Sobre bitcoin ya os hablamos largo y tendido en esta pieza, aunque en esta ocasión vamos a centrar el tiro en la minería. Así es como se llama al proceso por el cual se obtiene la criptomoneda y no, para ponerse a ello no es necesario tener un pico a mano ni bajar cientos de metros a una cueva subterránea: esta minería moderna ‘solo’ necesita de la potencia de numerosos ordenadores dedicados exclusivamente a esta tarea.
Debido al interés que genera el bitcoin y la gran cantidad de personas que se han instalado en el sector de manera profesional, ya te podemos adelantar una cosa: es prácticamente imposible que desde tu ordenador puedas poner a funcionar tu propia mina de bitcoins.
El motivo está en el propio funcionamiento del sistema: el bitcoin no depende de ningún banco central que emita nuevas monedas o que revise las transacciones entre usuarios. Este proceso se hace de forma descentralizada a través de un sistema del que ya os hablamos anteriormente, el blockchain.
En resumen, las personas ofrecen el trabajo dedicado de sus ordenadores para comprobar que las transacciones de bitcoin se han realizado y se anota en una gran cadena que se actualiza constantemente. Para certificar este cambio de manos del bitcoin los ordenadores tienen que resolver complejas operaciones criptográficas y, quien lo haga más rápido, se lleva cierta cantidad de bitcoin como recompensa.
Ante el incremento del valor del bitcoin, muchas empresas y usuarios con grandes recursos han decidido invertir en complejos llenos de ordenadores que se dedican exclusivamente a esta tarea. Estos procesadores se ponen a resolver estos cálculos complejos a una velocidad altísima y, por tanto, los primeros en sellar estas transacciones son los mineros profesionales.
Por eso os comentábamos antes que, por mucho que dejes tu ordenador día y noche minando bitcoins, es practicante imposible que saques nada en claro.
Cristina Pérez Solà, profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) especializada en criptodivisas y protocolos seguros de blockchain nos explica de forma precisa cómo funciona este proceso:
“Cualquier usuario de la red puede ser un minero. Su trabajo consiste en validar las transacciones que se envı́an por la red P2P, incluyendo las válidas en nuevos bloques y descartando las inválidas. Se requiere que los bloques contengan una prueba de trabajo para ser considerados válidos. Dicha prueba de trabajo demuestra que el minero ha gastado un tiempo de computación en la generación del bloque, y está basada en las funciones hash. Esto evita que un minero malicioso pueda ‘reescribir la historia’ a su voluntad y generar una versión de la cadena de bloques acorde a sus preferencias”, sintetiza.
El minado de bitcoin consume 135 terawatios-hora al año
El boom del bitcoin y el gran interés que está despertando en inversores se ha traducido en un aumento de estos mineros profesionales, creando un problema que hace unos años no se podía imaginar: el de la contaminación.
¿Qué impacto medioambiental tiene la industria del bitcoin? Para ponernos en contexto podemos utilizar los datos del Centro de Alternativas Financieras de la Universidad de Cambridge. Según refleja su investigación sobre el bitcoin, la energía utilizada mundialmente para minar la criptomoneda es de 135,01 terawatios-hora al año. Más que la energía consumida anualmente por Argentina, Ucrania o Suecia, por citar tres ejemplos.
La mayoría de esta energía, según incide el centro universitario, proviene de fuentes no renovables, aunque todavía resulte muy difícil cuantificarlo de manera precisa. “Recientemente, estudios han demostrado un crecimiento en el origen renovable de la energía, tales como la hidráulica, la solar o la eólica. Sin embargo, las estimaciones varían enormemente, situando el consumo renovable desde un 20% hasta un 70%”, dependiendo del estudio que se consulte.
Lo cierto es que mientras el bitcoin siga subiendo de precio, más usuarios se centrarán en su minería y, por tanto, más cálculos serán necesarios para sellar las transacciones. Lo que generará un mayor consumo eléctrico entre los mineros.
A día de hoy, y aunque los datos no se pueden confirmar debido a la falta de un registro que permita situar todas las instalaciones de minería, la Universidad de Cambridge estima que las emisiones totales de dióxido de carbono relacionadas con el bitcoin “no superarían los 58 millones de toneladas de CO2, lo que correspondería aproximadamente al 0,17% de las emisiones totales del mundo”.
En este interesante mapa interactivo se puede ver cómo se distribuye geográficamente la minería de la criptomoneda. China se lleva la palma con más del 65% de los mineros de todo el mundo.
Un problema que también afecta a los NFT
El problema de la huella de carbono que rodea al bitcoin también afecta a los NFT, de los que ya hablamos en el consultorio de la semana pasada y que también funcionan con tecnología blockchain. Para refrescarte la memoria: estos NFT son archivos digitales con identidad única y que estas últimas semanas están alcanzando precios desorbitados en diversas subastas. Obras de arte digital o el primer tuit de la historia son ejemplo de ello.
A raíz del boom de estos archivos han surgido varios proyectos como este, o este otro, que tratan de poner cifras al coste de mantener la identidad digital de una de estas cotizadas piezas.
Según este análisis de más de 17.800 archivos NFT, la huella de carbono media de cada uno de ellos asciende a 215 kilos de CO2, “lo que equivale al consumo total de energía eléctrica de un ciudadano de la UE durante más de un mes, a conducir durante 1.000 kilómetros o volar durante 2 horas”.
Primera fecha de publicación de este artículo: 09/04/2021