“¡¿Qué somos?! ¡MALDITAS Y MALDITOS! ¡¿Y qué queremos?! ¡QUE SEA VIERNES PARA UNA NUEVA ENTREGA DEL CONSULTORIO DE MALDITA CIENCIA!”.
Y como vuestros deseos son órdenes para nosotros: ea, aquí estamos, respondiendo una semana más a cuatro de las preguntas que nos habéis enviado en los últimos días. Olores y oídos, pesos… ¡Incluso dinosaurios! Sigue deslizando tus ojitos por estas líneas, que no tienen desperdicio.
Sabemos que al terminar te van a surgir muchas otras dudas (relacionadas o no con estos temas) que probablemente podamos resolver gracias a la literatura científica o a expertas y expertos que nos hacen la vida bastante más fácil, que sepas que las recogemos encantados por Twitter, Facebook, correo electrónico ([email protected]) o a través de nuestro chatbot de WhatsApp (¡guárdate el número! +34 644 22 93 19). No te hacemos esperar más.
¿Es verdad que el olor corporal de las personas mayores es “más fuerte”?
Curiosa la primera de las preguntas que nos habéis planteado esta semana: si las personas mayores huelen peor. No en el sentido de que disminuya su capacidad olfativa, sino si es cierto que el olor corporal empeora con la edad. Aunque no hay mucha información al respecto, la poca literatura científica existente señala que esto no es así: los mayores no huelen peor pero, eso sí, tienen un olor particular debido a los cambios hormonales de la madurez.
Según explica a Maldita.es Inés Escandell, dermatóloga y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, hay compuestos volátiles que se secretan más en pacientes mayores. Es decir, “la composición de las sustancias emitidas en las personas más mayores es distinta respecto a las personas de edad media, y eso hace que sí se pueda identificar un olor”.
“Está demostrado que nuestro olor corporal cambia conforme envejecemos”, afirma en su cuenta de Instagram la dermatóloga Ana Molina. “El principal culpable de esto es el 2-nonelal, una molécula que se genera en la piel al oxidarse de los ácidos grasos de la barrera lipídica”. Esto se debe a los cambios hormonales de la madurez, que aumentan los lípidos en la superficie de la piel, según aclara. “El proceso comienza en torno a los 30-40 años, pero se dispara a partir de los 60”.
Como explica a Maldita.es Paloma Borregón, dermatóloga miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), el olor, en general, se debe a la composición de la microbiota corporal, el conjunto de bacterias y demás microorganismos que viven habitualmente en nuestra piel. “Con los años, cambia esa composición. Por eso el olor es diferente”.
Como indica un estudio publicado en 2012 en la revista científica PLOS ONE, el olor corporal natural pasa por varias etapas a raíz de los cambios en nuestra composición química a medida que envejecemos. De hecho “se han informado cambios similares para varias especies animales y se cree que facilitan la discriminación por edad de un individuo basándose únicamente en los olores corporales”.
El objetivo de esta investigación fue determinar si nosotros también somos capaces de discriminar en base al olor de personas de diferentes edades. Para ello, se tomaron muestras de los olores corporales de tres grupos de edad distintos: jóvenes (de entre 20 y 30 años), personas de mediana edad (de entre 45 y 55) y personas mayores (entre 75 y 95). Los participantes pudieron relacionar los olores de las personas mayores con este grupo, pero no en el resto de categorías.
Ahora bien, eso no significa que el ‘olor a anciano’ sea un olor peor. Esta consideración no es más que estigma social, como califica Molina. De hecho, los participantes del estudio lo identificaron como un aroma diferente pero no ‘malo’. “Realmente no suele ser un olor muy intenso (o es lo que señalan los estudios) y tampoco especialmente desagradable, pero sí que es característico”, puntualiza Escandell.
“Así que si vuelves a escuchar a alguien hablando de forma despectiva de este asunto, recuérdale que probablemente él también haya empezado a producir 2-nonenal en su piel”, concluye Molina. “Y que no pasa nada: a nuestra piel le gusta cambiar la colonia de la juventud por el perfume de la madurez”.
¿Los dinosaurios autorregulaban su temperatura corporal, como hacemos los mamíferos; o eran de sangre fría, como los reptiles?
El conocimiento sobre los dinosaurios disminuye con la edad salvo que seas paleontóloga o paleontólogo, como prueba este gráfico humorístico de 9GAG. Por lo tanto, ¿sabrías decir si los dinosaurios son de sangre fría (como los reptiles actuales a los que se parece) o de sangre caliente (como sus descendientes actuales, las aves)? Si no tienes ni idea, pregunta a cualquier persona de entre 4 y 10 años de tu entorno. La respuesta, que ahora conocemos, es que los dinosaurios eran de sangre caliente.
Un estudio publicado en la revista científica Nature ha analizado biomoléculas fosilizadas de los huesos de los dinosaurios para constatar que estos animales extintos eran capaces de generar calor de forma independiente a la temperatura ambiental. Es decir, eran endotermos (de sangre caliente) y no ectotermos (de sangre fría).
La endotermia ha aparecido de forma independiente en al menos tres ocasiones: en mamíferos, en los plesiosaurios (reptiles marinos extintos) y en el grupo que incluye a los dinosaurios (y por tanto las aves actuales) y a los pterosaurios (reptiles aéreos que no incluyen a los dinosaurios).
Pero no todos los dinosaurios eran de sangre caliente. Por ejemplo, los Triceratops (un género parecido físicamente a los rinocerontes, por sus cuernos) eran de sangre fría; mientras que los Diplodocus, reconocibles por su largo cuello, y los Tyrannosaurus eran de sangre caliente.
Los autores pudieron encontrar moléculas como azúcares que muestran que tenían una alta tasa metabólica (elevado consumo de energía) características de los endotermos.
Esta investigación permite conocer mejor cómo se comportaban los dinosaurios. Iris Menéndez, coautora del estudio publicado en Nature y paleontóloga en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), explica a Maldita.es que los animales endotermos tienen estilos de vida más activos y pueden mantener su actividad a lo largo del día pese al cambio de temperaturas entre el día y la noche. La autorregulación corporal también permite a los animales de sangre caliente vivir en regiones con temperaturas más bajas que los de sangre fría.
Cuando se descubrió que la locomoción de los dinosaurios era más parecida a la de las aves o a la de los mamíferos que a la de los reptiles y que tenían un estilo de vida activo, gracias a algunos indicios como la anatomía de su esqueleto y los patrones de las huellas fosilizadas, se planteó por primera vez que los dinosaurios pudiesen ser endotermos, como destaca la paleontóloga: “Nuestro artículo es una confirmación de lo que ya se sospechaba, y por primera vez con evidencias directas del metabolismo”.
Además, la investigación es importante porque “da información sobre las posibles causas de extinción de los dinosaurios, que a excepción de las aves se extinguieron todos”, aclara Menéndez.
Se asumía, hasta ahora, que por ser ectotermos, los dinosaurios habrían afrontado peor un rápido descenso de temperaturas. Pero al descubrirse que parte de ellos fueron endotermos, como las aves y los mamíferos que sobrevivieron, es “más complejo” establecer las causas de su extinción, según indica Menéndez.
Entre los factores que pudieron haberla causado “se ha propuesto su gran tamaño corporal y, en cierta medida, el grado de cobertura de plumas que tuvieran”. “Pero tendremos que esperar a nuevos trabajos que lo estudien”, aclara Menéndez.
Esta investigación forma parte de la tesis doctoral de la primera firmante del artículo, Jasmina Wiemann, en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Gracias a una técnica nueva, “se puede, por primera vez, observar los fósiles a nivel molecular y conocer los datos fisiológicos de animales extintos”, indica la investigadora de la UCM. El descubrimiento de Wiemann “va a abrir nuevos campos de investigación, permitiéndonos conocer detalles que, hasta hace nada, creíamos que no se podían saber. Por ejemplo, el color de los huevos de especies extintas”.
¿Cómo evitar o minimizar la sensación de dolor de oído cuando se viaja en avión?
Aprovechando la pregunta de hace algunas semanas sobre si es posible romperse el tímpano al intentar destaponarnos los oídos con bostezos, mascando chicle o exhalando, un maldito nos preguntó vía Twitter cómo podemos quitarnos, evitar o minimizar el dolor de oído que sufrimos cuando viajamos en avión.
En literatura científica, este problema se conoce como barotrauma de oído, barotitis media o aerotitis media. Aparece cuando hay un cambio repentino de presión del aire entre el oído externo (la parte que puedes tocar con tus dedos, hasta llegar al tímpano) y el oído medio (la caja timpánica, justo detrás del tímpano).
Puede suceder especialmente al bucear o durante los vuelos en avión, según explica este artículo de MSD Manuals verificado por Richard T. Miyamoto, médico y cirujano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Indiana (Estados Unidos), y este artículo de la Clínica Mayo. Este vídeo de MSD ilustra qué es lo que le ocurre y qué es lo que hace la trompa de Eustaquio, un tubo que conecta el oído medio y la parte trasera de la nariz.
Por suerte, hay bastantes cosas que podemos hacer para prevenir o aliviar este molesto dolor, como detalla esta revisión científica: evitar dormir durante el despegue y aterrizaje en vuelos (ya que, si estás despierto en estos momentos, podrás realizar el resto de medidas de prevención); bostezar, tragar y mascar chicle, acciones que activan los músculos de la trompa de Eustaquio o exhalar aire con la boca y nariz tapada (lo que se conoce como maniobra del Valsalva), que aumenta la presión en el interior de las vías respiratorias y los espacios que conectan con ellas, como las trompas de Eustaquio.
Hay ocasiones en las que las trompas de Eustaquio pueden obstruirse, como en casos de resfriado o congestión nasal, lo que hará que el barotrauma pueda ser especialmente molesto. En estos casos se recomienda usar un medicamento descongestivo o aerosoles nasales (siempre bajo recomendación médica o farmacéutica).
Como siempre decimos al final de nuestros consultorios: somos periodistas, no médicos, y si este dolor persiste durante unos días o tienes alguna preocupación particular, lo mejor es que contactes con un profesional sanitario.
¿Por qué los bebés pierden alrededor del 5-10% del peso en las horas/días siguientes a nacer? ¿A qué corresponde ese peso?
Si acabas de tener un bebé (en ese caso te damos una enorme enhorabuena), te habrás dado cuenta de que la criatura pierde una buena cantidad de su peso corporal en las horas y días siguientes al nacer. ¿Cómo es posible que, después de nueve meses de ‘cocción’ y ganancia de peso, ahora se pierda tan rápidamente al dar a luz? Ocurre por diferentes factores, como el exceso de líquido y los desechos que se eliminan en las 48 horas después del parto.
Según explica Vanesa Llorente, pediatra de atención primaria y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, “el peso que pierden los bebés en los primeros días es, fundamentalmente, agua”. Llorente facilita un estudio prospectivo en recién nacidos publicado por la Revista chilena de pediatría donde se detalla que el porcentaje de peso que pierden los recién nacidos es del 4 al 7% y que, posteriormente, comienzan a recuperarlo alrededor del tercer día de vida.
“Hace ya años que no dejamos que lleguen a pérdidas del 10%. A partir del 5% se les vigila estrechamente para detectar lo antes posible si hay aporte insuficiente de leche u otros problemas”, detalla la pediatra.
Por su parte, Ana Benito, pediatra jubilada y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, agrega otros factores a esta bajada de peso: “Pérdida por la orina de un exceso de líquido con el que se nace, pérdida por las deposiciones (el meconio, que son células muertas y secreciones del estómago e hígado que reviste el intestino del bebé) e ingesta limitada por la inmadurez de la succión, al tiempo que el estómago del recién nacido admite pequeñas cantidades de alimento”.
Así, concluye que cada bebé tiene una pérdida diferente, “generalmente inferior o igual al 7%”.
Antes de que os vayáis…
Como todas las semanas, llegados a este punto nos gusta recordaros que estamos aquí para resolver todas las dudas y preguntas que tengáis respecto a información científica pero, eso sí, si lo que te inquieta tiene que ver con un diagnóstico, tratamiento o afección personal, lo único que podemos aconsejarte es que acudas a un profesional sanitario que estudie tu caso y pueda tratarte adecuadamente.
En este artículo han colaborado con sus superpoderes las malditas Inés Escandell, dermatóloga, Vanesa Llorente, pediatra de atención primaria y Ana Benito, pediatra jubilada.
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