No habéis sido los primeros ni los únicos en experimentar sueños algo turbios y raretes o incluso alguna pesadilla más de lo habitual durante el confinamiento. Lejos de quedaros con la duda, varios de vosotros nos habéis preguntado si esto es frecuente en el contexto en el que nos encontrábamos hace un par de semanas, por qué y si realmente tiene que ver con la cuarentena o con la situación de pandemia por coronavirus. Pues sí, por ahí van los tiros: la crisis sanitaria ha interferido y se ha colado en nuestros sueños.
Al fin y al cabo nos hemos enfrentado a una situación durante la que se nos ha bombardeado día sí día también con novedades que causaban una gran incertidumbre, además de emociones y miedos de todo tipo (incremento de personas contagiadas y fallecidas, previsiones económicas, descubrimientos sobre el nuevo virus y la COVID-19, confabulaciones y conspiraciones...).
Funciones de los sueños y cómo afecta cada fase
El hecho de ver reducido nuestro grado de actividad física, una menor exposición a la luz solar, un reducido contacto social junto a niveles más elevados de estrés y preocupación contribuye a tener peor calidad de sueño, siendo frecuente que aparezcan sueños de contenido más realista o desagradable. "Se debe generalmente a que un sueño más fragmentado o menor número de horas, junto con los factores psicológicos descritos, suele producir un aumento de porcentaje en fase REM. Esta es una fase normal de nuestros ciclos de sueño fisiológico, pero es en la que más contenido onírico se da y en la que es más posible que lo recordemos", explica a Maldita Ciencia Celia García Malo, neuróloga especialista en sueño en el Instituto del Sueño (IIS).
Existen varias teorías sobre la función de estos "mediometrajes nocturnos de autor" (sí, los sueños), algunas complementarias y compatibles. "Una de ellas es la de la continuidad: la gente sueña con las cosas en las que ha pensado y ha hecho durante el día", explica a Maldita Ciencia la psicóloga Aurora Gómez Delgado. "Una segunda teoría sostiene que los sueños nos permiten aprender y prepararnos para situaciones complicadas con las que nos tenemos que enfrentar cuando estamos despiertos", añade.
Según Gómez Delgado, esta situación, una pandemia mundial, es un ejemplo perfecto para retratar ambas teorías. "Estamos en un contexto que cambia rápido y al que tenemos que adaptarnos; un contexto que produce estrés, así como cambios de rutina que influyen en los ritmos circadianos (abuso de pantallas, horarios modificados...), que afectan a la calidad del sueño, en general; y el maravilloso aburrimiento, que hace que nos centremos en todo esto", explica la psicóloga.
"En general, en nuestra vida diaria, es mucho más común la rutina que la exposición a hechos excepcionales. En parte, esta 'nueva' situación se ha intentado gestionar a través de las estructuras cerebrales que se activan durante una fase de sueño, que es la fase REM, en la que soñamos", explica a Maldita Ciencia Javier Puertas, vicepresidente de la Sociedad Española de Sueño (SES).
Según Puertas, a través de los circuitos de memoria de alguna forma representamos las situaciones nuevas e integramos las emociones y la información a la que nos hemos expuesto durante el día. "Creemos que eso sirve para que facilitar al cerebro el cómo enfrentarse a una situación novedosa: representamos escenarios para hacer más fácil el poder encontrar soluciones", añade.
El impacto que la epidemia en el cerebro es la causa de que "soñemos distinto"
Lo que ha ocurrido en nuestro cerebro durante el tiempo que hemos permanecido en casa en estos tres meses de confinamiento ha sido algo similar a lo que sucede durante un síndrome de estrés postraumático, según Puertas: en ocasiones, después de una situación emocional trágica (un atentado terrorista, una visión con un impacto emocional muy intenso...), pueden darse durante mucho tiempo después episodios de pesadillas en los que se rememora la situación.
Es decir, en cualquier persona, la vivencia de una experiencia traumática o sumamente estresante, de forma simultánea o retrasada a la misma, puede aparecer este tipo de sueños, con contenido relacionado con el acontecimiento o con otras situaciones que pueden tener algo en común. "En ocasiones es sumamente disruptivo para la persona, es cuando hablamos de trastorno por estrés postraumático", indica García Malo.
"El miedo a perder el trabajo, a qué va a pasar con la economía, a perder a los seres queridos, contagiarte o contagiar a los tuyos... Son estímulos añadidos, mucho más intensos de lo habitual, en nuestro proceso de gestionar las emociones de todos los días, en parte con las ensoñaciones", explica Puertas. "Digamos que la situación extrema que hemos vivido podría tener un nexo con el síndrome de estrés postraumático: el cerebro entra en un bucle en el que no puede gestionar el impacto extraordinario de esa emoción. Intenta gestionarlo a través de los sueños y no lo llega a conseguir", añade el vicepresidente de la SES.
Entre otros, los resultados de esta investigación, realizada por la Asociación Italiana de Medicina del Sueño, apuntan a que, en aquellas personas que más cercanas al peligro se han sentido durante esta pandemia (personal sanitario o aquellos a cuyos familiares ha afectado la COVID-19), hay mayor posibilidad de que esta influya en sus sueños.
"Muchos de los pacientes que hemos atendido en el Instituto del Sueño han descrito sueños desagradables, algunos de ellos directamente relacionados con la pandemia, más frecuente en profesionales que han estado trabajando cara a cara con el virus", explica García Malo. "En otros casos han descrito sueños en los que les resultaba difícil escapar de un determinado sitio o en que debían esconderse de algo o de alguien", añade.
Los estudios sobre el contenidos de los sueño durante grandes desastres históricos no son algo nuevo, según comenta Gómez Delgado. "Existen tres grupos interesantes al respecto: los de la Segunda Guerra Mundial, los de los supervivientes del terremoto de Aquila (Italia), y los sueños tras el 11S", añade.
No solo tenemos sueños más intensos, también los recordamos mejor
Todos nosotros soñamos. Ahora bien, por lo general, no es demasiado frecuente que nos acordemos de la elaborada trama dramática que ha dirigido nuestro cerebro mientras dormíamos. Sin embargo, el contexto con el que hemos convivido estos últimos meses también ha conseguido que nos acordemos más y mejor de lo que soñamos, en parte por la intensidad de estos sueños, pero también por el cambio que han sufrido nuestros horarios y rutinas.
"La gente, por lo general, se ha levantado más tarde porque no ha tenido que trabajar o porque lo ha hecho desde casa. Se organiza de otra forma. La alteración de los horarios también facilita que tengamos más facilidad para soñar: nos despertamos de un sueño, nos volvemos a dormir, continuamos soñando, etc.", indica Puertas. A estos fenómenos se les conoce como parasomnias y están vinculados al recuerdo de los sueños. Pero además, hay un factor clave a la hora de recordarlos: "Si al despertarte por la mañana, antes de ponerte en marcha, no diriges inmediatamente la atención a lo que has soñado, te olvidas", confirma el experto. Atención que sí hemos prestado durante el confinamiento.
Este estudio del Centro de Investigación en Neurociencia de Lyon (Francia), sugiere que la crisis sanitaria por el SARS-CoV-2, así como todo lo relacionado con esta, ha aumentado en un 35% el número de casos en los que los participantes recordaban sus sueños una vez se despertaban. Además, las pesadillas habrían aumentado un 15%, con respecto a la normalidad.
¿Podemos hacer algo para evitar que este tipo de sueños sea tan recurrente?
Sabemos que controlar los sueños es difícil. De eso no cabe duda. Ahora bien, también sabemos que, cuanto más preocupados o más vueltas le demos a algo antes de meternos a la cama, más fácil será que soñemos con ello, según confirma Puertas.
Por un lado y según García Malo todas aquellas estrategias que nos ayuden a recuperar el número de horas que necesitamos para sentirnos descansados, junto con técnicas de manejo de ansiedad pueden resultarnos útiles. "Es muy bueno mantener horarios de sueño-vigilia regulares, favorecer la actividad física y la exposición a luz natural durante el día", aconseja.
"Ya empieza a pasar menos, pero a raíz de los momentos álgidos de las noticias negativas, de ingresos, de muertos, etc., y entre que la gente al día siguiente no tenía que ir a trabajar, que en casa el tiempo se alargaba... Por la noche se iba a la cama con una saturación de novedades negativas. Hay que intentar que este momento esté precedido por una desconexión física, psíquica y emocional", recomienda el experto.
¿Y cómo lo hacemos? Distrayéndonos. La recomendación de Puertas es, por ejemplo, ver una película cómica, leer, escuchar música tranquila... En definitiva, hacer algo que nos resulte relajante y dirigir la atención hacia cosas, situaciones o ideas que nos den seguridad, que nos reconforten. "Todo esto en el momento antes de dormirnos es una apuesta segura de que por la noche vamos a tener más actividad mental. Y más sueños de este tipo", concluye.
Cuando el contenido de nuestros sueños es muy desagradable o las pesadillas son muy frecuentes, haciendo que no nos permitan tener un sueño reparador, la recomendación de García Malo es consultar con un especialista para ver cómo podemos resolver el problema cuanto antes.
Este cambio en nuestros sueños no tiene por qué ser perjudicial
Taquicardias, sudores fríos y hasta pavor en muchos despertares, sí. Eso es lo que sentimos cuando algo acecha pero no podemos movernos o gritar, cuando nos caemos por un desfiladero o cuando se nos planta delante el mismísimo Miguel Bosé relatando teorías conspiranoicas (sobre las que, por cierto, hablamos aquí). Contenido muy propio de una pesadilla de Óscar, ¿no?
Aun así, según Gómez Delgado, las pesadillas en sí mismas no tienen por qué suponer un problema. "Las pesadillas normales solo son sueños negativos, más frecuentes si nuestro estado de ánimo también es negativo o si en el exterior no tenemos las condiciones ambientales correctas (demasiado calor, dolor, etc.). Al igual que los sueños, son sanas y cumplen su función. Al ser más probable que nos despierten las podemos recordar mejor", explica la psicóloga.
Además, reconoce que cree que los sueños, sean cuales sean (y con una frecuencia dentro de lo normal) son buenos y nos permiten adaptarnos a la situación. "Veníamos de una pandemia mundial de deprivación de sueño con grandes perjuicios para nuestra salud mental y física. Estos nos permiten tener temas conversación y pensamiento distinto y curiosos. Además, ensayan situaciones que nos permiten adaptarnos a 'la nueva normalidad'", opina Gómez Delgado. "En mi caso, mi sueño recurrente es que me encuentro gente nueva y no puedo darles dos besos. Me siento incómoda hasta que encuentro una manera de saludar en la distancia social", confiesa.
Si quieres compartir tus sueños raretes o tus pesadillas más aterradoras, hay iniciativas como esta donde los recogen.
Primera fecha de publicación de este artículo: 23/06/2020