Hay productos sobre los que no dudamos si van o no directitos a la nevera una vez colocamos la compra: sabemos que, evidentemente, deben. Es el caso de la carne, el pescado, los yogures, los embutidos, las sobras de alimentos ya cocinados… Otros, sin embargo, quizás generen dudas. Puede que te haya pasado con los huevos (que también deben guardarse en la nevera, aunque en el supermercado estén a temperatura ambiente) o con ciertas frutas.
Para almacenar y conservar correctamente los productos, es imprescindible respetar la cadena de frío, un concepto fundamental para reducir el riesgo alimentario. Consiste en mantener un alimento o producto a baja temperatura (normalmente a menos de 5º C) de forma constante. De este modo, impedimos que los microorganismos capaces de causar intoxicaciones alimentarias se multipliquen con rapidez y alcancen una cantidad suficiente como para hacernos enfermar.
De ahí que los productos que necesitan refrigeración no deban sobrepasar estos 5º C o que, si lo hacen, sea durante el menor tiempo posible. Pero, ¿se debe aplicar esto también a las bebidas? La respuesta es que depende.
¿Qué bebidas tienen que mantener la cadena de frío?
“Hay bebidas, como los refrescos, la cerveza, el vino o los licores, que no requieren mantener la cadena de frío”, señalan desde la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN). Al menos, antes de haberlas abierto. Tampoco es necesario en aquellas en las que no es fácil que se desarrollen microorganismos dentro de su periodo de vida útil. “Por ejemplo, el agua mineral, ya que no es un medio rico en nutrientes”, destaca Miguel Ángel Lurueña, tecnólogo de los alimentos y divulgador.
El motivo es o bien que estas bebidas no reúnen los requisitos que necesitan los gérmenes para sobrevivir o bien que han sido sometidas a ciertos tratamientos térmicos antes de envasarlas para eliminarlos. En cualquier caso, hasta que no se abra el recipiente, los microorganismos no podrán acceder a su contenido y, por lo tanto, no hay que preocuparse de que se multipliquen en caso de que estos permanezcan a temperaturas mayores que las de nuestra nevera.
“Sin embargo, otras bebidas sí requieren que se mantenga la cadena de frío, ya sea desde su producción o desde que se abre el envase, para evitar el crecimiento microbiano”, añaden desde la AESAN. El motivo es que favorecen el desarrollo de microorganismos debido a su aporte de nutrientes, como indica Lurueña.
Aquí entrarían, por ejemplo, los zumos frescos o la leche pasteurizada… También habría que mantener la baja temperatura en las bebidas “con alguna característica que se quiera preservar, como las bacterias ácido-lácticas del yogur”, afirma el experto.
Una pista: la fecha de caducidad
Como consumidores, debemos prestar atención a las bebidas más susceptibles de riesgo microbiológico (como la leche pasteurizada u otras bebidas que la contengan), normalmente las que tienen fecha de caducidad y no de consumo preferente.
“En función del tipo de bebida, el producto puede tener fecha de consumo preferente, que no se refiere a su seguridad (siempre que se haya conservado adecuadamente y sin abrir), sino a su calidad”, explican desde la AESAN. En estos casos, aunque se recomienda tener presente la información del fabricante sobre el producto, “en principio, no supone un motivo de preocupación, al no ser productos microbiológicamente perecederos”, aseguran. Es lo que ocurre, por ejemplo, con los refrescos.
Sin embargo, en las bebidas que sí cuentan con fecha de caducidad, esta marca el momento en el producto deja de considerarse seguro.
El envase también nos cuenta cómo debemos conservar un producto
“La normativa de seguridad alimentaria abarca a todos los alimentos, incluidas las bebidas. La información que se facilita al consumidor es de gran importancia para hacer un uso seguro de los alimentos”, aclaran desde la AESAN.
Además de la fecha de caducidad o de consumo preferente, añaden, son importantes datos como el modo de empleo; la lista de ingredientes, donde se incluyen de forma destacada aquellos que produzcan alergias o intolerancias alimentarias; y, precisamente, las condiciones especiales de conservación.
Por lo tanto, no existen recomendaciones útiles para todas las bebidas por el hecho de serlo, sino que dependerá del tipo de bebida que sea. En estas, al igual que en cualquier producto, se aplica o bien fecha de consumo preferente o bien la de caducidad: datos que nos proporcionarán una pista sobre si el producto es o no perecedero y, por lo tanto, la forma y el tiempo ideal de conservarlo.
Este contenido fue publicado el 16 de abril de 2025 en la web de Consumer.