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MALDITA CIENCIA

Bulos y desinformaciones sobre la inclusión de vacunas de ARN mensajero contra la COVID-19 en ensaladas y vegetales

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Nos habéis preguntado a través de nuestro chatbot de WhatsApp (+34 644 229 319) sobre un contenido que afirma que “la vacuna anti COVID de ARNm de COVID (sic) podría estar incluída en su ensalada y vegetales”. La web en la que se aloja el contenido es Mercola, fundada por Joseph Mercola, uno de los mayores difusores de desinformación en internet según el New York Times y a quien ya hemos desmentido en otras ocasiones en Maldita.es.

Sin embargo, no existe ninguna vacuna contra la COVID-19 (ni contra ninguna otra enfermedad) que se introduzca por “ensaladas o vegetales”: las aprobadas en España se administran por vía intramuscular, como se puede comprobar en las fichas técnicas de estos fármacos (Comirnaty de Pfizer, Spikevax de Moderna, Vaxzevria de AstraZeneca, la vacuna de Janssen y Nuvaxovid de Novavax). 

El contenido por el que nos habéis preguntado utiliza una nota de prensa de la Universidad de California en Riverside (Estados Unidos) para desinformar sobre las vacunas. Sin embargo, el objetivo del documento es anunciar que esta institución ha recibido financiación de la Fundación Nacional de la Ciencia de Estados Unidos (NSF, por sus siglas en inglés) para estudiar si es viable que las plantas produzcan el ARN mensajero que se emplea en vacunas. Hay que tener en cuenta que se trata de una investigación preliminar y que, de tener éxito, todavía quedarían muchos pasos para su comercialización.

El contenido menciona una investigación para crear vacunas comestibles: es un estudio preliminar

El contenido por el que nos habéis preguntado afirma que “la Fundación Nacional de Ciencias ha invertido hasta ahora medio millón de dólares en investigar cómo aplicar las vacunas antiCOVID de ARNm en su ensalada y otros vegetales, supuestamente para que las personas que dudan en obtenerlas de la manera convencional las obtengan de todos modos”. El texto desinformador recoge datos sueltos y aleatorios de una nota de prensa de la Universidad de California en Riverside

La verdadera finalidad de la nota, sin embargo, es informar sobre una beca de 500.000 dólares que la institución ha recibido de la NSF (en este enlace se pueden consultar más detalles de dicha financiación). Esta, según la universidad, se dedicará a investigar la posibilidad de que ciertas plantas puedan servir como tecnologías de fabricación de vacunas de ARN mensajero, pero no solo contra el COVID-19, sino contra cualquier virus.

“Las tecnologías actuales de fabricación de vacunas requieren instalaciones de laboratorio costosas y sistemas de entrega en cadena fría que dan lugar a un acceso lento y desigual de las vacunas a las personas”, indica el resumen del proyecto. Según la nota de prensa de la Universidad, la investigación tiene tres objetivos: demostrar que el contenido de las vacunas de ARN mensajero puede introducirse en las células vegetales, que una vez introducido puede replicarse y producirse en suficiente cantidad para que sea equivalente a una administración tradicional, y determinar qué dosis sería la adecuada.

Pero hasta que esto se consiga (si se consigue) y que una vacuna se apruebe y comercialice de esta forma pueden pasar años. Juan Pablo Girado, profesor de Botánica y Ciencias Vegetales de la Universidad de California en Riverside e investigador principal, comentó a USA Today que esta investigación “tardará un par de años en mostrar la prueba de concepto de la tecnología”. Si tiene éxito, “serán necesarios más estudios y varios años más para que la gente pueda usar las verduras como fábricas de vacunas de ARN mensajero”.

El contenido desinformador apunta que la lechuga “no es el único método que los científicos tienen en mente para administrar vacunas”, sino que “también consideran las espinacas y los tomates como posibles alimentos” para este cometido.

Esto hace referencia a que el equipo de Girado está probando si los cloroplastos (los orgánulos de las células vegetales responsables de la fotosíntesis) de lechugas y espinacas pueden producir las moléculas de ARN mensajero, como resume la nota de prensa de su universidad. Pero, como decimos, es una investigación preliminar y a día de hoy no se puede administrar (o mejorar) ninguna vacuna a través de un alimento.

Las vacunas comestibles se investigan desde los años 90

A pesar de que el contenido por el que nos preguntáis es falso, la investigación en vacunas comestibles es una línea que se explora desde los años 90. Un artículo científico publicado en 2019 hace un recorrido sobre los desafíos y oportunidades que tiene esta tecnología de vacunación, que en su mayoría requiere de plantas modificadas genéticamente (alimentos transgénicos): “El principal mecanismo de acción de las vacunas comestibles es activar las respuestas inmunitarias sistémicas y de las mucosas contra un organismo extraño causante de la enfermedad”.

Por otro lado, este reportaje de Ángela Bernardo publicado en Alt1040 en 2013 menciona algunas de las ventajas que tendría producir vacunas comestibles: una administración más agradable que un pinchazo intramuscular, almacenamiento e higiene más accesible de estos productos en países con menos recursos y una producción más barata. No lejos, eso sí, de otra serie de desafíos aún no superados: que se demuestre su viabilidad y que se confirme que son seguras para la salud.

Salvador Bergoñón Fuster, experto en investigación clínica y epidemiológica y profesor en el departamento de Farmacología de la Universidad de Barcelona, afirma a Maldita.es que, a día de hoy, “no existe ninguna vacuna comestible aprobada”. Lo más cercano es un ensayo clínico en humanos registrado en ClinicalTrials.gov de una potencial vacuna frente a la hepatitis B, que pretendía demostrar su eficacia. “No llegó a hacerlo porque se canceló, y de eso hace más de 10 años”. 

Así, Bergoñón ha encontrado 437 trabajos publicados relacionados con vacunas comestibles, de los cuales siete son ensayos clínicos: en cerdos (2017), en gallinas (2016) y cinco en humanos, pero “en ensayos no aleatorizados, con muy pocos individuos y se remontan al 2005 y antes”.

En este artículo ha colaborado con sus superpoderes el maldito Salvador Bergoñón Fuster.

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