Desde que se sabe que la Unión Europea (UE) ha decidido no renovar la autorización de ocho aromas de humo, sustancias a través de las que se consigue el sabor ahumado característico de algunos productos alimentarios, las redes sociales se han llenado de bulos y desinformación al respecto. Se han viralizado teorías que afirman desde que se van a “prohibir” las patatas fritas con sabor a jamón mientras se permite el consumo de insectos hasta que se trata una medida por la “islamización”.
La UE no ha prohibido las patatas fritas con sabor a jamón
Muchos contenidos desinformadores sobre esta iniciativa de la Unión Europea se centran en un producto en concreto: las patatas fritas con sabor a jamón. Precisamente, una de las teorías que tiene más peso en redes sociales es que, supuestamente, “se va a prohibir” este snack. Circulan contenidos que aseguran que “ya no podrán comerse” este tipo de patatas fritas porque, desde el momento en el que se aplique la directiva europea, “estará prohibida” su comercialización.
Pero no, la UE no ha prohibido las patatas fritas con sabor a jamón. En realidad, lo que ha ocurrido es que, en base a una revisión de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés), se ha decidido no renovar la autorización para el uso de algunas sustancias a través de las que se consigue el sabor ahumado característico de este snack. En concreto ocho aromas de humo comercializados actualmente (SF-001, SF-002, SF-003, SF-004, SF-005, SF-006, SF-008, SF-009).
¿Quiere esto decir que ya no podrán producirse patatas fritas con sabor a jamón? No. La propia Comisión Europea explicó que podrá seguir fabricándose este aperitivo con una receta que no incluya estos aditivos.
🧵Últimamente has podido leer muchos titulares anunciando que ⚠️"La UE prohíbe las patatas sabor jamón"
— Comisión Europea (@ComisionEuropea) July 31, 2024
👉¿Es verdad?
🔴No❗️ Algunos aditivos de aroma ahumado utilizados para su producción, por lo que con una receta que no incluya estos aditivos se podrán seguir fabricando.
Además, estos saborizantes, que deberán retirarse en un plazo de dos a cinco años (depende de si se utilizan para “añadir sabor” o para sustituir un proceso de ahumado convencional) y para los que ya existen alternativas en la industria alimentaria, no se utilizan exclusivamente en este tipo de patatas fritas. También se añaden a ciertos alimentos, como la carne, el pescado o el queso, como alternativa al proceso tradicional de ahumado; o como aroma en productos como sopas, salsas, bebidas, patatas fritas, helados y productos de repostería.
La teoría que culpa a las personas musulmanas por la “prohibición” de este snack
Otra de las teorías desinformadoras que se ha difundido tras la decisión de la UE se centra en culpar a las personas musulmanas por la supuesta prohibición de las patatas fritas con sabor a jamón. Circulan contenidos que aseguran que se ha tratado de una medida derivada de la “islamización” porque este snack (que, según señalan, contendría cerdo) “ofende a los musulmanes”. Incluso se habla de “El Gran Reemplazo”, una teoría de la conspiración que afirma que en teoría existe un plan secreto de las élites para sustituir a la población occidental, y que, en este caso, consistiría en la retirada de las patatas fritas sabor jamón por “sabor hummus” o “sabor kebab”.
La UE decidió no renovar la autorización de estos aromas de humo porque en las evaluaciones de riesgo elaboradas por la EFSA se detectaron sustancias genotóxicas, es decir, con capacidad de dañar el material genético de las células, aumentando el riesgo de enfermedades como el cáncer. Esto, según la agencia, puede “suponer riesgo elevado de efectos perjudiciales”. Esta resolución no se basa, por tanto, en una cuestión religiosa.
Además, las patatas fritas con sabor a jamón no contienen productos de origen animal. Este snack es apto para vegetarianos (y para personas que, por diferentes motivos, deciden no comer carne de cerdo), ya que no contienen jamón, sino “aroma a jamón” que se elabora con ingredientes sin base animal. Si analizamos los ingredientes que aparecen en los envases de este producto, vemos que el aroma de jamón está compuesto por: maltodextrina, sal, aroma, potenciadores de sabor (glutamato monosódico, inosinato sódico y guanilato sódico) y aroma de humo.
Las teorías sobre una sustitución de productos cárnicos por insectos
“Prohíben las pataticas de jamón, pero quieren comercializar los insectos”. Este tipo de comentarios con foco en el consumo de insectos también han sido recurrentes en las redes sociales. Son varios los usuarios que aseguran que la UE quiere “imponer insectos en vez de carnes rojas” o que afirman que “en 20 años” tendremos que “comer grillos”.
Los “insectos enteros y sus partes” están considerados un “nuevo alimento” en la Unión Europea desde el 1 de enero de 2018, fecha en que se incluyeron en el reglamento europeo 2015/2283, que los regula. Concretamente, está autorizada la comercialización de cuatro especies de insectos para el consumo humano: las larvas del gusano de la harina, la langosta migratoria, el grillo doméstico y las larvas del escarabajo del estiércol.
Según el reglamento europeo, la EFSA debe evaluar la seguridad del producto antes de ponerlo a la venta. Y éstos informes deben ser ratificados por los Estados miembros antes de comercializarlos. Este proceso hace que los insectos autorizados sean “seguros” para el consumo humano, según explica la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) en su página web. “Los estudios científicos indican que los insectos son una fuente de nutrientes muy saludable con alto contenido de grasa, proteínas, vitaminas, fibra y minerales”, explica.
Rafael Pérez, jefe del equipo de Nuevos Alimentos en la DG SANTE, explicaba en 2021 (cuando se autorizó el consumo del gusano de la harina), que “los nuevos alimentos solo pueden autorizarse si no suponen ningún riesgo para la salud humana”. Y añadía que “están sujetos a las normas de la UE que regulan el etiquetado de alérgenos”. Así, da respuesta a uno de los bulos habituales cuando hablamos de insectos y consumo humano: “serán incorporados a nuestros alimentos sin que lo sepamos”. Y es que los “nuevos alimentos” deben ir correctamente etiquetados para no resultar engañosos para los consumidores.