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Qué es la presión de grupo y cómo nos afecta a la hora de comprar Lotería de Navidad

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Tiempo de lectura: 11 minutos
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En corto:
  • Ante la presión de que todo el mundo compra lotería y tú no, surge una actitud que busca cambiar cambiar los hábitos del 'disidente'
  • Nos sentimos culpables, tenemos la necesidad de comprar para compartir el sentimiento de grupo o queremos participar en un fenómeno cultural. Son los sesgos cognitivos
  • Te damos consejos para lidiar con esa presión de grupo

“Ya verás como toque”, “luego no pidas que te demos parte del premio”... Quizás hayas oído estas frases de compañeros de trabajo, amigos o familia al decidir no comprar lotería navideña. Anuncios como el de la Lotería de Navidad de 2014 apelaban a la única persona de un grupo que no compró el décimo que se llevó el Gordo.

Ante toda esta presión y publicidad de un sorteo retransmitido en directo por las principales televisiones de España, es difícil resistir y no comprar al menos una participación, pese a que racionalmente sepamos que las probabilidades del “¿y si cae aquí?” sean muy pequeñas y que sería más útil, o bien invertir el dinero en otras cosas, o ahorrarlo. Os explicamos cómo funciona la presión de grupo que contribuye a que, por ejemplo, en 2025 se hayan gastado de media más de 76 euros por persona en Lotería de Navidad.

Una actitud que busca cambiar los hábitos del ‘disidente’

Entendemos por “presión de grupo” los comportamientos de diversos miembros de un grupo cuyo objetivo es cambiar la conducta o actitudes de uno o varios de las personas de ese conjunto que piensan de forma diferente. Estos comportamientos pueden generar cierto malestar por la insistencia, culpabilidad o miedo a un rechazo o conflicto anticipado, por lo que la probabilidad de que la decisión, ideas o comportamiento cambie, adaptándose a las del grupo, es mayor. Esto reduce el malestar inmediato, aunque a largo plazo la persona pueda sentir peor por haber cedido o realizado alguna acción con la que no se encuentre cómodo, según explican a Maldita.es los psicólogos Carlos Serrano y Santiago Martín de SM Psicólogos.

De cara a la lotería de navidad, esta presión que el grupo ejerce para que se participe y el malestar que esto genera puede conseguir que se acabe cediendo y comprando la lotería, quedando así en paz momentáneamente. “Pero puede tratarse de un alivio momentáneo del malestar y arrepentirse ya que después de este cambio de decisión”, aclaran los psicólogos.

Los psicólogos Dan Ariely y Jonathan Levav analizaron la secuencia de las tomas de decisiones en situaciones grupales y observaron que cuando estamos solos tenemos un objetivo en mente, que es maximizar la satisfacción de nuestros deseos individuales. Sin embargo, al estar en grupo, no ocurre lo mismo, como recuerda a Maldita.es Jesus David Zarza, psicólogo general sanitario y miembro de la Sociedad para el Avance del Estudio Científico del Comportamiento (SAVECC).

La presión grupal cambia nuestra conducta debido a la pertenencia a una comunidad. En grupo, cuando tenemos un objetivo, “tendemos a minimizar las posibilidades de arrepentirnos de nuestras decisiones”. “Y esa aversión a la pérdida nos lleva a la conformidad social, a actuar de igual manera que el resto del grupo”, aclara Zarza. Además de la conformidad social, otro mecanismo en marcha en la presión grupal es la obediencia a la autoridad, ejercida en este caso por la familia, compañeros y jefes de trabajo o compañeros de promoción.

La profesora de la Facultad de Estudios Sociales de la Universidad Alfonso X el Sabio, Olga Delgado Herrera, explica otros dos mecanismos de influencia: la identificación con el grupo y la información dada por el propio conjunto.

De esta forma si nuestra cuadrilla compra lotería, nosotros también lo hacemos al identificamos como parte de ella. Además, la información e imágenes en medios de comunicación (ganadores descorchando el cava, colas interminables ante las administraciones…) crean sensación de urgencia con noticias sobre la imposibilidad de encontrar décimos (aversión a la pérdida) y provocan la aparición de sesgos cognitivos que “nos llevan a magnificar los beneficios y minusvalorar la posibilidad de tirar el dinero”, explica Zarza. El psicólogo lo resume así: “La aversión a la pérdida y la reducción de las posibilidades de arrepentirse, la conformidad social y la obediencia a la autoridad son factores que hacen que sea más probable que compremos lotería”.

“La lotería de navideña es ante todo un fenómeno cultural. Comprar lotería y regalarla se ve como un forma de socializar. Salir de la compra conjunta es complicado, porque también supone rechazar formar parte de un futuro imaginario de felicidad. Este fenómeno es frecuente y normal”, indica a Maldita.es la psicóloga Aurora Gómez de Corio Psicología. A nivel psicológico funciona la ilusión de enfoque, creer que si ganamos dinero se solucionaran nuestros problemas, “porque nos enfocamos en una solución sin ver el resto del contexto”, algo que también ocurre, por ejemplo, al sobrestimar nuestro bienestar si tenemos pareja o cuando queremos tenerla, añade Gómez.

Otro sesgos en marcha que destaca Goméz son el de la ilusión de control, que está en todos los juegos de azar; la falacia del jugador (“ya nos debe tocar, el azar está en deuda con nosotros”), y el sesgo de disponibilidad, es decir, creemos que un evento es más probable porque tenemos más información sobre él. Por ejemplo, aquella persona que no compró lotería en su oficina tiene más repercusión mediática, como pasó con tres empleados del área de Movilidad del Ayuntamiento de Málaga que se quedaron sin décimo… y sin el Gordo y que fue contado por los medios de comunicación.

Además, la relación coste/beneficio donde por un décimo de 20 euros optamos a 400.000 euros de premio “hace que no merezca la pena decir NO. Si fuera más costoso habría más voces discordantes”, señala a Maldita.es la psicóloga Mercedes Cimas y también maldita que nos ha donado sus superpoderes.

Más allá de la lotería de navideña, somos más vulnerables a la presión de grupo en la etapa adolescente, “donde formamos el yo social con respecto a lo que piensan sobre nosotros los demás. En esta etapa la influencia y la presión de grupo son enormes y necesarias para aprender muchas de las habilidades sociales que tendremos de adulto. El hacer lo que mayoría quiere tiene una parte adaptativa también: la vida es más fácil en comunidad, si no me excluyen”, señala Cimas, especializada en adolescentes.

Varios factores en la presión de grupo

Hay varias variables que pueden hacer más probable que alguien ceda ante la presión de grupo. Algunas son a nivel individual como una baja autoestima, la necesidad de apoyo social o de autocontrol, la alta ansiedad, los sentimientos de autoculpabilidad, de inferioridad, la baja inteligencia o la personalidad autoritaria, señalan desde SM Psicólogos

También entran en juego normas culturales como las diferencias entre culturas colectivistas e individualistas. Por ejemplo, la conformidad puede ser una forma de cohesión social en culturas colectivistas y en algunas sociedades se premia más la participación colectiva que en otras. 

El tamaño del grupo también afecta a la probabilidad de conformarse porque cuanta más gente se une a presionar, más fácil es conformarse con la presión, aunque cuando llega a 5 personas ese efecto se estabiliza, señalan Serrano y Martín. Quizás no sea casualidad que la provincia de España con más gasto por habitante en la Lotería de Navidad 2025, con más de 285 euros por habitante, sea también una de las menos densamente poblada: Soria.

¿Cómo hacer frente a la presión de grupo?

No es fácil mantenerte en tus trece y ser el único que no se gaste 20 euros en un décimo o que no beba alcohol en una fiesta, por ejemplo. ¿Qué podemos hacer para mantenernos firmes frente a esta presión? Mercedes Cima aconseja aprender a ser asertivos (expresar nuestra opinión de manera firme) y saber poner límites a la familia, amigos, compañeros... “Aprender a decir que no suele costar mucho porque tenemos el concepto de ser egoístas cuando ejercemos nuestro derecho a no hacer lo que la mayoría necesita”.

Los psicólogos Dan Ariely y Jonathan Levav proponían dos estrategias, recuerda Zarza. La primera es la búsqueda de información que compartir con otras personas, generando variedad grupal, dado que algunos encontrarán reforzante no comprar lotería; y otra es la individualización, el presentarse como “diferente” al resto.

Serrano y Martín aconsejan ante una presión constante y la insistencia del grupo seguir repitiendo la negativa con la misma insistencia y convertirse en un “disco rayado, sin miedo a resultar pesado, ya que lo único que queremos es seguir defendiéndonos de lo no queremos hacer”. Aunque antes de rechazar las peticiones hay alternativas como mostrar entendimiento o aceptación (“me agrada que me lo pidas, pero tengo que decir que no”) o dar alternativas (“para este año no me gustaría comprar, pero podemos verlo para otra ocasión”), añaden Serrano y Martín.

Otra herramienta propuesta desde SM Psicólogos es lo que llaman técnica del sándwich. Para poder dejar clara nuestra postura, intercalar la negativa entre dos mensajes positivos. La primera “rebanada” sería utilizar un mensaje de aceptación y comprensión al otro o incluso de gratitud: “Me agrada que me pidas que compre lotería porque entiendo que significa que te importo” o “Entiendo que quieras pedirmelo porque es algo muy común en la empresa”.

Tras esta respuesta inicial, se introduce la crítica, donde se especifica qué es lo está molestando. Para que el mensaje no quede tan amargo, podemos acabar con otra capa de “pan” en la que, de nuevo, agradecer la consideración u ofrecer alternativas a lo que nos propone. Serrano y Martín proponen: “Agradezco que me pidas que compre lotería, pero me siento un poco molesto cuando me lo pides tantas veces, ya que no quiero comprarla. Pero aprecio mucho que pienses en mí”. 

Para la redacción de este artículo, nos ha prestado sus superpoderes la psicóloga Mercedes Cima.

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