a que la artillería apunte un poco mejor y a lanzar bombas y misiles); o los ya mencionados drones llamados kamikaze. También se pueden utilizar a modo de enjambre para dirigir ofensivas aéreas. Esto se trabaja en diferentes proyectos europeos, como ilustra este reportaje en elDiario.es.

Hasta ahora hemos hablado de drones teledirigidos o drones programados mediante algoritmos para seguir un recorrido o realizar una acción. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que existen drones autónomos, aparatos que han sido programados con inteligencia artificial para ‘decidir’ cuándo realizar una acción, como descargar munición o atacar a un objetivo.

Estévez habla, por ejemplo, del programa Bugsplat, un software de simulación que calculaba el daño que infligiría* una bomba arrojada por uno de estos drones (en bajas civiles) y que, por otro lado, pretendía estandarizar mediante algoritmos cómo debía actuar un dron en determinados ataques. Es decir, el automatizar que una de estas máquinas decidiese por su cuenta si disparar o no o si lanzar un explosivo o no, con las consecuencias fatales que eso puede generar en personas inocentes.

Aquí comenzamos a hablar de armas autónomas, un campo que poco a poco se está explotando en contextos bélicos pero también a nivel regulatorio en instituciones europeas, debido a que, por el momento, no hay normas al respecto: “No hay regulación para el uso de drones en contexto militar. Sí hay campañas como Stop killer robots para concienciar sobre ello y en las Naciones Unidas se ha empezado a reflexionar sobre ello”, concluye Estévez, aunque por el momento no haya nada concreto sobre la mesa sobre las reglas que aplicarán en un espacio sensible como una guerra.

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En este artículo han colaborado con sus superpoderes l@s maldit@s Julián Estévez, especialista en robótica e IA, y Conchi Castellanos, especialista en psicología experimental. Castellanos forma parte de Superpoderosas, un proyecto de Maldita.es en colaboración con FECYT que busca aumentar la presencia de científicas y expertas en el discurso público a través de la colaboración en la lucha contra la desinformación.

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