Es un hecho. Hay perros y gatos que se meriendan con gusto alguna que otra de las plantas con las que se topan durante el día, ya sea en casa, por parques y jardines o en el campo. Ojo que, en ocasiones, estas pueden ser tóxicas y acabar en una visita al veterinario (o incluso peor). Eso sí, aunque el listado de plantas tóxicas para los animales es amplio, también existen vegetales aptos como posibles tentempiés para nuestros animales de compañía.
“Cuando tomamos la decisión de convivir con un animal, deberíamos hacer como con los bebés: tomarnos un tiempo antes para detectar todos los posibles peligros y anularlos”, explica a Maldita.es Mar Puig, auxiliar veterinaria, educadora canina y maldita que nos ha prestado sus superpoderes.
Porque, aunque para nosotros sea un incordio que nuestros compañeros de vida saquen la tierra de las macetas, el verdadero problema de la ‘trastada’ es que “muchas de las plantas que tenemos en casa son tóxicas para los animales” y que “lo que ellos entienden por juego puede tener consecuencias nefastas”. “Los cachorros son los más susceptibles de sufrir una intoxicación, especialmente durante el periodo en el que le crecen los dientes”, aclara Puig.
¿Y cuáles son esas plantas consideradas peligrosas para nuestras mascotas? La Sociedad Estadounidense para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales (ASPCA, por sus siglas en inglés) las recoge en un par de listados disponibles en su página web: una con el total de plantas tóxicas e inocuas para perros y otra similar para el caso de los gatos. Aunque los nombres comunes están en inglés, puedes buscar las que tengas en casa o pretendas adquirir por su nombre científico.
Entre las plantas dañinas para gatos y perros se encuentran la azalea, la hiedra, los gladiolos, el potho, los geranios, la planta del tomate, el ajo, el manzano, el orégano, el clavel y el cáñamo o la marihuana. Entre las que no les afectan, el plátano, las calateas, el cilantro, la camelia, el algarrobo, el pepino, el eneldo, la batata o boniato y la palmera de salón, entre otras.
En base a las notificaciones al Centro de Control de Envenenamiento de Animales de ASPCA, un estudio científico del año 2006 encontró que en Estados Unidos las plantas que provocan efectos sistémicos graves en perros y gatos con más frecuencia son el lirio, la azalea, la adelfa, la palmera sagú, el ricino, el kalanchoe y el azafrán silvestre o mataperros.
Los síntomas más característicos de las intoxicaciones son diarrea, vómitos, irritaciones en la piel, apatía, pérdida de apetito, babeo, deshidratación, temblores, ataxia (un trastorno motor), coma e incluso la muerte, según indica Puig. No obstante, la mayoría de ellas provocan síntomas leves o moderados de vómitos y diarrea, mientras que los efectos hepáticos, renales, del sistema nervioso central o cardiovasculares son raros. Sólo algunas plantas de jardín o domésticas pueden causar efectos sistémicos graves o la muerte al ingerir una pequeña cantidad de material vegetal.
No es fácil detectar la posible toxicidad, ya que los principios activos que provocan la reacción adversa no siempre están en toda la planta. Lo indica la auxiliar veterinaria: “En algunas sólo se trata de las hojas, el tallo, la raíz o varias de estas partes. Otras incluso son venenosas exclusivamente durante un determinado periodo del año. Además, sus efectos pueden ser inmediatos o tardíos, lo que complica todavía más asociarlo a la ingesta de la planta”.
Aunque se suele hablar de perros y gatos, también debemos vigilar qué comen otros de los animales que suelen convivir con humanos. Es el caso de los loros y cotorras; los roedores como las cobayas, hámsters y chinchillas y los lagomorfos, como conejos y liebres, según indica Puig.
Para la auxiliar veterinaria, lo más seguro es no tener plantas que sepamos que son tóxicas para ellos. Con aquellas en las que lo desconocemos, precaución hasta que consigamos toda la información. Otra opción, señala, es adquirir plantas específicas e inofensivas y ponerlas a su disposición para que puedan desplantarlas a su manera: “Para muchos perros, sobre todo, es lo que podríamos llamar una terapia para la ansiedad”.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes la auxiliar veterinaria y educadora canina Mar Puig.
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