La borrasca Filomena ha traído a la península ibérica una nevada histórica en muchas zonas seguida por una ola de frío extremo. Algunas voces han usado estos eventos extremos para poner en duda el consenso científico sobre el calentamiento global y su origen en las actividades humanas.
Pero de hecho, los eventos meteorológicos extremos en latitudes medias, como olas de frío, riadas y sequías están ligados a la subida de temperaturas en el Ártico; y de igual forma, la ola de calor en Siberia de enero a junio de 2020 habría sido “casi imposible sin el cambio climático”, concluye un análisis de científicos climáticos. Os explicamos cómo el cambio climático está detrás del aumento de eventos extremos.
Aumento de fenómenos meteorológicos extremos en Europa y todo el mundo
“Hay un consenso bastante amplio entre los científicos en que el aumento de los fenómenos extremos de invierno en el hemisferio norte a partir de la década de los 90 está relacionado” con un calentamiento del Ártico superior al promedio mundial, aclara a Maldita Ciencia José María Sánchez-Laulhé Ollero, director del Centro Meteorológico de Málaga de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).
Esto ocurre también a nivel global, ya que la crisis climática está detrás de un aumento de la frecuencia e intensidad de los eventos climatológicos extremos: el calentamiento aumenta la probabilidad de que haya días y noches extremadamente calurosas, favorece el aumento de la humedad atmosférica que puede dar lugar a precipitaciones intensas y nevadas más frecuentes y provoca una evaporación que puede exacerbar las sequías, explican las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos.
El meteorólogo de la AEMET añade que el cambio climático, en cuanto a precipitaciones, hará que “lo húmedo se volverá más húmedo y lo seco más seco”, por lo que “los periodos secos y húmedos serán más extremos” en cualquier lugar. Los eventos extremos de precipitaciones, también en forma de nieve, “se harán también más intensos puesto que la intensidad de la precipitación está determinada en buena parte por la cantidad de vapor de agua que pueda contener una masa de aire, que depende fuertemente de la temperatura de dicha masa”, explica Sánchez-Laulhé. Es decir, cuanto más se caliente una masa de aire, más cantidad de vapor de agua puede tener en su interior, lo que resultará en precipitaciones más intensas, también como nevadas.
Mar Gómez, doctora en Físicas y responsable del área de meteorología de eltiempo.es, señala a Maldita Ciencia que la tendencia de las últimas décadas es la de un fuerte calentamiento del Ártico, que se calienta más en comparación con otras latitudes. “El cambio climático puede llegar a alterar este sistema de presiones y temperaturas, y puede incrementar la frecuencia de los fenómenos extremos. Es decir, a pesar de que las proyecciones climáticas muestran que el clima futuro de España será más cálido y seco, también puede aumentar la ocurrencia de los eventos extremos”.
Calor en varios continentes, más huracanes en el Atlántico y menos hielo en el Ártico: ejemplos de fenómenos extremos que han ocurrido en 2020
Filomena es un evento extremo. En 2020 hubo varias anomalías climáticas significativas. Algunas han sido seleccionadas por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos. Europa vivió su año más cálido registrado y en el Atlántico la temporada de huracanes tuvo más actividad, con un récord de 30 ciclones tropicales en un solo año. Por su parte, la extensión del hielo ártico estuvo por debajo de la media, tanto en la temporada de crecimiento como de deshielo.
El calor fue una de las anomalías climáticas más frecuentes: el 2020 en Asia fue el año con la temperatura más alta en 111 años de registro, Sudamérica tuvo su segundo año más cálido desde que tienen registros, África y Australia su cuarto. Norteamérica registró el décimo año más cálido y Estados Unidos el quinto.
Fuente: NOAA.
Un anticiclón en el norte del Atlántico y aire más cálido en latitudes más bajas, detrás de Filomena
En el caso de Filomena, aún no se puede relacionar con el cambio climático a falta de estudios de atribución, aclara Mar Gómez.
“El clima de Europa está controlado en gran medida por la secuencia habitual de sistemas de baja presión [borrascas] que viajan desde el oeste al este y asociado con la corriente de chorro polar (corrientes de viento de alta velocidad a unos 10 kilómetros de altura). Pero un desequilibrio en las temperaturas entre las latitudes ecuatoriales y polares altera estos patrones de presión de la atmósfera”. Es decir, que cuando en el círculo polar ártico hay valores de temperatura más altos de lo habitual, se producen cambios en estos sistemas de presión, explica Gómez.
Es lo que ocurrió en los días previos a la gran nevada: sobre Siberia y el norte del océano Atlántico había sistemas de altas presiones (anticiclones) y que “aumentan la precipitación en las latitudes del sur de Europa”. Además, estos anticiclones “pueden ‘estrangular’ las masas de aire frío de niveles superiores y pueden provocar situaciones de tiempo extremo e inundaciones en la península”, explica la responsable del área de meteorología de eltiempo.es.
A este anticiclón en el norte del Atlántico se sumó que durante la semana de la gran nevada el Ártico estaba más cálido de lo normal, y por ello, el aire frío de las latitudes más altas era transportado “hacia fuera de la región ártica, hacia latitudes más bajas”, aclara Gómez.
Esta masa de aire polar proveniente del Ártico interaccionó con una masa de aire marítima-tropical cálida y húmeda produciéndose nevadas copiosas, señala Sánchez-Laulhé Ollero. “La masa fría actúa de rampa para que ascienda la masa cálida. La masa cálida al ascender se enfría y acaba formando cristales de hielo que al crecer precipitan a tierra a través de la masa fría, que asegura que no se derritan y lleguen como nieve. Por tanto en las nevadas copiosas se necesita que la masa de aire que asciende sea cálida y suficientemente húmeda. Con el calentamiento global las nevadas extremas se volverán más extremas”, añade Sánchez-Laulhé. Además, Filómena se desplazó lentamente hacia noreste, lo que favoreció la duración de las nevadas, aclara el meteorólogo.
Disminuye la superficie nevada en Europa, el número de días de olas de frío en España y se calienta el planeta
Otro ejemplo de estos eventos extremos en todo el mundo ocurrió el mes de enero de 2019, que estuvo “marcado por un enorme impacto del tiempo en distintas partes del mundo, incluyendo un frío peligroso y extremo en América del Norte, récord de calor e incendios en Australia, altas temperaturas y lluvias intensas en partes de América del Sur y grandes nevadas en los Alpes y el Himalaya", según una nota de prensa de la Organización Meteorológica Mundial.
De hecho, las anomalías de las temperaturas en Europa son generalmente más grandes y más variables que a nivel global, especialmente en invierno, explica el programa Copérnico de la Agencia Espacial Europea. Es decir, la temperatura puede cambiar en varios grados de un mes a otro. El anterior invierno en Europa, el de 2019-2020, fue de lejos el más cálido desde que hay registros, casi 1,4 ºC superior al invierno más cálido registrado hasta ese momento (el de 2015/16).
El invierno de 2019/2020 en Europa. Fuente: Agencia Espacial Europea.
En España, el número de olas de frío, el número de días de olas de frío por año y la duración de la ola de frío más larga está disminuyendo.
Fuente: AEMET.
¿Y cuál es la evolución de la nieve en Europa? Un estudio publicado en Nature concluye que la cantidad de nieve permanece igual en Eurasia pero ha disminuido sustancialmente en América del Norte entre 1980 y 2018, aunque la extensión del área cubierta por nieve ha disminuido en ambas zonas.
Todo esto ocurre en un contexto de aumento global de las temperaturas. 2020 no fue la excepción: fue el año más cálido en España (empatado con 2017), en Europa (0,4 ºC por encima del anterior récord de 2019) y en todo el mundo, en empate con 2016.
Fuente: Ed Hawkins.