Sabemos que como el váter de casa, ninguno. Ahora bien, ¿hasta qué punto debe preocuparnos hacer nuestras necesidades apoyados en la taza del wc de un baño público? A pesar de que pueda resultar desagradable plantar nalga en esta superficie, lo cierto es que es muy difícil desarrollar una infección por hacerlo. Salvo que tengamos problemas en la piel que entra en contacto con el material, sería más probable enfermar por una higiene de manos insuficiente.
“Las probabilidades de desarrollar una infección por sentarse en la taza de un váter son muy escasas, dado que la mayoría de las enfermedades intestinales implican una transferencia ‘mano-boca’ de las bacterias como consecuencia de una contaminación fecal de las manos, la comida o las superficies de contacto”, explica en The Conversation Primrose Freestone, profesora titular de Microbiología Clínica en la Universidad de Leicester (Reino Unido).
Una revisión publicada en Science of The Total Environment indica que en los baños públicos suele haber más diversidad microbiana que en los privados y, probablemente, más riesgo de infección. Especialmente si tocas una superficie contaminada y luego te llevas la mano a la boca. Las superficies que se tocan con frecuencia en los baños pueden estar contaminadas con patógenos de origen fecal o urinario, según un estudio publicado en PLOS ONE.
Freestone añade que además, en caso de sentarnos sobre la taza, la piel humana está recubierta por una capa de bacterias y levaduras que actúa como un escudo protector altamente eficaz. “Bajo esta capa subyace nuestro sistema inmunológico, que es increíblemente bueno protegiéndonos de patógenos ‘sucios’”.
“Si la barrera de la piel está intacta y no se tiene ninguna enfermedad que altere la superficie cutánea, que ya de por sí es muy impermeable, no tiene porqué ocurrir nada”, explica en La Vanguardia Ana María Molina Pérez, del servicio de Dermatología de la Fundación Jiménez Díaz. Eso sí, de vernos afectados por alguna enfermedad cutánea, sí debemos tener más cuidado.
Conclusión: no hay ninguna necesidad de ponerse de cuclillas sobre el retrete. “De hecho, esta postura, además de incómoda, puede provocar lesiones o aumentar el riesgo de infección”, afirma la experta.
“El problema de intentar mantenerse ‘levitando’ sobre el váter mientras se orina es que los músculos del suelo pélvico y de la cintura pélvica se tensan demasiado, lo que dificulta el flujo de la orina y, a menudo, obliga a tener que empujar o ‘apretar’ un poco para hacer que salga más rápido [...] Esto puede contribuir a provocar un prolapso en el órgano pélvico”, señalaba en Daily Express Brianne Grogan, fisioterapia de salud femenina. La experta añade que “esto podría llevar a un vaciado incompleto de la vejiga” y “causar un aumento de la frecuencia y de la urgencia de la micción o, en casos extremos, incluso aumentar las probabilidades de que se produzca una infección de la vejiga”.
Coincide con estas afirmaciones la Universidad Estatal de Ohio: “Ponerse en cuclillas en lugar de sentarse en el inodoro (de manera generalizada) puede cambiar la mecánica de orinar; con el tiempo, eso puede aumentar el riesgo de reducir los síntomas del tracto urinario, incluida la disfunción del suelo pélvico y las infecciones”.