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Inteligencia artificial para prevenir delitos, smart cities y el auge de los bitcoins: llega el 37º consultorio de Maldita Tecnología

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¡Buenos días, malditas y malditos! Nuevo martes y, por tanto, nuevo consultorio de Maldita Tecnología. En esta ocasión responderemos vuestras preguntas sobre ciudades inteligentes, el auge de las criptomonedas y el uso de inteligencia artificial en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, eso que ya se ha empezado a denominar policía predictiva.

Antes de responder estas consultas, ya sabéis que podéis seguir mandando preguntas a través de cualquier canal: Twitter, Facebook, al correo electrónico [email protected] o a través de este formulario. Ahora sí, ¡empezamos!

¿Qué es la policía predictiva? ¿Es ética? ¿Se puede utilizar la inteligencia artificial para prevenir delitos?

Aunque parezca un asunto más propio de la ciencia ficción, el uso de algoritmos e inteligencia artificial (IA) para combatir el crimen es ya una realidad en varios puntos del planeta. El debate sobre su conveniencia, sus ventajas o sobre sus posibles sesgos, sin embargo, también se está asentando en varios ámbitos de la sociedad civil de una forma cada vez más intensa.

Lo primero de todo, ¿qué se entiende como policía predictiva? Según la definición del Instituto Nacional de Justicia de Estados Unidos, uno de los países pioneros en la aplicación de este tipo de tecnologías, son los algoritmos que “tratan de aprovechar el poder de la información, las tecnologías geoespaciales y los modelos de intervención basados en pruebas para reducir la delincuencia y mejorar la seguridad pública”.

El objetivo, además, pasaría por utilizar las grandes bases de datos con la que cuentan los Estados en materia de delincuencia para hacer que “las fuerzas de seguridad pasen de reaccionar ante los delitos a predecir qué y dónde es probable que ocurra algo y desplegar los recursos en consecuencia”.

Esta definición, sin embargo, incluye términos que pueden llegar a ser confusos para el ciudadano acerca del respeto a sus derechos o sobre el propio papel de los algoritmos en el proceso de ‘alerta’ ante la posibilidad de que se cometan nuevos delitos.

Así lo advierte a Maldita Tecnología Cecilio Angulo Bahón, director del Centro de Investigación en Inteligencia Artificial y Ciencia de Datos de la Universitat Politècnica de Catalunya, quien propone ser más selectivo con los términos y competencias de las tecnologías desarrolladas en este campo.

“‘Prevenir delitos' y 'policía predictiva' son dos expresiones totalmente alejadas de lo que propone la inteligencia artificial (IA). Si fuese el caso, que debería valorarse éticamente, un sistema de IA puede 'predecir' delitos. Es decir, establecer que unas circunstancias pueden conllevar, con alta probabilidad o certeza a la comisión de un acto especificado como delito. La IA no actúa, en ningún caso”, detalla el experto.

Como prevenir estaría relacionado con la actuación previa a la comisión de un crimen, los algoritmos desarrollados en el campo de la seguridad no tienen la capacidad para ello, en todo caso para “predecir delitos en tanto que situaciones similares a (o definidas de forma similar a) otras anteriores que conllevaron actos definidos como delito”.

Una 'policía predictiva' es una contradicción. Un 'policía' es un agente y por tanto se entiende que actúa (de forma activa o pasiva) ante una situación. Si su función es predictiva, entonces hablamos de un agente investigador, como en el caso forense, pero no conlleva una actuación”, concluye el profesor.

En los últimos meses, las tecnologías de reconocimiento facial y el uso de big data dentro de los cuerpos de Policía han estado de actualidad. Así, la Policía de Minneapolis ha prohibido el uso de reconocimiento facial en su departamento tras haber detectado sesgos “raciales, étnicos y de edad”, un debate que también se ha trasladado a Canadá.

En España, la empresa privada también ha estrechado lazos con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, según detalla en este artículo El Salto. Empresas como Eurocop ya han conseguido varios contratos públicos para “proporcionar sistemas de software y soluciones de automatización, destinadas a aumentar la eficacia y productividad de los servicios de policía”. 

En nuestro país también se han pronunciado en este debate José Luis González y Miguel Camacho, miembros de la Secretaría de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior y del Consejo de Estado, respectivamente, a través de este artículo científico fechado en noviembre de 2020.

Ejemplo que aportan González, Santos y Camacho en su investigación 'Policía predictiva en España. Aplicación y retos futuros' sobre el uso de big data. A la izquierda, conjunto de homicidios en una localidad segmentados por su motivación o entorno en el que sucedieron. A la derecha, vista del gráfico aplicando los filtros: víctima varón y menor de edad.

En él, se afirma que “la policía predictiva debe entenderse como un conjunto de herramientas de apoyo en la toma de decisiones de los investigadores policiales”. 

“Ni los sistemas predictivos ni la sociedad están aún preparados para dejar las decisiones enteramente en manos de estos modelos, por lo que actualmente, ni la confianza excesiva ni el rechazo total de estas prácticas son beneficiosos, ya que el uso de los datos en la toma de decisiones es el futuro de los cuerpos policiales”, sostiene el documento.

Pese a ello, se insta a avanzar en la implementación de estos algoritmos para mejorar el análisis global de todos los datos aislados con los que cuenta la base de datos de la Policía, trabajando a su vez en la “aceptación social de estas herramientas”.

Para las asociaciones de derechos digitales, el problema de una eventual implantación de este tipo de algoritmos depende de los sesgos con los que se diseñen. Un asunto que ya tratamos en este vídeo y sobre el que hace hincapié Simona Levi, fundadora de la asociación Xnet.

Según afirma a Maldita Tecnología, “la cuestión de la IA en general, ya sea en la policía predictiva o en cualquier otra cosa, son los sesgos. Sobre el papel es todo maravilloso porque todo se podría solucionar con las matemáticas, pero en realidad quien programa la IA es humano y se reproducen los sesgos”.

Por ello, la activista considera que estas técnicas  son “tremendamente peligrosas” porque la automatización de alguna toma de decisiones perpetuaría “los sesgos que ya encontramos en la policía actual. Sesgos de discriminación racial, por estatus social, etcétera. Esto además tiene un aura de infalibilidad por ser matemático, que es todavía peor porque complica la de apelar y defenderse”.

Últimamente he escuchado en varios ámbitos el término smart cities. ¿A qué se refiere? ¿Qué actualizaciones necesita una ciudad para considerarse ‘inteligente’?

¿Pueden las ciudades ser inteligentes? ¿Qué necesitan para ser consideradas como tal? El término smart cities se ha colado en el programa de muchos ayuntamientos en los últimos años y, para la Comisión Europea, las localidades deben apuntar en esta dirección con el objetivo de “mejorar el uso de los recursos y producir menos emisiones”.

Preguntamos sobre el asunto a nuestro maldito Enrique Hernández Martínez, geógrafo doctor por la Universidad de Sevilla experto en planificación estratégica y territorial y desarrollo local. Según explica, el término de ciudad inteligente empezó a popularizarse a comienzos de siglo para designar a aquellas localidades que ponían en marcha “estrategias y proyectos basados en la aplicación de las TIC para conseguir estándares avanzados de bienestar y eficiencia”.

Hoy en día, sin embargo, el término se ha delimitado a la puesta en marcha de “tecnologías digitales para la gestión de la movilidad, la eficiencia energética, la gestión de los residuos o el ciclo del agua, entre otros”.

En otras palabras, poner sobre la mesa la mayor cantidad posible de recursos tecnológicos para que las tareas municipales cuenten con un alto grado de eficiencia.

En los últimos años, además, desde Bruselas se han destinado numerosos recursos para que las ciudades implanten este tipo de tecnologías: es el caso de las Estrategias de desarrollo Urbano Sostenible (EDUSI), las Agendas Urbanas o el reciente fondo Next Generation EU. Este último, surgido tras duras negociaciones entre los Estados miembro durante la crisis sanitaria, pondrá el foco en la transición climática y digital, por lo que se espera que surjan numerosos proyectos a nivel local que ayuden a proyectar ciudades más sostenibles.

A ojos de Hernández, este tipo de iniciativas de inversión englobadas dentro de la estrategia de las smart cities “ofrece respuestas parciales y tiende a obviar algunos de los problemas más graves que enfrentamos. Por eso sospecho que en determinadas estrategias urbanas, se prefiere hablar de smart city antes que hablar de desigualdad, de pobreza, de exclusión, o de vivienda, o de espacio público o de ciudadanía”.

Para conocer en qué punto está la aplicación de estas estrategias de innovación municipal pedimos a nuestro maldito Miquel Estape que nos preste sus superpoderes. Como experto en Administración Pública y gobiernos digitales, Estape considera que “en España hay diversas iniciativas muy interesantes” en este ámbito, “aunque hay que reconocer que invertir en ciudades inteligentes es muy caro con el modelo actual: la inmensa mayoría de los ayuntamientos pequeños, medianos y también grandes están en un estado de muy incipiente”.

En este sentido, recomienda también echar un vistazo al Índice de Ciudades Inteligentes, elaborado por el Instituto por el Desarrollo de la Dirección y la Universidad de Tecnología y Diseño de Singapur. Este informe, además, cuenta con la particularidad de que “la evaluación del grado de madurez de la ciudad inteligente se realiza a partir de la percepción de los ciudadanos, en lugar de la valoración por comités o tribunales que no siempre aplican criterios rigurosos”, apunta nuestro maldito.

En el informe de 2020 nos encontramos con cuatro ciudades españolas en el top 100: Bilbao (24), Madrid (45), Zaragoza (48) y Barcelona (49).

En los últimos años, los proyectos que se han impulsado en varias ciudades españolas incluyen gobernanza electrónica, mejora en la eficiencia del transporte público y recogida de basuras, gestión del alumbrado, urbanismo y accesibilidad de los datos públicos.

No paro de ver anuncios para invertir en bitcoins o criptomonedas. ¿Cómo funcionan? ¿Es seguro poner dinero en ellas?

Ya sea como método de pago o como valor de inversión, las criptomonedas (y el bitcoin en concreto) se han abierto un hueco en la cartera de muchos ciudadanos en los últimos años. El valor de las criptodivisas más populares, además, acumula meses al alza: un bitcoin equivale a más de 43.700 euros mientras que el Ethereum, por citar otro ejemplo, ya cotiza a 1.450 euros.

Primero, antes de adentrarnos en su cotización, es interesante analizar su funcionamiento. ¿Qué es un bitcoin y cómo se crea? Consultamos a Cristina Pérez Solà, profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) especializada en criptodivisas y protocolos seguros de blockchain.

“Bitcoin es una moneda basada en la criptografía que funciona sobre una red P2P. Bitcoin utiliza dos primitivas criptográficas, que son la base de su seguridad. Por un lado, la criptografía de clave pública, que le permite realizar firmas digitales para autorizar pagos sin que estas autorizaciones puedan ser falsificadas. Por otro lado, las funciones hash, que son la base de la prueba de trabajo, que permite generar un consenso en la red P2P y, con ello, evitar que haya doble gasto de la moneda”, explica.

Por tanto, dos usuarios que quieran hacer una transacción con bitcoins deben contar con un ‘monedero virtual’ que disponga tanto de esta clave pública como de la privada.

Una vez compartidos estos códigos, se pueden transferir bitcoins de una cuenta de origen a otra de destino siempre que haya saldo en la primera. Todo ello de forma encriptada. ¿Y cómo se evita que un usuario gaste más criptomonedas de las que en realidad tiene? ¿O que gaste dos veces una misma moneda? Responde la experta:

“Pues bien, con el objetivo de prevenir el doble gasto, Bitcoin anota todas las transacciones ocurridas en un registro común conocido como cadena de bloques o blockchain. De este modo, cuando se recibe una transacción, se puede comprobar si los bitcoins que esta gasta ya han sido gastados en el pasado o no”.

Todo un sistema autogestionado por el propio funcionamiento de la criptodivisa y que no depende de ningún banco central o gran intermediario que revise el proceso. Con este tipo de monedas, tanto emisor como receptor se conectan entre sí de forma directa y dejan una ‘muesca’ en la gran cadena de transacciones que se realizan a diario.

¿Quiénes son los encargados de dar fe de esta transacción? Los denominados ‘mineros’, una red de usuarios que aportan fuerza de trabajo (es decir, potencia de procesamiento a través de numerosos servidores) para comprobar que las transacciones son válidas y no repetidas. 

A cambio de poner en común su capacidad de verificar transacciones, estos ‘mineros’ obtienen una cantidad variable de bitcoin. Hoy en día, solo grandes instalaciones de procesamiento (con decenas de ordenadores funcionando simultáneamente) pueden hacer esta tarea, siendo tan grandes y ágiles que monopolizan el sistema de verificación de transacciones.

De acuerdo, una vez conocida la parte teórica… ¿es rentable invertir en ellas? Lo cierto es que el valor de estas divisas ha crecido de forma exponencial en los últimos años, aumentando el temor de que se trate de una burbuja artificial que pueda estallar en cualquier momento.

El bitcoin, en este sentido, pasó de cotizar a 350 euros la unidad allá por marzo de 2016 a 6.500 euros en junio de 2018. La barrera de los 10.000 se batió en octubre de 2020 y en apenas cinco meses su valor se ha cuadruplicado.

Evolución del valor del bitcoin a lo largo de los últimos años. Fuente: coindesk.com

Este boom ha hecho saltar las alarmas de varias instituciones, que ya han alertado sobre los peligros de invertir en criptomonedas. El Banco de España emitió un comunicado conjunto con la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) a inicios de febrero en el que alertaron de “su extrema volatilidad, complejidad y falta de transparencia, que las convierten en una apuesta de alto riesgo”.

Según explican, aún no existe un marco regulatorio que fije las normas de juego en este mercado, algo que afecta a las “garantías y protección” que sí tienen otros productos financieros.

Además, advierten sobre su “limitada” aceptación como medio de pago, la posibilidad de “robo, estafa o pérdida” o su “alto componente especulativo”.

En esta guía de inversión de la Asociación Europea de Asesoría y Planificación Financiera, asimismo, recomiendan seguir cinco puntos clave antes de embarcarse en una operación de este tipo relativas al proceso de información sobre las distintas divisas y al estudio de plataformas “seguras y fiables” de inversión.

Sobre las estafas relativas al bitcoin hemos hablado recientemente en Maldita.es en este artículo. Se trata de un timo que está circulando recurrentemente en los últimos meses y en el que se insta a invertir en bitcoin usando como reclamo a caras conocidas como Leo Messi, Amancio Ortega o Risto Mejide.

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En este artículo han colaborado con sus superpoderes los malditos Miquel Estape y Enrique Hernández Martínez.
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