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“Elige dos animales y el resto intentará matarte”: la ciencia detrás del escenario ficticio

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“Entre una lista de animales distintos, debes escoger dos. El resto intentará matarte”. Este ‘juego’ sobre una situación ficticia ha generado mucho debate en redes sociales acerca de qué especies cuentan con una fuerza protectora (o destructiva). Dar con contenidos similares, sin embargo, no es una novedad —compartimos más ejemplos antiguos abajo— y parece una manera de interactuar con la audiencia. Pero, ¿por qué triunfan tanto?

Escenario ficticio sobre el que hablamos. En inglés: "elige dos. Te defenderán. El resto irá a matarte".
Antiguos ejemplos de este mismo problema ficticio.

¿Por qué nos gusta tanto intervenir en este tipo de problemas ficticios?

Ya seas del equipo ratas + águilas, ratas con osos o ratas y lobos, hay muchas personas en las redes que participan en estos ‘problemas de supervivencia’. ¿Esconden algo para que sean tan populares, nos hagan debatir tanto o se repitan en varias versiones adaptadas?

Según Aurora Gómez, psicóloga clínica, este tipo de consultas, sencillas y entendibles para todos, “disparan nuestra imaginación”. “Además de que la idea de elegir nos encanta, estamos hablando de cosas que nos gustan y no nos gustan, por eso estas publicaciones en red funcionan tan bien”. La psicóloga añade que se trata de contenidos “sanos” porque “no despiertan emociones intensas como el odio, nos permite conectar y hablar”. Argumentar, por ejemplo, por qué optamos por ratas en cualquiera de las situaciones.

Jon Andoni Duñabeitia, científico cognitivo y director del Centro de Investigación Nebrija en Cognición (CINC), explica a Maldita.es que estos escenarios ficticios, y más si incluyen una situación de supervivencia, están poblando la literatura científica: “Cada vez más investigadores de diferentes laboratorios exploran cuestiones sobre el daño, la muerte, la justicia y la equidad, y cómo las personas procesamos esto en nuestro cerebro”.

¿Cómo actúa y elige un cerebro humano cuando apenas tiene datos sobre las opciones?

¿En qué terreno se daría esta batalla ficticia por nuestra supervivencia? ¿El cazador tendría munición infinita? ¿Las ratas están organizadas? ¿El escenario concluye si morimos o si nuestros animales escogidos sobreviven? Este dilema de animales tiene muchísimas preguntas abiertas, algo que facilita la flexibilidad en las discusiones pero también deja incógnitas que nos complican decidir. En este sentido, ¿qué hace nuestro cerebro para elegir la mejor opción?

Duñabeitia señala que en situaciones ficticias en las que se plantean “componentes morales densos” como la vida, la supervivencia y la muerte, “usamos una red neural (red de neuronas) muy extensa para poder abordar el problema”. Esta red cuenta con partes de nuestro cerebro relacionadas con la memoria, la atención, la resolución de problemas y, muy importante, componentes emocionales.

Pero ojo, nuestro cerebro no procesa igual cuando este problema trata sobre otras personas —y sus actuaciones morales— que sobre nosotros mismos. En el primer caso, detalla el científico cognitivo, se activan “áreas donde se hace un procesamiento del lenguaje, lo que nos hace pensar en que hay una relación directa entre juicios morales y el lenguaje en sí mismo”. Pero en el segundo, que versa sobre qué haríamos nosotros, hay una activación cerebral relacionada con ‘ponerse’ en una situación imaginaria “que solamente ocurre cuando nos piden tomar una decisión tan vital como la vida o la muerte”. Esto al cerebro humano le cuesta porque “no solemos tomar estas decisiones en nuestro día a día”.

Diego Redolar, profesor de Psicobiología en la Universidad Oberta de Catalunya e investigador del Cognitive NeuroLab, detalla a Maldita.es que en su laboratorio estudian cómo el cerebro toma decisiones. “Intervienen tres pilares fundamentales: el razonamiento, el refuerzo que motiva a la conducta y el procesamiento de la información emocional”.

Cuando nos sitúan en una situación ficticia de elegir dos animales para que nos defiendan ante el resto, “nuestro pilar racional intenta buscar un argumento para fundamentar la toma de decisiones, basándose en información, experiencias previas, formación adquirida, etc.” Pero, ¿qué ocurre cuando hay muchísima información que falta? “Se acoge a lo que tenga, por poco que sea. Por ejemplo: entre dos equipos de críquet sobre los que no tiene ni idea, escogerá el que tenga la equipación más profesional”.

¿Tienen sentido los test de personalidad basados en estas respuestas?

Gómez apunta que los test de personalidad se hacen a partir de un marco teórico que sirve como punto de partida para validar los resultados a partir de una gran muestra de participantes y en distintas lenguas y culturas. Ahora bien, puntualiza que tales herramientas son “muy específicas y complejas”. De ellas se ocupa un ámbito muy concreto de la psicología y requieren varios años de estudio e implicación de muchos especialistas, todos psicólogos colegiados. “Para poder evaluar test y sacar conclusiones no vale cualquier persona”, concluye Aurora Gómez.

Por su parte, Salvador Herrera-Pérez, neurocientífico del Hospital de Parapléjicos de Toledo e investigador del grupo de Neurofisiología Experimental y Circuitos, explica que estos test no sirven para trazar la personalidad de quien lo realiza. Herrera-Pérez asegura que “desde un punto de vista fisiológico”, no hay patrones ni redes neuronales que permitan a la persona decantarse por una opción u otra, por lo que “sería muy complejo” que esta decisión sirva para determinar la personalidad.

¿Sirven de algo estos escenarios ficticios?

Aunque el debate parezca no tener respuesta ideal —hasta que los expertos en zoología, veterinaria y supervivencia hablen—, el hecho de plantear escenarios ficticios como este tienen su utilidad en la investigación científica, tanto básica como aplicada.

Duñabeitia razona que, gracias a este tipo de ‘experimentos’ de toma de decisiones con componente moral, se conocen qué redes cerebrales concretas se activan cuando se decide sobre otra persona o sobre nosotros mismos. “Hay un debate en el entorno científico sobre por qué, cuando se plantean estos escenarios, se activan tantas partes relacionadas con el pensamiento creativo y metafórico”, explica.

Redolar, también autor del libro Placer, toma de decisiones y cerebro, detalla que gracias a conocer los tres pilares fundamentales de la toma de decisiones se sabe qué partes de nuestro cerebro se activan. Para el apartado racional “resulta muy importante la corteza prefrontal y dentro de esta, la zona dorsolateral”. Por otro lado, para la parte dedicada al refuerzo “son importantes las estructuras de la corteza y del estriado como el núcleo accumbens”. Por último, en el procesamiento de la información emocional interviene la amígdala, crítica tanto en cómo se procesa este tipo de datos pero también en detectar las señales que pueden poner en peligro nuestra supervivencia.

Herrera-Pérez añade que este tipo de experimentos teóricos se usan también en investigación en psicología. “No puedes poner al sujeto delante de un león o de un barranco, pero se usan escenarios de realidad virtual para simular entornos. Esto resulta muy útil para el tratamiento de fobias”, concluye.

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