Después de hablar de los trucos y las dietas que no necesitas probar porque no tienen base científica y no funcionan, aquí vamos a contar algunos trucos que sí han demostrado ser eficaces a la hora de perder peso. Aunque más que trucos, deberíamos hablar de hábitos, porque no son soluciones fáciles y rápidas, sino más bien costumbres para que adelgazar vaya unido a una mejora de la salud.
El papel de las grasas en el sobrepeso y la obesidad lo tenemos tan grabado que pocos dudamos de él, así que lo primero que hacemos cuando queremos adelgazar es reducir su consumo y optar por productos light, bajos en grasas o desnatados. En contra de las grasas está su alto contenido calórico (9 calorías por gramo, aproximadamente el doble que proteínas o carbohidratos) y su supuesta relación con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Pero últimamente el conocimiento científico ha ido virando en este asunto a la luz de nuevos resultados que sugieren que el consumo de grasas en la dieta no está directamente relacionado con la obesidadni con el porcentaje de grasa corporal, y que las dietas bajas en grasas son menos eficaces y menos saludables que otras basadas en la reducción de carbohidratos. El motivo es que si bien las grasas tienen un alto contenido energético, no tienen los efectos secundarios sobre nuestro metabolismo que sí tienen los hidratos de carbono simples o refinados (de los que hemos hablado aquí) y que están detrás de muchos casos de sobrepeso y obesidad.
No todas son iguales
De todas formas, hay que tener en cuenta que no todas las grasas son iguales, y que existen tres tipos principales: las grasas saturadas, presentes en alimentos de origen animal como la carne, el pescado o los lácteos; las grasas insaturadas (que se dividen a su vez en monoinsaturadas o poliinsaturadas), cuya fuente principal son los aceites vegetales o los pescados azules, y las grasas trans, que son grasas insaturadas procesadas industrialmente para convertirlas en saturadas. Estas últimas están relacionadas con serios perjuicios para la salud y por eso se está tramitando una limitación de su uso impuesto por ley a nivel europeo.
Pero tanto las grasas las insaturadas como las saturadas tienen un hueco en una dieta saludable (en este caso, especialmente si reducirlas va acompañado de un aumento de los carbohidratos simples). Muchos de los estudios previos que relacionaban las grasas saturadas con un mayor riesgo de colesterol y enfermedades del corazón están ahora en tela de juicio por que sus datos y resultados se consideran poco sólidos, y aunque la moderación sigue siendo la recomendación más común (en el caso de las saturadas), no hay motivo para evitarlas o eliminarlas de la dieta aunque busquemos adelgazar.