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En el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo: mitos y bulos sobre este trastorno del desarrollo

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Los trastornos del espectro autista (TEA) son un grupo de trastornos del desarrollo que afectan a la comunicación y al comportamiento. En Maldita Ciencia recopilamos algunos mitos, bulos y desinformaciones sobre este trastorno. Os contamos por qué no hay evidencias de que las vacunas causen autismo o que ni el dióxido de cloro, las terapias con delfines o una dieta restrictiva sirvan para curarlo.

No, no hay evidencias de que las vacunas causen autismo 

Un bulo histórico que se ha viralizado durante años se refiere a que las vacunas causan autismo. Esta idea resulta especialmente dañina: es uno de los motivos (aunque no el único) de que en algunos países estén bajando las coberturas de vacunación contra enfermedades que ya estaban controladas y en vías de erradicación. 

Pero en realidad no hay absolutamente ninguna evidencia científica de que las vacunas produzcan autismo. Las vacunas pueden tener algunos efectos secundarios que, en la enorme mayoría de los casos son leves y poco duraderos, pero el autismo no se encuentra ni siquiera entre los más graves. Es importante tener en cuenta de que antes de que una vacuna llegue a la población ha pasado por estrictos controles de seguridad y de eficacia. 

En Maldita Ciencia también os hemos desmentido que haya un informe que demuestre que hay 89 casos "comprobados" de autismo por culpa de las vacunas. El informe en cuestión se basa en premisas erróneas y ni siquiera dice que esos casos estuviesen causados por las vacunas, solo lo sugiere pero ni lo afirma ni lo demuestra.

No, no hay evidencias de que el dióxido de cloro cure el autismo

Múltiples bulos que circulan por las redes sociales indican que el dióxido de cloro o CDS puede curar enfermedades como la malaria, el cáncer, el sida, la esclerosis o el autismo. Pero, tal y como os hemos explicado en Maldita Ciencia, no hay evidencias científicas de que sea así.

El supuesto mecanismo de acción es el siguiente: el clorito de sodio (MMS) se diluye en agua y se mezcla con un ácido suave (limón, o vinagre, por ejemplo), lo cual termina generando un gas, llamado dióxido de cloro o CDS. 

El clorito de sodio y el dióxido de cloro en el que se transforma tienen una fuerte acción oxidante, y consumirlo puede producir dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea, intoxicaciones, fallo renal y alteraciones sanguíneas. Es decir, que el MMS es un producto tóxico y corrosivo del que hay documentados casos de graves daños renales en caso de sobredosis. 

No, no hay evidencias de que las terapias con delfines sean efectivas para tratar el autismo

Una de las propuestas más peculiares para curar o mejorar a los pacientes con TEA es la interacción con delfines, que según los que la defienden puede influir positivamente en ciertos trastornos infantiles como el síndrome de Down, el autismo, la parálisis cerebral e incluso el coma.

Sin embargo, no hay evidencias científicas de que la terapia con delfines tenga efectos positivos más allá del placebo: hay que tener en cuenta que recibir este tratamiento supone viajar a un lugar nuevo, navegar por océanos tropicales y disfrutar de un ambiente de optimismo que podría influir en el estado de ánimo del niño. Gran parte de la información sobre los beneficios de esta técnica, además, procede de anécdotas personales o estudios científicos con métodos difusos e intereses económicos.

No, una dieta restrictiva (sin gluten o sin lactosa, por ejemplo) no es la solución al autismo

Algunas páginas web aseguran que el autismo puede curarse a través de la alimentación. Sin embargo, las evidencias científicas al respecto no son lo suficientemente sólidas como para poder asegurar que esto ocurra: una dieta restrictiva no es solución al autismo.

Durante los últimos años, numerosos estudios han investigado la posibilidad de que este tipo de trastornos estuviese de alguna forma ligado a problemas del aparato digestivo, dado que muchos síntomas de los pacientes de TEA están relacionados con complicaciones gastrointestinales.

Por ello, es habitual la discusión sobre cómo podría influir la alimentación en los pacientes con este trastorno y si, a través de la misma, podría minimizarse la gravedad de algunos de los síntomas. En concreto, se habla de posibles intolerancias alimentarias y alergias de estos pacientes y se aconsejan dietas carentes de gluten y caseína o lácteos. 

Sin embargo, la neuropediatra María José Mas explicaba a Maldita Ciencia que si no existe un problema alimenticio concreto (como la celiaquía o la intolerancia a la lactosa), “el uso de dietas tan restrictivas, que eliminan alimentos propiamente infantiles, merman la inclusión social en niños que ya lo tienen difícil de por sí”. Además, un estudio publicado en la revista European Journal of Nutrition indica que no existen evidencias suficientes para afirmar que una dieta restrictiva sea beneficiosa para los síntomas principales de TEA en niños.

No, el método Tomatis no sirve para curar el autismo

El método Tomatis es una supuesta terapia auditiva para curar, entre otras cosas, el autismo. Pero se trata de un timo. No hay evidencias de que este método cure o mejore los problemas vocales o comunicativos.

Este método fue creado por el médico otorrinolaringólogo Alfred Tomatis poco después de la Segunda Guerra Mundial. Se basaba en la idea (sin evidencias científicas detrás) de que algunos problemas vocales eran en realidad problemas de audición provocados por bloqueos cerebrales causados por una mala experiencia previa y que impedían captar determinadas frecuencias de sonido. Estos bloqueos podían causar también cambios en el comportamiento, lo cual explicaría el trastorno autista pero también la dislexia o la esquizofrenia.

Para “curar” todo esto, construyó un aparato que lograba que el cerebro volviese a captar esas frecuencias previamente bloqueadas emitiendo nuevos patrones de sonido, mejorando así todos esos trastornos y discapacidades. Esos nuevos patrones podían ser desde música de Mozart hasta la voz alterada de la madre del paciente. Pero, tal y como ya os hemos contado, nada de todo esto parece tener ningún efecto real sobre los pacientes con autismo.

Qué sabemos sobre la supuesta relación entre los partos provocados y el riesgo de autismo

También se ha hablado sobre si existe alguna relación entre la inducción al parto y el autismo. La duda surge a partir de algunos estudios contradictorios sobre el tema. El primero concluía que los niños nacidos en partos inducidos mostraban una mayor probabilidad de padecer un trastorno del espectro autista que los niños nacidos sin que a sus madres se les provocase o favoreciese el parto.

Pero, cuidado: es importante tener en cuenta que este estudio mostraba una correlación, no una causalidad. Que los partos inducidos se asociasen con trastornos del espectro autista podría deberse a que los partos inducidos causasen el trastorno; a que por algún motivo el trastorno dificultase los partos y eso obligase a inducirlos con más frecuencia; o a que otro factor desconocido fuese la causa tanto del parto inducido como del trastorno.

El segundo estudio indicaba que posiblemente algunas características familiares fuesen responsables de los partos inducidos y del autismo, y no que los partos inducidos fuesen los responsables del autismo. Los autores llamaban a la tranquilidad de las embarazadas a las que fuese recomendable inducir el parto.


Primera fecha de publicación de este artículo: 02/04/2021

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