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MALDITA CIENCIA

Por qué a día de hoy las vacunas contra la COVID-19 no se administran ni venden en las farmacias

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Nos habéis preguntado por las declaraciones que la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, hizo en una entrevista el pasado 10 de marzo en relación a la administración de las vacunas contra la COVID-19. “¿Cómo es posible que uno no pueda vacunarse? ¿Cómo es posible que no nos dejen a los españoles comprarnos nuestras propias vacunas si cuestan 8 euros?”, cuestionaba Aguirre. “Si se vendiesen en las farmacias, ya nos habríamos vacunado prácticamente toda la población”, añadía.

Sin embargo, hay varios motivos por lo que esta propuesta a día de hoy no es sostenible ni recomendable, según los expertos consultados por Maldita Ciencia

“Por una parte está el tema de distribución; por otra, el almacenamiento, que tiene que ser en determinadas condiciones (por ejemplo, la de Pfizer necesita ultracongeladores) y por último, una parte imprescindible, su administración: son viales para varias dosis que hay que aplicar en un tiempo determinado. Además, debe hacerlo una persona preparada para ello”, explicaba a Maldita Ciencia a través de Twitch (00:04:00) Antonio Varo, profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Córdoba. “En definitiva, se necesita una logística, unos recursos materiales y unos recursos humanos  determinados”, resumía.  

No hay suficientes vacunas

La primera razón por la que, al menos hoy por hoy, las farmacias no serían el lugar más adecuado para administrar o vender las diferentes vacunas contra la COVID-19 es que no se dispone de suministro suficiente.

“No se trata de que haya un número suficiente de vacunas que se puedan o no vender en farmacias u otros establecimientos: el problema es que no hay suministro”, explica a Maldita Ciencia José Luis Cobos, vicesecretario general del Consejo General de Enfermería de España. “Si tuviéramos millones de ellas y estuviesen retenidas en un almacén en el que no hubiese forma de darles salida, sí que habría que buscar soluciones. Pero ese no es el problema de base, no es el caso. El problema es que no hay suficientes vacunas”, añade. 

¿Quién debe administrar las vacunas y dónde debe hacerlo? 

También es importante el tipo de profesional y el lugar donde se administran las vacunas. “En cuanto a quién y dónde administrarlas, los enfermeros y enfermeras abogamos porque esto es una competencia de los profesionales de enfermería, que somos los que estamos, a lo largo de todo el año, administrando las vacunas de todas las campañas de vacunación”, recuerda Cobos. 

Además, añade que esta, como la de la gripe, debe ser una más y que, en principio, no hay motivo para cambiar el sistema cuando no hay necesidad. “Otra cosa sería que estuviésemos en una situación crítica, que no se pudiese vacunar en ningún otro sitio por falta de manos, de personal. Pero no, ahora mismo lo que hace falta, como decíamos, son vacunas”, indica el vicesecretario del CGEE. 

Amós García, presidente de la Asociación Española de Vacunología (AEV) coincide en que es preferible que sean los profesionales de enfermería quienes sigan al frente del proceso de vacunación. 

“El papel de los farmacéuticos es imprescindible en el sistema sanitario [...] Su papel es clave, fundamental, y conviene dejarlo claro”, explicaba García a Maldita Ciencia a través de un directo de Twitch (00:15:00) y añadía que, sin embargo, “hay que ser conscientes de la situación en la que nos encontramos en estos momentos, muy complicada desde el punto de vista de la salud pública”. “En el contexto de una pandemia, cuanto menos meneemos lo que hay (en este caso, la organización del proceso de vacunación), mucho mejor”, opinaba. 

Por otra parte, también hay que tener en cuenta el lugar donde se realiza la vacunación. Al fin y al cabo, debe disponer de un equipo sanitario acorde a cualquier necesidad o reacción que pueda surgir tras la vacunación, aunque esta sea mínima. Como recordaba Varo, “la vacunación es un acto sanitario complejo, no solo consiste en tomarse unas pastillas”. “En este caso, un farmacéutico no es el profesional adecuado para ello”, señala Cobos. 

Se debe garantizar la seguridad de la actividad vacunal

Según Varo, tras la aplicación de la vacuna, a la persona que acaba de recibirla se le suele recomendar que espere al menos 15 minutos (media hora en caso de antecedentes alérgicos), antes de abandonar el centro. Pero no solo se trata de esta espera recomendada, sino que tambíen hay que garantizar que se evitarán aglomeraciones y asegurarse de que se mantiene la distancia de seguridad, lo que no sería tan fácil fuera de este tipo de instalaciones. “Si, debe haber la mayor accesibilidad posible pero, evidentemente, con unas garantías”, señala Varo.

“Hay que entender que vacunar no solo es administrar la vacuna, es mucho más. Lo primero de todo, tener garantías de que esa actividad vacunal se va a hacer con seguridad para el que vacuna y para el que recibe la vacuna”, coincide García. 

La importancia del registro de las personas vacunadas y de las dosis que reciben

Uno de los factores imprescindibles en la vacuna, además de la prescripción y administración, es el registro, de vital importancia en salud pública. “Debe ser un control, un registro, oficial”, señalaba Varo.

García añade que esa vacuna, además, debe registrada en un dispositivo al que no va a estar adscrita una farmacia. “Y no solo para saber que ha sido administrada, sino para poder monitorizar los posibles efectos secundarios que pueda tener”, indica. 

Además, su aplicación también tiene que ver con la incidencia de la enfermedad, sobre todo por los grupos vulnerables, por los que se ha comenzado. “Hay motivos éticos, motivos de equidad e igualdad. Si estamos vacunando a determinados grupos para controlar la pandemia, empezando por grupos vulnerables en los que la letalidad es mayor, no podemos convertirla en un acto meramente individual, tiene que haber un control de los grupos”, indica Varo.

Nos encontramos ante una campaña especialmente compleja

El presidente de la SEV recalca que nos encontramos ante una campaña de vacunación especialmente compleja. En palabras de García, estamos hablando de hacer algo insólito: vacunar a mucha gente en el menor periodo de tiempo posible, pero hacerlo, como decíamos, con seguridad y garantías. 

“Estamos manipulando unas vacunas que, desde el punto de vista logístico, tienen una complejidad evidente, por ejemplo, su temperatura de conservación, en el caso de Pfizer”, explica. 

En el mismo directo de Twitch (00:28:00), Víctor Jiménez Cid, Catedrático del Departamento de Microbiología y Parasitología en la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, explicaba por qué es necesario prestar especial atención a la conservación de la propia vacuna para que mantenga sus propiedades y su eficiencia. “Las hay muy delicadas. El caso extremo son las vacunas de ácidos nucléicos, en concreto las vacunas de ARN (por ejemplo, la de Moderna y, sobre todo, la de Pfizer)”, indicaba Jiménez. 

En palabras del experto, el ARN es susceptible de ser degradado por unas enzimas, las ribonucleasas, que no solo son ubicuas, sino que son inaccesibles, indestructibles. “Por eso, si no se tiene cuidado, el ARN no dura nada. Hay que tratar las soluciones con sumo cuidado”, explicaba Jiménez. “Si tú formulas un fármaco con ARN, este tiene una vida media de minutos u horas. Para eso, se tiene que mantener a unos - 80 ºC, que es la única manera de tener las actividades enzimáticas ‘paradas’, añadía.   

“Por todo esto, creo que lo mejor, lo sensato, es que el papel de las farmacias en estos momentos esté dirigido a la concienciación, a la educación sobre la conveniencia vacunal. Ya tendremos tiempo de debatir en un futuro la posibilidad de ir incorporando las farmacias en otras áreas de la vacunación”, concluye García. 

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