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MALDITA CIENCIA

La crisis climática, el clima mediterráneo y los cultivos de regadío, las principales causas de la sequía y escasez de agua en España

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Claves
  • Desde los 50 han aumentado las sequías a nivel global, señala el IPCC
  • Las sequías son propias del clima mediterráneo, pero la crisis climática aumentará las sequías y disminuirá las precipitaciones en la zona mediterránea
  • En España llueve menos que en los años 60 y se han duplicado las zonas áridas
  • Ha aumentado el consumo de agua, principalmente por una mayor cantidad de hectáreas de cultivo de regadíos
  • Los acuíferos están sobreexplotados en la península ibérica
  • Es necesario reducir el consumo de agua en un futuro con menos recursos hídricos

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Varias zonas de España se encuentran en una situación de sequía prolongada.* En Maldita.es hemos recopilado herramientas sobre la sequía y los embalses. Ahora vamos a aclarar qué causas llevan al país a sufrir esta falta de agua. Uno de los principales motivos son unas sequías cíclicas típicas del clima mediterráneo, que se ven aumentadas por el cambio climático. A esto se suma un aumento de la demanda de agua en un contexto de acuíferos sobreexplotados, principalmente por un incremento en el área dedicada a cultivos de regadío.

Primero hay que aclarar que hay varios tipos de sequía. La sequía meteorológica, el origen de las demás, es la escasez continuada de precipitaciones. La sequía hidrológica se define por unos cursos de agua como los ríos o volúmenes embalsados de agua por debajo de lo normal. La sequía agrícola es el déficit de humedad para satisfacer las necesidades de un cultivo en un lugar y en una época determinada. La sequía socioeconómica llega cuando la escasez de agua afecta a las personas y a la actividad económica.

La sequía ecológica es un déficit en la disponibilidad de agua que lleva a los ecosistemas más allá de los umbrales de vulnerabilidad, afectándolos. Entre sus impactos están la reducción del crecimiento de las plantas, la reducción o extinción de especies locales y la conversión de bosques en vegetación no boscosa.

También conviene indicar que la aridez es una situación estructural natural de una región y por tanto permanente, mientras que la sequía es temporal. En España, la aridez ocurre en ciertas zonas, como buena parte del Sureste Ibérico (Almería, Murcia y Alicante) y se caracteriza por presentar niveles bajos de precipitaciones (unos 300 milímetros al año o menos), indica a Maldita.es Julia Martínez Fernández, directora técnica de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA).

La escasez, en cambio, es una situación permanente de déficit en relación con las demandas de agua en un sistema de recursos caracterizado por un clima árido o por un rápido crecimiento de las demandas de consumo. Pese a ello, en zonas áridas no debería haber déficit de agua si los sistemas de explotación estuvieran adecuadamente diseñados y explotados y las demandas se mantuvieran en límites razonables, acordes con el clima de la región, señala en su web el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.

La crisis climática aumentará las sequías y disminuirá las precipitaciones en la zona mediterránea

Las sequías son características propias del clima mediterráneo y de hecho la alternancia de periodos húmedos y secos lo definen, aclara Julia Martínez. No obstante, el Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) en su sexto informe de 2021 indica que la crisis climática está provocando un aumento de sequías agrícolas y ecológicas en regiones como Europa central, occidental y la cuenca mediterránea debido a una mayor evapotranspiración: el agua que vuelve a la atmósfera por la evaporación y la transpiración de las plantas.

El cambio climático afecta al agua disponible de cuatro formas, aclara Martínez: con una reducción progresiva de los recursos disponibles, con un aumento de la transferencia de agua a la atmósfera por el aumento de las temperaturas a través de la evaporación (desde ríos, lagos, embalses…) y a través de la evapotranspiración (vegetación), con un incremento de la frecuencia y la intensidad de los periodos de sequía y con un cambio en la distribución estacional de las precipitaciones (un descenso en primavera y un aumento de lluvias torrenciales otoñales, que son menos aprovechables) pese a haber una misma precipitación anual por ser más torrenciales que la media histórica. *

A nivel global han aumentado la intensidad y frecuencias de las sequías desde la década de 1950. Y a mayor subida de temperaturas, habrá mayor incremento de la intensidad y frecuencias en algunas regiones, indica el IPCC [pág. 8]. En la región mediterránea, que incluye toda la península ibérica y las islas Baleares, el atlas interactivo del IPCC proyecta que disminuirán las precipitaciones medias. También prevé que aumentarán las sequías hidrológicas, agrícolas y ecológicas, y de hecho ya se ha visto un incremento. La siguiente imagen del grupo de expertos indica cómo muchos ríos de la península ibérica tendrán menos caudal para mediados del siglo XXI.

Variación del caudal del río por unidad de cuenca correspondiente al periodo de retorno de 100 años para mediados del siglo XXI. Fuente: IPCC

Esta otra imagen del IPCC proyecta para el periodo 2041-2060 una disminución de las precipitaciones en la península ibérica y zona mediterránea respecto a 1995-2014.

Fuente: IPCC

Las lluvias se concentran en menos días y las zonas áridas se han duplicado

Como decimos, en España hay una gran variabilidad interanual de precipitaciones, es decir, hay años que llueve mucho y otros muy poco, indica a Maldita.es el portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) Rubén del Campo. Desde los años 60, que fueron muy lluviosos, sí se ha observado una ligera disminución de la precipitación media anual, pero si se amplía el plazo a 1851 hasta 2018 “no hay una tendencia clara de variación de precipitaciones atribuible al cambio climático. Las variaciones se pueden explicar por la variabilidad natural del clima”, indica del Campo.

No obstante, desde AEMET sí han atestiguado que ha cambiado la forma de llover: han aumentado los períodos secos y las lluvias torrenciales en la zona mediterránea. Y, como hemos explicado, ese tipo de lluvia es menos aprovechable y no ayuda a llenar los embalses. En cambio, los climas áridos han duplicado su extensión en España, sobre todo en el sureste y en la cuenca del Ebro, añade el portavoz de la AEMET. Se debe sobre todo a la subida de las temperaturas, que aumenta la evapotranspiración, pese a que el nivel de lluvias sea similar.

En resumen: aunque en términos generales llueva lo mismo en España, los períodos de sequía en el sur son más largos, las lluvias están concentradas en menos días y, por las altas temperaturas, la disponibilidad de recursos hídricos para la vegetación y el ecosistema es menor por una mayor evaporación.

“En la península ibérica se espera un descenso de las precipitaciones del 20% a corto plazo. Eso implica que un clima semiárido pasaría a un clima árido”, indica a Maldita.es Guillermina Garzón, geóloga ya jubilada del Departamento de Geodinámica de la Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del área de Aguas de Ecologistas en Acción.

“Hay una tendencia creciente al aumento de la frecuencia, la intensidad y la extensión de las sequías debido al cambio climático. Es decir, el cambio climático causa una reducción continuada de los recursos disponibles. Esto significa que, debido al cambio climático, los años secos son más secos, los húmedos son menos húmedos y los valores normales de aportaciones son también más bajos que en periodos anteriores”, indica por su parte Julia Martínez.

Aunque hay menos agua disponible, aumenta su demanda por más superficie de regadío

Si el cambio climático afecta negativamente a la oferta hídrica, en España también se vive un incremento de las demandas de agua. La directora técnica de FNCA señala que el desequilibrio entre los recursos y las demandas se debe sobre todo al aumento de las demandas, especialmente al aumento de la superficie de regadío, el cual consume en torno a un 80% de los recursos disponibles [pág. 87], de forma que con el 20% restante “hay que atender al abastecimiento humano, a los caudales ecológicos y otras demandas ambientales, a las demandas industriales y a cualquier otro uso del agua”. Y cuando las lluvias disminuyen, como en los últimos meses, la escasez de agua sale a relucir.

“La apropiación de buena parte de los recursos disponibles por parte del regadío con frecuencia invierte las relaciones de prioridad legal del agua, ocasionando problemas a usos legalmente más prioritarios que el regadío: el abastecimiento humano y las demandas ambientales”, añade Julia Martínez. “El incremento de la superficie de regadío ocurre tanto de forma ilegal, con cientos de miles de hectáreas de regadío ilegal en toda España”, como de forma legal, como las casi 40.000 nuevas hectáreas* previstas en la cuenca del Ebro o el proyecto de Tierra de Barros en la del Guadiana (Extremadura), donde hay previstas 15.000 nuevas hectáreas, señala la experta.

En 2004 había en España 3,3 millones de hectáreas de cultivos en regadío, mientras que en 2021 la cifra alcanzó los 3,8 millones, con casi 500.000 hectáreas más, según las encuestas sobre Superficies y Rendimientos Cultivos del Ministerio de Agricultura.

Los embalses están menos llenos también porque los riachuelos y afluentes de montaña que los alimentan están secos porque nieva menos y se toma agua en esas zonas elevadas, como ocurre con la toma de agua en manantiales para destinarla a aguas embotelladas, aclara Guillermina Garzón.

Acuíferos sobreexplotados

A unos ríos y embalses con menos caudal y reservas de lo habitual, hay que sumarle el problema de la sobreexplotación del agua subterránea. ”El número de acuíferos con problemas de sobreexplotación no para de crecer. Las consecuencias más graves son, en primer lugar, las afecciones al abastecimiento humano, cuando los pozos que abastecen a determinadas poblaciones (sobre todo pequeñas y medianas) se secan debido al exceso de captaciones en dicho acuífero, normalmente para regadío”, indica Julia Martínez. “El descenso del agua en los acuíferos ha sido escandaloso en las últimas décadas. Gran parte de los acuíferos españoles están sobreexplotados”, destaca Guillermina Garzón.

Además, el agua que cae con la lluvia no pasa directamente al acuífero. A esta sobreexplotación hay que sumarle varios factores que reducen la cantidad de agua que llega al subsuelo, como explica Guillermina Garzón. Al haber más lluvias torrenciales, se infiltra menos agua y se recargan menos los acuíferos. Unas menores nevadas suponen también menos agua para los ríos y los acuíferos. Otros factores son la pérdida de vegetación superficial que retiene el agua en el suelo, los embalses artificiales y cultivos como los arrozales en zonas áridas que aumentan la evaporación y restan agua a los acuíferos. El encajonamiento de los ríos, es decir, limitar por dónde transcurre cuando hay mayor caudal al alterar su cauce, como ocurre a su paso por las ciudades, también reduce los aportes a los acuíferos, aclara la geóloga.

Esta sobreexplotación afecta también a nivel ambiental, con pérdida de manantiales y degradación de humedales, incluyendo espacios protegidos como el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel (por el exceso de captaciones para regadío en el Alto Guadiana) o Doñana (por los regadíos ilegales), aclara la directora técnica de FNCA. También reduce el caudal de base de muchos ríos, lo que afecta negativamente a la biodiversidad fluvial y puede también afectar a usuarios del agua situados río abajo.

Un futuro que pasa por reducir el consumo de agua

Julia Martínez destaca que España necesita una transición hídrica como parte de la transición ecológica hacia una mayor sostenibilidad con una triple función: devolver el buen estado a los ecosistemas acuáticos y frenar la pérdida de biodiversidad, asegurar que estos ecosistemas nos sigan proveyendo de agua de calidad para las distintas necesidades y adaptarnos al cambio climático y a la reducción de recursos hídricos.

Esta transición pasa por una reducción de las demandas, especialmente la del regadío por ser la mayoritaria, para las que no son suficientes las prácticas de ahorro y mejora de la eficiencia del regadío. “De hecho múltiples estudios y publicaciones científicas demuestran que buena parte de los proyectos de modernización de regadíos producen un efecto rebote por el que la modernización, en lugar de reducir el consumo de agua, lo incrementa”, indica Martínez. “No es suficiente con no aumentar más el regadío. Hace falta reducir la superficie total de regadío, en particular los regadíos intensivos, que son los que generan mayores impactos. Sin reducir la superficie de regadío actual no será posible adaptarnos al cambio climático ni recuperar el buen estado de nuestros ríos, acuíferos y humedales”, añade.

Con una reducción del 50% de los gastos superfluos de agua podríamos reducir notablemente los efectos de la escasez y un consumo responsable de alimentos que necesitan mucha agua como fresas, aguacates y melones exclusivamente cuando estén en temporada también ayudaría desde el punto de vista del consumidor a disminuir los efectos de un futuro con menos agua disponible, concluye la geóloga Guillermina Garzón.

Imagen del artículo: Embalse de Barrios de Luna (provincia de León) en septiembre de 2017. Autor: PabloX 

* Actualizado el 18 de abril de 2023 con datos más recientes y atemporales.


Primera fecha de publicación de este artículo: 19/08/2022

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