Se hace de rogar, pero llega; hombré que si llega. No solo hablamos del viernes (que también), sino de nuestro consultorio científico semanal: el espacio en el que nos planteáis y a través del cual respondemos todas aquellas dudas a las que la evidencia científica permita dar respuesta. Esta semana los elegidos han sido el acné y la masturbación, la hipnosis, las vegetaciones y la mala leche aviar. La cosa promete.
Antes de acomodarte para darle a esta interesante lectura, recuerda que nos puedes mandar cualquier cuestión que se te pase por la mente (siempre y cuando tenga que ver con la ciencia, está claro) por Twitter, Facebook, correo electrónico ([email protected]) o a través de nuestro chatbot de WhatsApp (¡guarda el número en vuestros contactos! +34 644 22 93 19). Ahora sí que sí: ¡acción!
¿Es cierto que masturbarse empeora el acné (o hace que salgan granos)?
Por el bien de todos y para no dejar ningún atisbo de duda, vamos a responder rápidamente a esta consulta: masturbarse no causa el acné, ni lo empeora ni provoca que salgan más granos. De hecho, es uno de los mitos más comunes y antiguos asociados al onanismo, una estrategia —fallida— de intentar vincular una práctica sexual con un problema de salud.
El acné común o vulgar es una afección de la piel que sucede cuando los folículos pilosos (los poros donde crece el pelo) se obstruyen. Las células muertas de la piel, el crecimiento de bacterias y el sebo pueden taponar estos poros y causar el acné, explican MSD Manuals y el Instituto Estadounidense de Artritis y Enfermedades Musculoesqueléticas y de la Piel (NIAMS-NIH).
La tendencia a que una persona sufra esta obstrucción de los poros depende de muchos factores, como la genética, los medicamentos, la edad, el índice glucémico de los alimentos y las hormonas. También hay factores que no causan acné, pero sí que pueden empeorarlo, como el estrés, las vestimentas ajustadas, la contaminación, la humedad o apretarse las espinillas (no lo hagas si no quieres cicatrices). Las prácticas sexuales, como la masturbación, ni ‘pinchan ni cortan’ en este tema.
La hipótesis más coherente apunta a que este mito se originó porque, durante la pubertad, pueden coincidir ambos elementos. Por un lado, unos cambios hormonales característicos de esta etapa, esencialmente en las hormonas sexuales, que pueden estar implicadas en el desarrollo del acné; y por otro, el inicio de prácticas sexuales conscientes (para diferenciarla de la masturbación infantil, un comportamiento inconsciente), como el onanismo, que se pueden dar en estas edades.
Como muestra de qué ha impulsado este mito, un botón: John Harvey Kellogg, médico eugenésico, involucrado en la invención de los cereales corn flakes asociados típicamente al desayuno y activista contra la sexualidad libre (o promotor de la abstinencia como práctica ‘saludable’, sin que haya evidencias de que lo sea) llegó a afirmar que la masturbación “provoca debilidad general, palidez antinatural de los ojos y acné en la frente”.
Hemos mencionado varias veces las hormonas y su relación con el acné, ¿acaso las hormonas no están vinculadas también a El Temita™? Buen apunte, que es correcto, pero los orgasmos tampoco afectan tanto a los niveles hormonales. Investigaciones en mujeres y hombres muestran que tener un orgasmo sí que hace aumentar los niveles de testosterona, pero estos cambios son pequeños, temporales e insignificantes para provocar una alteración hormonal que afecte a la piel.
Por último, queríamos compartir un estudio que nos ha parecido interesante y que, aunque no está directamente relacionado con el tema acné y masturbación, sí es cercano en términos de literatura científica. Se trata de un estudio de una población representativa de la Francia juvenil (2.266 participantes, de 15 a 24 años) su nivel de estrés, su estado de acné, sus problemas de sueño y su actividad sexual con otras personas. Basándose en sus resultados, concluyeron que aquella población que tenía acné mostraba unos niveles mayores de estrés y mantenían menos relaciones sexuales.
¿La contaminación acústica puede afectar también a los pájaros?
La contaminación acústica es el exceso de sonido que altera las condiciones normales del ambiente de una determinada zona. Además, también afecta a nuestra salud. Pero, ¿influye de alguna forma en las aves? La respuesta es sí, y de manera bastante negativa.
La pandemia de COVID-19 llevó en 2020 a ceses de actividad humana sin precedentes. Eso supuso que los pájaros cantaran más bajo y se comunicaran mejor. Fue la conclusión de un estudio publicado en Science, que observó este efecto en los gorriones corona blanca (Zonotrichia leucophrys) en la bahía de San Francisco (California, Estados Unidos). Dado que el ruido del tráfico se produce dentro de un rango que interfiere con el mayor rendimiento y el canto más efectivo, nuestro ‘silencio’ en meses de confinamiento permitió a las aves llenar rápidamente ese vacío de forma más eficaz, según explican los autores.
Mientras que el silencio facilita el cante a las aves, parece que el ruido las hace más agresivas. Por ejemplo, se ha comprobado que los petirrojos europeos (Erithacus rubecula) urbanos son más agresivos que los rurales, como indica un estudio científico del año 2022. Los investigadores comprobaron experimentalmente que, al generar ruido, los petirrojos de campo se volvían más violentos. Los petirrojos urbanos también disminuyeron su ritmo de canto en respuesta al ruido, pero no los rurales.
“Las aves emiten sonidos para hacerse oír con el objetivo, por ejemplo, de enviar señales de alarma, atraer pareja, señalizar su territorio… Y el ruido de la ciudad resta eficiencia a las comunicaciones vocales”, explica a Maldita.es Luis Martínez Martínez, del Área Social y Biodiversidad Urbana de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife). Por ello, continúa, “algunas especies modifican sus cantos o sonidos”: “Por ejemplo emiten en frecuencias más agudas, que se transmiten mejor sobre el ruido urbano; a mayor volumen, al igual que hacemos las personas al hablar en entornos ruidosos; cantando mucho más temprano, cuando la ciudad duerme y permanece silenciosa; o invirtiendo más tiempo en cantar para compensar la pérdida de eficiencia” . En aves que utilizan las señales acústicas para localizar alimento enterrado, como en los petirrojos americanos, el ruido disminuye esta opción, añade el experto.
Además, al igual que en los seres humanos, se sospecha que el ruido causa en las aves varios efectos adversos, como estrés fisiológico, daño auditivo y exclusión de hábitats importantes. ”A nivel fisiológico, algunos estudios han encontrado que puede existir una correlación con una peor condición biológica y los entornos más ruidosos de la ciudad”, indica Martínez. Por ejemplo, un estudio publicado en Frontiers in Zoology concluyó que en los pinzones cebra (Taeniopygia guttata) expuestos a ruido de tráfico disminuyó la longitud de sus telómeros, los extremos de los cromosomas, cuyo tamaño es un indicador de la esperanza y calidad de vida, aclara Martínez.
Que el ruido de la ciudad enmascare los sonidos de las aves tiene repercusiones negativas para toda la población de pájaros, según el ornitólogo, puesto que el sonido de las aves generalmente está relacionado con situaciones de riesgo o con la reproducción. “La mayor parte de las aves viven en pequeñas ‘islas’ de vegetación no conectadas unas con otras (fragmentación del hábitat urbano), lo que puede tener repercusiones en el aprendizaje y el intercambio de los sonidos”.
Cantar más alto o durante más tiempo supone mayor gasto de energía y mayor exposición a los depredadores, que pueden detectar más fácilmente a sus presas. “El tiempo que dedican a cantar va en detrimento del tiempo que dedican a vigilar, lo que puede afectar a la supervivencia de los individuos”, añade el experto.
¿Qué son las vegetaciones y por qué suelen afectar más a los niños?
Puede que te suene más el término vegetaciones aunque, en realidad, su verdadero nombre es adenoides. ¿Qué son exactamente? Se trata de una especie de parche de tejido en la parte alta de la garganta, en la zona detrás de la nariz, que forma parte del sistema linfático, encargado de producir, almacenar y transportar los glóbulos blancos para combatir infecciones y otras enfermedades. “Tanto las adenoides como las amígdalas atrapan gérmenes que entran por la boca y la nariz”, explica en su página web MedlinePlus, de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.
Por lo general, según este servicio informativo en línea, estas estructuras comienzan a reducir su tamaño a partir de los cinco años. “En la adolescencia, desaparecen casi por completo. Para entonces, el cuerpo tiene otras formas de combatir los gérmenes”. De ahí que normalmente solamos escuchar este término vinculado de alguna forma a niños y no tanto a adultos.
Hablamos, por lo tanto, de ‘barreras’, de ‘defensa’. Aparentemente suena bien. ¿Por qué, entonces, utilizamos la expresión ‘tiene vegetaciones’ para referirnos más a un problema que a algo positivo (y que, en realidad, tenemos todos)? En este caso, hablamos de adenoides que se han hipertrofiado, que se han hinchado, un problema bastante común en niños y que puede dificultar la respiración por la nariz además de sequedad de la boca y mal aliento, labios cortados y secreciones por la nariz.
El tratamiento dependerá de lo que esté causando el problema. De hecho, si los síntomas no son graves, es posible que ni siquiera sea necesario tratarlo de ninguna manera. En caso de necesitarlo, puede ser útil desde el uso de aerosoles nasales para reducir la hinchazón a antibióticos, siempre bajo prescripción médica cuando se encuentre ante una infección bacteriana. En algunos casos, se recurre directamente a la extirpación de estos tejidos, lo que se conoce como adenoidectomía.
Aunque es raro que se den problemas de vegetaciones en adultos, hay casos en los que “puede ocurrir”, según indica a Maldita.es Christian Calvo, otorrinolaringólogo miembro de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL - CCC). De ser este el caso, “suele llamar la atención”: “Habitualmente hacemos una biopsia para descartar que no haya nada malo (tumores, quistes, etc.) simulando ser adenoides”.*
¿Es verdad que las personas hipnotizadas se quedan inconscientes, como vemos por la tele?
Cuando nos remitieron esta pregunta al consultorio de esta semana no sabíamos muy bien cómo interpretar la hipnosis “como la vemos por la tele”. Como referencia, pensamos en el clip de Ibai Llanos haciendo una exhibición no científica de hipnotismo en el que un artista, Daniel Marmor, hace un ejercicio con los streamers Paula Gonu, Werlyb y Ernesto BarbeQ.
¿Qué onda con esto? ¿Pierden la conciencia cuando están en ese “estado hipnótico”? Es un tema que tiene muchas aristas, algunas muy interesantes para la ciencia. Ahora bien, ese “momento” hipnótico es un estado de alta sugestionabilidad gracias a la habilidad de manipular del hipnotista y la voluntad de quien es manipulado. No es una pérdida de voluntad por quien recibe la hipnósis, ni un “trance”, ni una situación alterada de conciencia ni siempre funciona. Es, como dice la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP), un juego de rol que depende de dos actores: lo bueno que sea el hipnotista y la creencia del hipnotizado.
La hipnosis realmente puede hacer referencia a muchos significados. Puede ser un campo de la psicología que estudia la sugestionabilidad, un procedimiento que puede complementar a otras terapias psicológicas con evidencia (como la cognitivo-conductual) pero que según los estudios realizados hasta la fecha cuenta con eficacia limitada en ciertas situaciones clínicas (ver ejemplos 1 y 2) y esta especie de espectáculo-juego de rol de hipnosis escénica. En este artículo nos referimos únicamente a este último tipo de hipnosis.
Un trabajo científico publicado en 1971 exploró algunos elementos que se usan en la hipnósis escénica para aparentar que la persona hipnotizada está a merced de lo que le digan: susurros durante el espectáculo, el que no se cuestione la técnica empleada durante la escena (nadie se va a levantar y exigir un análisis metodológico o bibliográfico en un espectáculo de hipnosis), entrenar previamente a ciertos sujetos para las ‘acrobacias’ hipnóticas más complicadas o incluso presionar vasos sanguíneos para que la persona se sobresalte.
“El hipnotista de éxito no se interesa en hipnotizar de verdad, sino en entretener al público, provocar risas y aparentar que sus participantes harán lo que les diga. Es tan simple como eso”, concluye el estudio.
Como decimos, es importante también la voluntad y el interés de quien es hipnotizado para que el espectáculo funcione. Precisamente, un trabajo científico publicado en 1995 investigó las creencias y opiniones de 205 estudiantes sobre la hipnosis (en general) después de recibir una clase sobre hipnosis terapéutica, un espectáculo de hipnosis o un grupo de control que no recibió nada.
Después de su actividad, los dos grupos de experimentación creyeron más en que la hipnosis podría ser una terapia interesante y disminuyeron su opinión acerca de que las personas hipnotizadas son menos inteligentes. Pero, por otro lado, el grupo que fue al espectáculo creía más en que los hipnotizados estaban a merced del hipnotizador; mientras que el grupo que recibió la clase tendió a pensar todo lo contrario.
Todavía no hemos terminado...
Al César lo que es del César y, al médico y los profesionales sanitarios, lo mismo: antes de decir adiós, os recordamos una vez más que somos periodistas. Puedes contar con nosotros para todo aquello que esté en nuestra mano, ¡por supuesto! Pero si lo que necesitas es un diagnóstico concreto y/o tienes dudas médicas específicas, la mejor opción será que recurras a un profesional sanitario que estudie el caso y te recomiende la solución o tratamiento más adecuado. ¡Gracias por leernos y buen fin de semana!
*Hemos actualizado este artículo para incluir las declaraciones de Christian Calvo, otorrinolaringólogo miembro de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL - CCC).