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MALDITA CIENCIA

Los aditivos de los garbanzos de bote no los hacen “altamente tóxicos”

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  • Los aditivos alimentarios son seguros: su uso está regulado; su cantidad, limitada y tienen una función tecnológica en el producto en el que se utilizan

  • Para establecer la seguridad de los aditivos no sólo se considera su contenido en un alimento, sino en el conjunto de la dieta. 

  • Un cambio en los hábitos alimentarios de la población puede hacer que se consuma mayor cantidad de aditivos y que sea necesaria una reevaluación

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“Muy buenas tardes, amigos. Hoy os traemos los altamente tóxicos y vomitivos garbanzos de bote. Aquí vemos los ingredientes que tienen: agua, sal y antioxidantes, disulfito sódico y E385”, señala la voz en off de un vídeo publicado en la cuenta de TikTok @comidabasura mientras alguien sostiene un bote de garbanzos de Hacendado, la marca blanca de la cadena de supermercados Mercadona. A continuación, la misma voz proporciona una serie de supuestas consecuencias asociadas al consumo de estos aditivos alimentarios, incidiendo en el riesgo que, en teoría, conllevan para la salud.

Sin embargo, los aditivos alimentarios (esos números E seguidos de cifras) son seguros: su uso está regulado y su cantidad estudiada y limitada. Esto no quiere decir que los productos de los que forman parte sean saludables (por ejemplo, los ultraprocesados no lo son) y que no puedan reevaluarse en función de los cambios generalizados en la alimentación de la población y la cantidad a la que estamos expuestos a través de nuestra dieta en conjunto.

Los aditivos están regulados y son seguros en las cantidades en las que se utilizan

En realidad, ninguno de estos dos ingredientes, en las cantidades en las que se utilizan, suponen peligro alguno para la salud: como todo aditivo alimentario, están regulados y cumplen una función en el producto del que forman parte (en este caso, en los garbanzos en conserva). Sin embargo, sí conviene recordar que en la mayoría de los casos los aditivos se encuentran en productos ultraprocesados que no son recomendables para nuestra salud (aunque no es el caso de los garbanzos de bote que se ven en el vídeo).

“Los aditivos no son de uso libre: una industria no decide que a su producto le va fenomenal una sustancia y se le añade alegremente. Solo pueden emplearse aditivos que estén evaluados por la EFSA (la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria)”, explica Beatriz Robles, dietista-nutricionista y tecnóloga de los alimentos en su libro Come seguro comiendo de todo.

Añade que es precisamente este órgano científico quien valora la seguridad de los aditivos, qué nivel de ingesta constante a lo largo de toda la vida es seguro y establece la ingesta diaria admisible (IDA).

La Comisión Europea solo autoriza los aditivos si comprueba que estos no suponen ningún riesgo para la salud, si considera que existe una necesidad tecnológica que justifique su uso y si este no induce a error al consumidor. “Pero, además, se regula en qué alimentos puede usarse cada uno de ellos y en qué dosis. Y si, en cualquier momento después de aprobados, aparecen pruebas científicas que indiquen que puede haber sospechas sobre su seguridad, se reevalúan de forma prioritaria y puede modificarse su autorización”, recuerda la experta.

¿Qué pasa con el aditivo E223? El problema está en la cantidad total de sulfitos que consumimos y los productos de los que procede la mayoría

El disulfito sódico o E223 es un tipo de sulfito, un grupo de sustancias derivadas del azufre que podemos encontrar tanto de forma natural en nuestro organismo como en alimentos, (manzanas, arroz, cebollas, coles…) y en bebidas (vino). Como aditivo, el E223 se utiliza para proteger los alimentos del deterioro, al inactivar o inhibir el crecimiento de microorganismos indeseables, como bacterias, levaduras y moho. También como antioxidante y estabilizador de color.

El problema de los sulfitos es que, en algunos casos, son difíciles de sustituir. Es lo que ocurre, por ejemplo, en el caso del vino”, explica a Maldita.es Miguel Ángel Lurueña, tecnólogo de los alimentos. “Además, el mayor consumo de productos procesados ha elevado su ingesta, en general”.

Es importante hacer hincapié en esta última idea: para evaluar la seguridad de los aditivos no sólo se considera su contenido en un alimento o la cantidad ingerida en una sola toma, sino en el conjunto de la dieta. “De ahí la necesidad de reevaluar los aditivos de forma periódica: un cambio en los hábitos de la población puede hacer que se consuma mayor cantidad de aditivos”, explica Lurueña.

Esto es precisamente lo que sucede con los sulfitos: “Un aumento en el consumo de los alimentos procesados, donde pueden estar presentes, puede hacer que se supere la ingesta diaria admisible (IDA) que estaba establecida de forma temporal para ellos (0,7 miligramos por cada kilo de peso corporal al día, es decir, unos 49 miligramos en un adulto de 70 kilos, según consideraciones de la EFSA en 2016)”.

Qué pasa con la cantidad de sulfitos a los que estamos expuestos

En palabras de Maged Younes, presidente de la Comisión Técnica de Aditivos y Aromas Alimentarios de la EFSA, actualmente no se dispone de suficientes datos relativos a la toxicidad como para determinar un nivel de IDA, es decir, la cantidad por debajo de la que se sabe que la ingesta diaria es segura.

De ahí que ahora la EFSA se decante por calcular los márgenes de exposición: la dosis con la que se observa por primera vez un efecto adverso leve, pero medible y el nivel de exposición a la sustancia. “Calculamos márgenes de exposición (ME) teniendo en cuenta las ingestas alimentarias y la dosis asociada a los efectos neurotóxicos en los ensayos realizados con animales”. Lo que permite el dato es saber “si las ingestas actuales pueden llegar a ser nocivas”.

Con este nuevo enfoque, se estima que el grupo de edad de los adolescentes exceden potencialmente los niveles de seguridad. “A raíz de esta nueva opinión de la EFSA, la Comisión Europea y los Estados miembros, han tomado el compromiso de revisar el uso de estos compuestos en alimentación para garantizar su seguridad”, señala la Fundación Vasca para la Seguridad Alimentaria Agraria.

De nuevo, el problema no es la cantidad de este aditivo concreto que pueda haber en un bote de garbanzos en conserva, sino la exposición, en general, a todos los sulfitos, que sí se recomienda controlar (reducir, por ejemplo, el consumo de frutas y hortalizas desecadas, de productos procesados de patata, excepto patatas deshidratada, preparados de carne, zumos de frutas y hortalizas y bebidas aromatizadas).

Como explica Lurueña, la recomendación es la de siempre: “Más productos frescos y menos procesados”. En general, es obligatorio declarar el dióxido de azufre o los sulfitos cuando la concentración es superior a 10 mg/kg o 10mg/l, expresado como SO2. Ahora bien, en palabras del experto, “si nos ponemos puntillosos, podemos afinar y tener en cuenta que la cantidad de sulfitos puede cambiar mucho según el alimento”.

Por ejemplo: en un bote de garbanzos en conserva como el que se muestra en el vídeo de TikTok se permite un máximo de 50 mg/kg (ya que los sulfitos solo cumplen una función antioxidante). Sin embargo, en una hamburguesa el máximo permitido es 450 mg/kg (en este caso, actúan como conservantes).

En cualquier caso, la exposición dependerá, como decimos, tanto del tipo de alimento, como la frecuencia de consumo y el peso corporal: “No es lo mismo comer un bote de garbanzos a la semana que comerlos a diario. Y no es lo mismo que lo haga un adulto o que lo haga un niño pequeño”, concluye Lurueña.

¿Y con el E385?

La voz en off también alerta sobre la presencia del aditivo E385, conocido como EDTA (ácido etilenodiaminatetraacético, para quienes disfruten de los trabalenguas). Con respecto a este, se dice que es “un antioxidante sintético y secuestrante”, antes de enumerar una serie de supuestas consecuencias negativas a partir de su consumo.

Sin embargo, esto no significa que vaya a “secuestrar” como tal los metales en nuestro organismo. No, al menos, como da a entender el vídeo: “Eso sólo ocurre cuando la dosis es exageradamente elevada, algo que es muuuuy difícil de conseguir a través de la dieta”, señalaba en su cuenta de Twitter Lurueña.

“Resulta que los metales catalizan (favorecen) las reacciones de oxidación que deterioran los alimentos. Lo que hace el EDTA es formar complejos con esos metales, evitando que se desarrollen esas reacciones de oxidación, que darían como resultado colores anormales y olores y sabores a rancio. Vamos, que actúa como antioxidante”, explicaba el experto.

Sobre qué ocurre con el resto de los efectos adversos que se mencionan, Lurueña es claro: no ocurre nada, ya que, de nuevo, se trata de un aditivo seguro en las dosis de empleo permitidas: “Para hacernos una idea, una persona adulta tendría que multiplicar por 30 lo que come para empezar a preocuparse”.

El peligro de la quimiofobia

Hacia el final del vídeo, el usuario recomienda utilizar garbanzos crudos para elaborar las recetas en base a esta legumbre: “Así no os metéis toda esa carroña tóxica que Sanidad te vende como si fuese un alimento de puta madre”. No es que utilizar garbanzos crudos, previamente puestos a remojo, sea peor opción, ni mucho menos. El problema es dar a entender que el uso de aditivos convierte al producto en el que se utiliza en un riesgo para la salud.

Al referirse a los aditivos, tanto este como otros los mensajes de alarma suelen utilizar el adjetivo “químico”, como opuesto a lo considerado ‘bueno’, lo natural y como sinónimo de ‘tóxico’. Pero, ¿qué significa natural? “Todo lo que nos rodea es química. Todo está formado por moléculas, por átomos, por sustancias químicas”, recuerda el tecnólogo de los alimentos Mario Sánchez en su canal de YouTube. De hecho, añade, incluso nuestro ‘careto’ está repleto de cantidades ingentes de carbono, y no por ello nos asustamos de este (esperemos…).

"Valorar si un alimento 'es bueno o no' en función de sus aditivos es peligroso porque promueve la quimiofobia", explicaba en su blog Marían García (Boticaria García), farmacéutica y dietista-nutricionista.

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