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Malditas y malditos, ¿ha llegado el viernes otra vez? Las semanas con un festivo en medio, como ha pasado esta última en España, son un poco extrañas en cuanto a calcular nuestros días de descanso. Pero el consultorio científico no se rige por el calendario laboral, sino únicamente por las consultas y dudas que nos remitís a Maldita.es. Admitimos que el de esta semana nos ha quedado muy monotemático (¿‘mocotemática’?) y lo hemos elaborado gracias a la Maldita Twitchería científica del pasado martes, 11 de octubre, que puedes chequear en nuestro perfil de Twitter y YouTube.
Antes de dar paso a nuestro maravilloso consultorio, dos cositas. La primera no es habitual: los temas que tratamos en este artículo (los mocos) pueden resultar algo escatológicos para algunos lectores, por lo que sirvan estas líneas como una advertencia de contenido. El segundo es que nos puedes mandar cualquier duda que se te venga a la cabeza (siempre y cuando tenga que ver con la ciencia, está claro) a través de Twitter, Facebook, correo electrónico ([email protected]) o de nuestro chatbot de WhatsApp (¡guardad el número en vuestros contactos! +34 644 22 93 19). No nos enredamos más, ¡vamos a ello!
¿Es malo comerse los mocos?
Ya hemos tratado en Maldita.es que comerse los mocos no previene de enfermedades ni es una manera eficaz de reforzar el sistema inmune (como curiosidad, el artículo periodístico del que venían estos comentarios, que parecían sacados de contexto de dos investigaciones diferentes, ahora tiene un disclaimer al inicio del texto indicando que nada de esto es cierto). Pero, ¿esto quiere decir que sea algo malo de por sí?
María del Mar Medina, otorrinolaringóloga de los hospitales Ramón y Cajal y Virgen de la Paloma y vicesecretaria de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC), explicó en la Twitchería del pasado martes 11 de octubre que esta práctica no es ni buena ni mala: “Desde el punto de vista médico da igual, los mocos no son tóxicos, son sustancias propias de la vía aérea así que no habría ningún problema en comerlos”. “Tampoco es una cosa que recomendemos expresamente”, añade.
Existen algunas dudas sobre si el acto de comerse los mocos, en cualquiera de sus formas, conlleva riesgo de sinusitis (acumulación de líquido en cavidades de la cara llenas de aire) u otitis (inflamación del oído). Pero Medina aclara que estas enfermedades “no tienen nada que ver” con esta práctica.
Eva Pascual, pediatra, especialista en infancia y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, apunta que el acto de comerse los mocos podría ser una cuestión instintiva y cultural, más que una práctica que se ‘aprende’ durante la vida. Así, explica que los niños pueden aprender “por imitación social o traen el instinto desde el nacimiento”, por lo que opina que los más pequeños no aprenden a comerse los mocos gracias a los adultos “porque no nos ven hacer eso habitualmente”. A esta hipótesis se le suma observaciones de otros primates que también se comen los mocos.
Merece la pena comentar que aunque el acto de comerse un moquito de por sí no parece tener consecuencias negativas, el hecho de sacarse los mocos (para destinarlos a cualquier fin) no está exento de riesgos. Precisamente, un estudio de cohorte con 238 pacientes encontró que las personas que eran más propensas a sacarse los mocos tenían mayor probabilidad de portar Staphylococcus aureus en su vía aérea, una bacteria que puede causar una infección por estafilococo.
¿Cómo se hacen los estudios de sueño para ver si los ronquidos son problemáticos?
Los ronquidos al dormir son un fenómeno completamente normal —aunque no deja de ser molesto para otras personas—. Pero si los ronquidos son recurrentes y a pesar de una noche completa de sueño nos encontramos aún cansados, hay indicios de que con estos ronquidos se acompaña una apnea del sueño, un trastorno caracterizado por la interrupción de la respiración durante un mínimo de 10 segundos cuando dormimos, puede que se nos indique hacer un estudio de sueño. ¿Cómo funciona exactamente este procedimiento?
Medina detalla que los estudios de sueño se realizan por los departamentos de Neurofisiología. Consiste en registrar, con unos cables que tienen receptores, diferentes funciones corporales que dan pistas sobre la apnea: la saturación de oxígeno (cuánto oxígeno transporta la sangre), el esfuerzo que una persona hace al respirar, la actividad cerebral, la frecuencia cardiaca y los movimientos del cuerpo durante el sueño. “Todo eso lo estudian por la noche, la gente viene a dormir al hospital”, precisa.
Por la parte de otorrinos —como es la propia Medina—, exploran en el paciente la vía aérea, “la nariz por dentro y la garganta hasta abajo”, con una pequeña cámara similar a las que se emplea en las endoscopias, pero introducida por la nariz.
En ocasiones, esta exploración se hace con el paciente dormido en quirófano, empleando una dosis de anestesia general muy ligera que provoca que tenga un sueño natural. “De hecho, le decimos que se traiga su almohada para que el ambiente sea lo más parecido a su casa. Cuando empiezan a roncar en quirófano, metemos la camarita para ver si hay alguna zona ‘culpable’ de producir ronquidos y espasmos de apnea”.
Por último, la experta indica que en niñas y niños no se suele hacer este estudio de sueño con exploración con la cámara “porque el problema [que causa los ronquidos] casi siempre suele ser una hipertrofia de las amígdalas y también vegetaciones inflamadas”. En estos casos, el estudio de sueño recoge la saturación de oxígeno “para ver si es un ronquido normal o si tiene pausas de apnea moderadas o severas”.
¿Hay algún indicio en los mocos que pueda ser preocupante o indicativo de una enfermedad?
En la ‘caza de perdigones’ que es buscarse los mocos de la nariz, podemos pensar que detrás de estas sustancias se esconden pistas sobre nuestro estado de salud o indicios de alguna enfermedad o condición. ¿Hay algo de cierto en esto? Pues no mucho, a pesar de que podemos encontrar mocos con diferente color, aspecto y textura (en cuanto a sabor lo dejamos para los que se vean apelados con la primera pregunta del consultorio).
“No hay nada que le pueda pasar al moco que se pueda traducir en que algo grave está ocurriendo”, explica Pascual. Una de las consultas más comunes de pediatría, precisamente, es sobre el moco verde, “que se suele pensar que es un indicativo de infección”. Sin embargo, que esté más verdoso el moco solo quiere decir que “lleva mucho tiempo en el cuerpo”, detalla.
“Ese moco ya está deshidratado y lleva mucho tiempo acumulado en el organismo, por lo que otras veces es indicativo de que está echando los últimos mocos que le quedan tras la enfermedad”, apunta la pediatra.
Pascual señala que el moco, por sí solo, no es un indicativo médico de enfermedad, sino que más bien hay que estar pendiente de otros síntomas coadyuvantes del catarro, como si hay dificultad respiratoria o fiebre muy alta durante varios días. “Pero el moco, por sí solo, no nos indica nada”.
Medina, por su parte, vigila también los mocos pero debe chequear otros aspectos adicionales, como ver si el paciente tiene vegetaciones inflamadas, si desarrolla los mocos con otitis, si hay pólipos, si hay mocos saliendo de los senos paranasales “que puede indicar que hay una sinusitis crónica”, si hay mucho picor nasal o estornudos, etcétera.
¿Qué son los lavados nasales? ¿Son recomendables para niños?
Para rematar con los mocos de este consultorio, respondemos a una cuestión bastante repetida en consulta y por la que nos han preguntado los malditos y malditas: ¿Qué onda con los lavados nasales para limpiar la nariz de moco en niños? ¿Tienen el visto bueno de los expertos? No del todo: antiguamente era una práctica muy recomendada por médicos y pediatras, pero a día de hoy es preferible dejarla como una opción de último recurso.
Para los que nunca han hecho un lavado nasal (o no lo recuerdan porque eran muy pequeños), esta práctica consiste en introducir agua, una solución salina o suero fisiológico por la nariz para ayudar a expulsar la congestión de moco. Hay muchos instrumentos con los que se puede hacer, como jeringuillas, perillas o kits de lavado nasal.
Pascual recuerda que “típicamente” se han recomendado mucho estos lavados nasales para eliminar el exceso de moco molesto. En población infantil, de la que Pascual es experta, indica que normalmente se han recomendado que estos lavados se hagan tumbado, “con la finalidad de que parte del moco se trague o se expulse”.
Sin embargo, el riesgo de esta práctica es que parte del moco acabe yendo al oído, a través de las trompas de Eustaquio. “Además, es una técnica que al final irrita la mucosa, y el moco se acaba produciendo por esta irritación, cosa que también ocurre cuando nos sonamos mucho los mocos a lo largo del día. Si hacemos lavados nasales, cada vez más irritamos la mucosa y por tanto, seguimos produciendo mocos”, puntualiza.
Desde su punto de vista, Pascual aconseja hacer estos lavados de manera puntual, en caso de que el niño no puede comer, dormir o le suponga un problema considerable, “no como antes, que se decía que cuantos más lavados, mejor”.
Todavía no hemos terminado…
Sabemos que nos repetimos más que un bocata de ajo, pero debemos decirlo: en Maldita Ciencia no trabajamos médicos, sino periodistas. Puedes contar con nosotros para todo aquello que esté en nuestra mano, ¡faltaría más! Pero si lo que necesitas es un diagnóstico concreto y/o tienes dudas médicas específicas, la mejor opción será que recurras a un profesional sanitario que estudie el caso y te recomiende la solución o tratamiento más adecuado. ¡Gracias por leernos y buen fin de semana!
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes la pediatra y especialista en infancia Eva Pascual. Eva forma parte de Superpoderosas, un proyecto de Maldita.es en colaboración con FECYT que busca aumentar la presencia de científicas y expertas en el discurso público a través de la colaboración en la lucha contra la desinformación.
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