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Chemsex, relaciones sexuales dolorosas y el tamaño de la vagina. Llega el consultorio 224º de Maldita Ciencia

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¡Seguimos con los consultorios twitcheros! Para que no solo podáis leer las respuestas, sino también escucharlas de primera mano y directamente de los expertos que nos echan una mano para resolver vuestras preguntas. Esta semana, te quedan por delante cuatro mitos y datos relacionados con el sexo sobre los que curiosear.

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¿Qué es el chemsex y qué riesgos supone?

Química en forma de drogas + sexo: esto es básicamente a lo que nos referimos cuando hablamos de chemsex. ¿La finalidad? Aumentar el placer y la duración de las relaciones sexuales asumiendo, no solo los riesgos asociados a estas sustancias, sino también la posibilidad del desarrollo de una adicción en el ámbito sexual, de cambios en el mapa erótico y aumento del riesgo de contagio de infecciones de transmisión sexual (ITS).

Según el Ministerio de Sanidad, en relación al chemsex no se habla de una única sustancia, sino que “es muy habitual el policonsumo”, es decir “consumir varias en una misma sesión”: “Las sustancias utilizadas pueden variar de una a otra ciudad y cambiar a lo largo del tiempo”. Entre las identificadas, el ministerio señala las siguientes:

Fuente: Preguntas y respuestas sobre chemsex, Ministerio de Sanidad

Aun con esta información, resulta difícil precisar la composición de muchas de las drogas relacionadas con esta práctica. “Hay tantas combinaciones y aparecen nuevas de manera tan rápida que no se llega a saber lo suficiente sobre ellas. Pueden poner en peligro la salud de las personas y acabar incluso en muerte”, advertía en Twitch Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología.

Las vías por las que se administran son muy variadas: desde oral hasta esnifada, inhalada, fumada, rectal, intravenosa o intramuscular. Como indica el Ministerio de Sanidad, aun siendo minoritario, el consumo inyectado (slam o slamming) es el que presenta mayores riesgos para la salud.

Es fácil que parte de las sustancias utilizadas durante el chemsex, como la cocaína y la metanfetamina, generen adicción. Su combinación con el sexo y el papel de las tecnologías (como las aplicaciones de contactos y las webs de pornografía) junto con la soledad u otros factores de vulnerabilidad, “pueden dar lugar a cuadros complejos, pudiendo requerir atención de servicios especializados en adicciones, entre otros”, advierte el ministerio.

Además, de la misma forma que el uso aislado de estas sustancias puede causar adicción, también pueden hacerlo las intensas sensaciones generadas durante las relaciones sexuales bajo sus efectos. “Se trata de estímulos muy potentes que aumentan muchísimo la actividad de nuestros neurotransmisores” y que pueden incluso cambiar el mapa erótico de la persona. “Esto puede hacer que mantener relaciones sin los efectos de estas sustancias ni tenga el mismo impacto ni genere las mismas sensaciones ni produzca ese mismo refuerzo positivo”, aclara Molero.

Por último, la excitación, desinhibición y sensación de confianza o seguridad generadas a raíz de su consumo puede afectar a la percepción del riesgo, alterando la capacidad para proteger la propia salud o la de los demás. “Estar bajo el influjo de determinados tóxicos que pueden hacer bajar la guardia” y “el riesgo de contagio de ITS aumenta”, advierte la experta: “Hay que tener mucho cuidado”.

Una vez más, es imprescindible hablar de educación sexual que permita tomar decisiones informadas. En palabras de Molero, no hay problema alguno en querer disfrutar de la sexualidad, siempre y cuando estas prácticas sean consentidas y entre personas adultas. “El problema aparece cuando se ingieren sustancias que pueden acabar con tu vida o, de alguna manera, llevar la funcionalidad sexual al máximo (sensaciones que pueden prolongarse durante más de 24 horas)”.

¿Puede el color del flujo vaginal darnos información sobre posibles problemas de salud?

Al igual que el color de las heces o de la orina puede darnos una pista sobre distintos aspectos relacionados con nuestra salud, como explicamos en Maldita.es, también puede hacerlo la tonalidad y consistencia del flujo vaginal, la mezcla de líquido y células normalmente claro o transparente, de consistencia viscosa e inodoro que la vagina secreta durante el día para mantenerse sana y limpia.

“Normalmente sabemos que nos ha salido un grano en la cara, lo vemos y podemos reaccionar, pero muchas veces existe desconocimiento a nivel genital, también en relación al flujo vaginal”, explicaba en Twitch Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS). Además, subrayaba la importancia de conocer nuestro propio cuerpo, saber qué es normal y qué no en él y prestar atención a aquellas señales que puedan significar problemas de cualquier tipo.

Es cierto que la apariencia de la secreción vaginal puede variar sin que exista motivo concreto relacionado con la salud: los cambios pueden depender, por ejemplo, del momento del ciclo menstrual. Ahora bien, en palabras de la experta, hay ocasiones en las que el color de este líquido también puede dar pistas sobre que algo ‘no va bien’: “Si se da un cambio significativo en su color y olor, contiene sangre o causa picazón o malestar, es menos probable que sea de naturaleza fisiológica”, indican los autores de este estudio.

“Cuando el flujo es blanquecino pero espeso, su consistencia recuerda a la de un yogur y viene acompañado de inflamación o de enrojecimiento de la zona genital, puede ser consecuencia de una infección vaginal por hongos, como la candidiasis vaginal. Sobre todo durante un resfriado, si hemos tomado antibióticos…”, señalaba Molero.

Si el flujo es más grisáceo, poco espeso y maloliente, que recuerda al del pescado podrido, puede tratarse de una vaginosis bacteriana, una infección causada por una cantidad excesiva de ciertas bacterias que cambian el equilibrio normal de las que habitualmente se encuentran en la vagina. “A veces, por cambios en el pH y el ecosistema vaginal, puede haber alteraciones de este tipo”, señalaba Molero. También se relaciona con dolor, picazón o ardor de la vagina.

Los tonos amarillentos o verdosos pueden ser señal de infección bacteriana o ITS, como tricomoniasis. En caso de color rojizo o marrón, puede significar una regla cercana, ser señal de un ciclo menstrual irregular y, en edades más avanzadas, incluso de la menopausia. “En algunos casos, puede ser un síntoma de algo más grave, como una infección o cáncer de cuello uterino”, añaden desde Planned Parenthood.

Por último, si es rosado, puede ser consecuencia de una irritación vaginal tras haber mantenido relaciones sexuales, aunque también de una infección u otra condición médica. “En algunos casos, puede ser una señal temprana del embarazo (lo que a veces es llamado sangrado de implantación)”, cuentan en la web de Planned Parenthood.

“El problema es que muchas infecciones de transmisión sexual (ITS) son asintomáticas. Algo que, a medio-largo plazo, puede ser problemático”. De ahí la importancia de la realización de pruebas de ITS si consideramos que hemos llevado a cabo un comportamiento sexual de riesgo (como mantener relaciones sin preservativo).

¿Tener mucho sexo 'agranda' la vagina?

La vagina es el conducto que conecta el útero con el exterior: desde la vulva hasta el cuello uterino. “Es un órgano alucinante, elástico, lleno de pliegues y con una capacidad de movilidad estupenda”, explicaba en Twitch Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología. 

También es protagonista de muchos mitos, entre ellos el que es probablemente uno de los más comunes entorno a la sexualidad y las relaciones sexuales: ¿es cierto que tener mucho sexo agranda la vagina? No: la vagina es un órgano elástico capaz de adaptarse al tamaño del pene, juguete sexual o aquello que se utilice para estimularla (por favor, cuidado con esto), volviendo a su forma original cuando cesa esa presión.

De hecho, esto último es una clave a subrayar: el sexo no es solo penetración, que es en lo que se basa el mito de este agrandamiento vaginal. En realidad, el sexo va mucho más allá: “También es erotismo, son miradas, comentarios, acercamientos, juegos, caricias… De ahí que al plantearnos tal pregunta [si el sexo agranda la vagina] no debamos hablar de ‘sexo’, como tal, sino de penetración”, indicaba la experta.

Es cierto que esta distensión puede ocurrir, al fin y al cabo, el tejido vaginal está compuesto por fibras de colágeno que pierden elasticidad con el paso del tiempo (como en el resto de tejidos corporales), pero no en función de la cantidad de relaciones sexuales con penetración, sino a raíz de otros factores como el haber dado a luz, algunos tratamientos oncológicos que provocan déficit de estrógenos, la menopausia o, como decimos, el mero paso del tiempo. “De hecho, es al revés: lo que hace la penetración y la masturbación a nivel de estimulación del clítoris es mantener la vagina activa”, concluía Molero.

¿Es normal que sea doloroso mantener relaciones sexuales cuando lleva tiempo sin hacerse?

Comentarios en tono de broma como “llevo tanto sin mantener relaciones sexuales que creo que vuelvo a ser virgen” o “se me va a reconstruir el himen” son los que preceden a un mito del que seguro que has oído hablar: que, tras un tiempo sin haber mantenido relaciones con penetración, estas pueden ser más dolorosas. Esto no es cierto: no debe normalizarse ni el dolor ni la sensación de molestia en este contexto. ‘Poder’, puede doler o molestar (a raíz de varios problemas relacionados con la salud); pero ‘tener’, no tiene por qué.

“Claro que puede doler si se reúnen los condicionantes necesarios para que te duela”, señalaba en Twitch José Alberto Medina, psicólogo y sexólogo. Pero esto no es lo habitual. “Me explico: el cuerpo tiene que estar en clave erótica, relajado, deseoso de tener sexo. Debe haber una colaboración mente-cuerpo lo más sincronizada posible. El mero hecho de que haya pasado tiempo no significa o justifica que tenga que doler”.

Estos comentarios, según Medina, pueden tratarse de una verbalización para cubrir un miedo, pero que realmente lo que hacen es reflejarlo. Por ejemplo, miedo a ‘haber perdido práctica’, a no hacerlo ‘bien’ o a no cumplir las expectativas del compañero o la compañera sexual. “Diciendo ‘me va a doler’, en futuro, ya estamos poniendo sobre la mesa la expectativa”.

Si todo tu cuerpo está tenso porque no te encuentras cómoda o cómodo con la persona con la que estás manteniendo relaciones sexuales, porque estás nerviosa o nervioso, porque no es un buen día o porque estás más pendiente del trabajo o de lo que tenga que decirte no sé quién en media hora, tu cuerpo puede responder así, con molestias o dolor. Al final, esto puede causar una falta de lubricación que haga el proceso más complicado y molesto. “No duele por la falta de práctica, duele por este tipo de variables y circunstancias”.

“Gran parte de la intervención que hacemos en las consultas de carácter sexológico, me atrevería a decir que en torno a un 80%, van muy encaminadas a desensibilizar la ansiedad, a que la persona se encuentre cómoda”, contaba el experto. El motivo, continuaba, es que el combo ansiedad y sexo no funciona. “No hay por dónde pillarlo”.

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