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Por qué el dióxido de cloro o CDS no cura el coronavirus y por qué el supuesto estudio que dice que sí no es un ensayo clínico y tiene numerosos sesgos y errores estadísticos

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Un supuesto estudio científico revisado por pares ha demostrado que el dióxido de cloro (o CDS) “cura la COVID en el 100% de los casos”. En realidad, no hay ninguna prueba de que el dióxido de cloro funcione contra la COVID-19 y puede ser peligroso, como hemos explicado anteriormente. El dióxido de cloro proviene del MMS o clorito de sodio. Aunque el “estudio” se ha publicado en una revista, el contenido tiene numerosos sesgos, errores y no se trata de un ensayo clínico. Además, la revista no tiene repercusión en la comunidad científica y uno de los autores administró la sustancia en pacientes sin permiso del hospital en el que trabajaba. El principal autor del estudio trabaja con homeopatía, una pseudoterapia. Os lo explicamos.

Los riesgos para la salud de consumir dióxido de cloro

La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) alertó en septiembre de 2020 de los riesgos graves para la salud por el consumo de dióxido de cloro. También aclaró que no existe ninguna prueba científica que avale las supuestas propiedades contra la COVID-19 y otras enfermedades. “El dióxido de cloro es un oxidante fuerte y su consumo supone un riesgo para la salud que puede ser grave en algunos pacientes y requerir hospitalización”, advierte la AEMPS.

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La agencia señala que su consumo directo puede producir dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea, que pueden llevar a deshidratación, fallo renal, anuria (no excreción de la orina), anemia hemolítica y metahemoglobinemia (nivel anormalmente alto de metahemoglobina en la sangre). Además, los vapores del dióxido de cloro pueden causar irritación ocular o respiratoria, broncoespasmo (dificultad para respirar) o incluso edema pulmonar (acumulación anormal de líquido en los pulmones).

Un “estudio” con muchos sesgos y errores estadísticos

Roger Solanas, farmacéutico experto en ensayos clínicos y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, ha analizado el “estudio” para Maldita Ciencia:Esto no es un ensayo clínico, como ellos dicen en el artículo, sino un primer paso para dar publicidad al proyecto”. El experto en ensayos clínicos lo define como un “estudio de muestra pequeño, con muchos sesgos”. El estudio se aprobó en Bolivia pero tuvo pacientes que recibieron dióxido de cloro en Ecuador y Perú sin que mencionen que fuese aprobado en esos países, indica Roger Solanas.

El farmaceútico señala que las conclusiones (que el dióxido de cloro es efectivo en el tratamiento de la COVID-19, haciendo negativa la PCR en el 100% de los casos a los 7 días) “están muy sesgadas”. La bioestadística y profesora del Departamento de Estadística de la Universitat de València, Anabel Forte, también critica que “hay muchos errores estadísticos que habitualmente la persona que revisa no debería dejar pasar”.

Solanas también indica que los motivos del sesgo son varios: el grupo experimental sólo recibió dióxido de cloro mientras que el grupo control tomó “una plétora de medicamentos: ibuprofeno, antibióticos, antihistamínicos, corticosteroides y medidas de apoyo”. Además, no se habla de la gravedad de los pacientes que participaron en el estudio y fue un número muy bajo de pacientes (20 en el grupo control y 20 en el grupo experimental con dióxido de cloro).

Este número de pacientes “sería válido en un estudio de fase I en el que se estudiaría únicamente la seguridad del tratamiento, no la eficacia. Sin embargo, ellos lo consideran una fase ya cuasiexperimental” y miden la eficacia, indica a Maldita Ciencia Marta Moris, doctora en Biología y ex asesora técnica en ensayos clínicos de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS). A Moris le llama la atención que el período de observación fuese distinto entre el grupo control (14 días) y el experimental (21 días).

Otra de las cosas que lo diferencia de un estudio científico de verdad es, según Solanas, que “no se sigue el cumplimiento terapéutico de los pacientes (si se han tomado la medicación o no). Es muy probable que les hayan dado los medicamentos a otros familiares más enfermos que ellos. Este punto es fundamental y no está descrito en ningún apartado”. El documento tampoco indica si los pacientes del grupo control “no tomaron ningún fármaco o producto adicional para el tratamiento de la COVID-19”, señala el experto.

Un problema importante del “estudio” para Solanas es que no es de doble ciego (donde ni los pacientes ni los investigadores saben quién pertenece al grupo de control y quién al grupo experimental), por lo que “los pacientes saben qué toman y pueden estar más predispuestos a participar, puede haber efecto placebo, pueden participar en el estudio por tener un tratamiento o para agradar al doctor que le den medicamentos gratis”, añade el experto. Tampoco se listan los efectos adversos (relacionados o no) con la toma de dióxido de cloro, añade. Además, la conclusión se basa “en la evaluación empírica de los médicos de su grupo de investigación”, sin una evaluación independiente.

Por su parte, Forte indica a Maldita Ciencia que “no se habla de las similitudes de los pacientes en el grupo control y el tratamiento” en cuanto al resto de enfermedades que puedan tener (comorbilidades) o la carga viral de los pacientes en ambos grupos. Además, “el tratamiento que reciben ambos grupos no es comparable” ya que “no reciben un equivalente en términos de tratamiento/placebo”. La bioestadística señala también que en el apartado ‘Discusión’ del documento se habla de “comparaciones en la mortalidad cuando es algo que no se ha trabajado a lo largo del estudio”.

Forte añade que la elección de la escala de las variables (para medir la efectividad del dióxido de cloro) “es bastante cuestionable”. Por ejemplo, la escala para el dolor “es bastante subjetiva y no se indica cómo se ha cuantificado”.

Publicado en una revista sin factor de impacto y que no lo considera una investigación

La revista que ha publicado el contenido, llamada ‘Journal of Molecular and Genetic Medicine’, no forma parte de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, que incluye casi 2.500 revistas. Dejó de participar en 2013. Tampoco aparece en los listados de factor de impacto, que sirven para medir qué repercusión tiene la revista en la comunidad científica. “No encuentro básicamente ninguna referencia a esta revista que no esté hecha por ellos mismos”, aclara Marta Moris.

Tanto Moris como Forte señalan que el documento aparece como artículo de revisión (de la literatura científica, pero no un estudio). “Ni siquiera la revista lo considera una investigación”, aclara Moris. Forte indica que es “una de estas revistas que cobran por la publicación de los artículos”.

Los autores del “experimento” lo hicieron sin permiso del hospital en el que trabajaba uno de ellos y firmaron otro contenido con un propagandista del dióxido de cloro

Uno de los autores del documento es Yohanny Andrade, quien administró a tres pacientes de la Fundación Hospital San Carlos de Bogotá (Colombia) el dióxido de cloro sin autorización ni conocimiento por parte de la institución, según señaló en mayo de 2020 en un comunicado el hospital colombiano. “La Fundación Hospital San Carlos no avala esta práctica, no hay ningún documento oficial de dicha investigación en la institución, ni tampoco cuenta con autorización para el desarrollo de la misma”, señalaron desde el hospital colombiano. Andrade, médico contratado por el Hospital San Carlos, fue retirado de sus funciones tras confirmarse este suministro no autorizado de dióxido de cloro.

“Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses o intereses económicos en competencia” y “ no tener otras relaciones o actividades que puedan influir en el artículo publicado,” afirman en el documento los autores. Pero los dos principales autores del “estudio”, Eduardo Insignares-Carrione y Blanca Bolano Gómez, firmaron en la misma revista otro documento en el que planteaban una hipótesis sobre un posible mecanismo de acción del dióxido de cloro contra el coronavirus junto con Andreas Kalcker, una persona que se dedica a difundir la falsedad de que el dióxido de cloro cura la COVID-19.

Kalcker lleva años promocionando el dióxido de cloro como cura para múltiples patologías, incluido el trastorno del espectro autista. En 2012 fue detenido por un supuesto delito contra la salud pública mientras impartía en Ibiza una charla para promocionar y vender el MMS o clorito de sodio, de donde se obtiene el dióxido de cloro.

El principal autor del estudio es homeópata

El responsable del estudio es Eduardo Insignares, cuyo perfil, como ya contamos en Maldita Ciencia, aparece en la web de Magnofarma de Colombia, un laboratorio homeopático, y en el que se puede leer que es el fundador de la Fundación Génesis. No hemos podido encontrar ni una página web ni un perfil en redes sociales de esta fundación (sí que hay un perfil de Facebook de otra fundación con el mismo nombre también ubicada en Bogotá, pero esta se dedica a la ayuda a personas con adicciones y no tiene nada que ver con el ensayo clínico en cuestión). Además, ya os hemos explicado por qué la homeopatía no funciona (más allá del placebo).

En este artículo ha colaborado con sus superpoderes el maldito Roger Solanas, farmacéutico experto en ensayos clínicos.

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Primera fecha de publicación de este artículo: 07/04/2021

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