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Lo que sí se conoce sobre la relación entre alimentación y cáncer: evidencia científica contra dietas restrictivas, superalimentos y teorías pseudocientíficas

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  • El cáncer no es una enfermedad, sino muchas, y por eso no se puede hablar de un solo tratamiento o una sola supuesta dieta contra él

  • Existen contenidos desinformadores que ‘venden’ supuestos tratamientos alternativos contra el cáncer basados en la alimentación sin ninguna evidencia científica (dietas restrictivas, superalimentos, productos concretos…)

  • La alimentación saludable puede disminuir el riesgo de cáncer y los síntomas en caso de diagnóstico, pero no puede curar esta enfermedad

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Lo has leído muchísimas veces: la alimentación, junto a la actividad física y el descanso, es uno de los pilares fundamentales de un estilo de vida saludable. Sin embargo,ningún alimento de forma aislada consigue milagros relacionados con salud (ni a nivel interno ni externo) ni, aun considerada en su conjunto, la dieta tiene la capacidad de curar enfermedades como el cáncer.

Qué papel desempeña la alimentación en relación al cáncer

La gente llega a consulta con ideas preconcebidas en relación a la alimentación y el cáncer. Eso es, al menos, lo que percibe Alba Rosa Díaz, médica especialista en oncología y maldita que nos ha prestado sus superpoderes.

“Partimos de una enfermedad que es bastante desconocida y a la que la gente normalmente teme mucho, precisamente porque no se conoce a nivel de calle cómo surge, cuál es su génesis… Esto crea alrededor de la enfermedad un halo de misterio, de estigma, que alimenta todo este tipo de creencias que pueden ser nocivas”. Entre ellas, que existen alimentos concretos, recetas e incluso formas restrictivas de alimentación que, rechazando la quimioterapia, pueden llegar a curar cualquier tipo de cáncer. Esto no es cierto.

La evidencia científica al respecto es clara: son más de 12.000 las páginas en las que se desarrolla el tercer informe del Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer y el Instituto Estadounidense para la Investigación del Cáncer, dos de las instituciones más importantes a nivel mundial en relación a la investigación sobre el cáncer. 12.000 páginas en las que ambas autoridades mantienen, una edición más, sus recomendaciones en cuestión de alimentación para reducir el riesgo de cáncer.

Sintetizando (bastante), “proponen 10 puntos concretos, tanto para la reducción del riesgo del cáncer como para el tratamiento del mismo una vez que el paciente ya ha sido diagnosticado”, adelantaba en Twitch el dietista-nutricionista Juan Revenga.

Pero, sorpresa: resulta que, si nos preguntásemos por las pautas concretas para otras enfermedades, como la diabetes o la enfermedad cardiovascular, veríamos que coinciden. Y no solo con ellas, sino también con las pautas para un estilo de vida saludable en la población general. “Una dieta para todos y todos para una dieta”, propone Revenga. ¿Y cuáles son estas recomendaciones?

1. Que mantengamos un peso saludable y evitemos el aumento de peso a lo largo de la vida adulta. 

2. Que seamos físicamente activos en el día a día, caminando más y permaneciendo sentados menos. 

3. Que las verduras, las frutas, las legumbres y los cereales integrales constituyan una parte considerable de nuestra dieta diaria. 

4. Que limitemos los alimentos ultraprocesados, ricos en grasas, almidón o azúcares, como la comida basura, con el fin de controlar la energía consumida. 

5. Si, además, limitamos la presencia de carne roja y reducimos tanto como sea posible los procesados o derivados cárnicos, mejor. 

6. También limitar la presencia de bebidas azucaradas y consumir principalmente agua y bebidas que no estén edulcoradas

7. Y, hablando de limitar, también recomiendan hacerlo en relación a las bebidas alcohólicas, teniendo en cuenta que, para la prevención del cáncer, lo mejor es no beber nada de alcohol. 

8. Que nos alejemos de los suplementos dietéticos (incluidas vitaminas y minerales) para prevenir el cáncer y que cubramos nuestras necesidades con alimentos. 

9. En el caso de lactantes, si se puede, que se dé el pecho al bebé: es beneficioso para ambos. 

Mientras que estas nueve recomendaciones se refieren a la prevención, una vez hecho el diagnóstico, lo que aconseja el punto número 10 del decálogo es “seguir estas mismas recomendaciones” (si se puede y en la medida que el tratamiento lo permita). Las propuestas fuera de ellas, con las que muy probablemente hayas dado en alguna ocasión en diferentes redes sociales, ni funcionan ni están respaldadas por la evidencia científica.

Las dietas que restringen la ingesta de hidratos de carbono (glucosa/azúcar) no curan el cáncer

Una de las narrativas más comunes en el contexto alimentación y cáncer es que los tumores ‘se nutren’ a partir de la glucosa que comemos (azúcar) y que, si priorizamos otro tipo de nutrientes y evitamos los hidratos de carbono, el cáncer ‘se autodestruye’. Esto no es así. Según Suzanne Dixon, dietista-nutricionista y epidemióloga, en Cancer.net, de la Sociedad Estadounidense de Oncología Clínica, “la idea de eliminar el azúcar para tratar el cáncer es un enfoque extremo que no se ha probado” y “un mito que asusta”.

Es cierto que el consumo continuado de azúcar libre (tanto liberado como añadido) aumenta el riesgo de obesidad. Y, con ello, de cáncer. De ahí que, como prevención, reducir la cantidad de azúcar en un contexto de alimentación saludable disminuya el riesgo de desarrollar esta enfermedad. Ahora bien, una vez diagnosticado, eliminar la glucosa de nuestra dieta no hará que el cáncer desaparezca. “Dar más azúcar a las células cancerosas no hace que crezcan más rápido. Del mismo modo, privarlas de azúcar no hace que crezcan más lentamente”, indica la página web de la Clínica Mayo.

“Decir que el azúcar alimenta el cáncer es engañoso, porque el azúcar alimenta en realidad a todas nuestras células. Todas usan el azúcar simple en forma de glucosa sanguínea, o azúcar en sangre, como combustible para obtener energía”, aclara Dixon. Añade, además, que las células cancerosas son muy ‘hábiles’: son capaces de transformarse según la forma en la que metabolizan los diferentes compuestos procedentes de los alimentos. Es decir, en caso de prescindir del azúcar y de los hidratos de carbono, “las células cancerosas podrían cambiar y usar la grasa o la proteína como energía”.

Las dietas restrictivas en pacientes con cáncer deben estar justificadas

Al igual que ocurre con los hidratos de carbono, una alimentación saludable no prescinde ni de estos ni de cualquier otro nutriente (proteínas, grasa, fibra…). Ahora bien, en personas con cáncer, sí pueden estar justificadas ciertas restricciones alimentarias, pero solo en casos muy particulares y bajo supervisión del profesional, al contrario que lo que proponen los contenidos desinformadores.

“Si tienen una situación médica que así lo implique, tenemos que restringir ciertos alimentos”, indica a Maldita.es Marta Villarino, dietista-nutricionista especialista en pacientes oncológicos. “Es el caso, por ejemplo, de las dietas bajas en fibra en casos de tumores de recto estenosantes, que cierran el conducto e impiden que el paciente haga deposición con normalidad”. Pero, en general, “la dieta adecuada para un paciente oncológico será una alimentación saludable”.

No tiene sentido hablar de dietas alcalinas, tampoco para curar el cáncer

Existen narrativas desinformadoras sobre alimentación y cáncer que mantienen que, al ser capaz de alterar el pH del cuerpo, la dieta alcalina puede curar esta enfermedad. Según estas afirmaciones, los tumores necesitan un entorno ácido para sobrevivir; entorno que se vería reforzado por alimentos ácidos (menor pH, como la carne roja, los productos lácteos, el azúcar y los granos refinados). Por lo tanto, consumir alimentos alcalinos (mayor pH, como frutas frescas, verduras y granos enteros) ayudaría a acabar con los tumores, al lograr un entorno alcalino. Incluso mencionan los potenciales beneficios en este contexto del agua alcalina.

Sin embargo, la alimentación no interfiere en la regulación del pH de la sangre: este se mantiene estable gracias a los mecanismos homeostáticos del pulmón y de los riñones. El fundamento de esta teoría choca con todo lo que sí se sabe acerca de cómo se regula la acidez de nuestro cuerpo.

Es cierto que una dieta rica en vegetales y reducida en carne roja y harinas refinadas disminuye la probabilidad de desarrollar cáncer, pero no por la teoría tras las dietas alcalinas, sino porque estas premisas forman parte de una alimentación saludable.

La Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) alerta sobre estas y otras "dietas anticáncer" y explica que ni lo curan ni influyen en su pronóstico ni evolución. Según la AECC, es cierto que "seguir una dieta saludable ayudará a prevenir enfermedades", pero ni la alcalina ni ninguna otra dieta "puede sustituir los tratamientos convencionales del cáncer (cirugía, quimioterapia y radioterapia)".

No existen superalimentos anticáncer

En palabras de Villarino, “no existe una dieta mágica” que vaya a lograr curar un cáncer por sí misma, como tampoco existen superalimentos con propiedades anticancerígenas milagrosas (ni el ajo ni el laurel ni el brócoli ni el aloe vera ni ningún otro).

Aunque algunos de los propuestos por los contenidos desinformadores son inocuos (no van a curar el cáncer, pero puede que tampoco supongan un futuro problema de salud), otros sí pueden interferir en el tratamiento. En el caso del cáncer, en la eficacia de la quimioterapia. De ahí que Villarino subraye la importancia de tener cuidado con lo que el paciente come.

“Si su vecino del cuarto le ha dicho que coma una planta o un alimento, lo primero que hay que comprobar es si este puede interactuar con ciertos tratamientos. La mayoría de los tratamientos quimioterápicos, por ejemplo, interaccionan con el pomelo o con la naranja amarga”, explica la experta. También ocurre con el kalanchoe, una planta que proponen distintas publicaciones en redes sociales a pacientes con cáncer. Esta no solo puede ser tóxica si se toma en altas dosis, sino que también puede interferir en cómo el cuerpo asimila el tratamiento.

Lo mismo sucede con las infusiones en grandes cantidades o con la guanábana, una fruta a la que también se le atribuye la capacidad de matar células cancerígenas. “Ojalá fuese tan sencillo”, reaccionaba en Twitch Díaz. Sin embargo, hablamos de evidencia muy limitada y que no se ha comprobado en humanos. “A mí no me importa que un paciente tome guanábana, pero yo no la puedo recomendar, porque no hay una evidencia que lo respalde. Además, hay que tener en cuenta qué perjuicio puede suponer esta fruta durante el curso de un tratamiento oncológico: no solo no hay evidencia de que te vaya a beneficiar, sino que puede que te perjudique”.

“Cualquier cosa que [el paciente] tome, nos lo tiene que comunicar para que, en el caso de que sucedan efectos secundarios, se sepa que es a causa de algo externo a la quimioterapia”, concluye la dietista-nutricionista.

El cáncer no es mortal por interferir con el sistema nervioso y en la desintoxicación del cuerpo

Las narrativas desinformadores no terminan aquí, también hay quienes defienden que la mortalidad por cáncer se debe, en realidad, a un desajuste del sistema nervioso, que entorpecería la desintoxicación de nuestro cuerpo, pararía la digestión y causaría que el paciente muriese de hambre. “Ojalá fuese así. De nuevo, las cosas serían mucho más sencillas. Podríamos tratar el cáncer con ansiolíticos. Pero no, esto no tiene sentido”, señala Díaz.

Este tipo de explicaciones o propuestas simplistas son precisamente una de características comunes a gran cantidad de contenidos desinformadores sobre salud, aunque no la única.

Por qué las recomendaciones pseudocientíficas contra el cáncer tienen tanto éxito

Mezclar términos científicos complejos con un lenguaje cercano; apelar a los sentimientos, especialmente al miedo; utilizar medias verdades y jugar con la falta de conocimiento científico de la población: esto es lo que hacen los contenidos desinformadores al proponer tratamientos supuestamente alternativos a la medicina convencional avalada por la evidencia. Pseudotratamientos también dirigidos al cáncer.

“Usan un vocabulario que puede resultar impactante para algunas personas y que, sobre todo, consiga asustarlas”, señalaba Revenga. “Cuando se tiene un diagnóstico de este calibre, cuando se tiene ese miedo a perder a un ser querido o un familiar cercano diagnosticado, cuando se sabe lo mal que se va a pasar y se es consciente de la posibilidad del final fatídico, la gente se agarra a cualquier cosa. Y no van a faltar personas sin escrúpulos que se las vayan a ofrecer”.

En opinión de Díaz, estos contenidos suponen un gran peligro. “Tienen una difusión muy grande y, de llegar a gente que está muy desesperada y que busca soluciones, estos datos pseudocientíficos, que suenan complejos, terminan por creerse”.

El verdadero impacto de la alimentación en pacientes con cáncer

Al igual que la evidencia científica sostiene que una alimentación saludable reduce el riesgo de cáncer, también señala que, aunque no lo ‘cura’ como tal, este tipo de alimentación puede ayudar a sobrellevar los síntomas y mejorar la calidad de vida de los pacientes ya diagnosticados.

Este es el papel que la alimentación, en este contexto, sí puede desempeñar. “Lo que hacemos es trabajar siempre en la línea de una alimentación saludable, con el beneficio que puede reportar al paciente tener una consulta con un dietista-nutricionista especializado en oncología: reducir los síntomas que va presentando con los tratamientos, resolver las posibles dudas…”, aclara Villarino.

Entre otros, el objetivo de las pautas alimentarias en este tipo de pacientes es paliar la posible pérdida o ganancia de peso, las náuseas, los vómitos, la diarrea, el estreñimiento… “Paliar no quiere decir que desaparezcan, pero sí que se tenga menos sintomatología. Que el paciente pueda afrontar mejor los tratamientos y, sobre todo, mejorar su calidad de vida”.

Por ejemplo, hay pacientes que, durante el tratamiento, desarrollan mucositis (se inflama el revestimiento del aparato digestivo) y dejan de comer, a causa del dolor que esto les supone. “Lo que hacemos en consulta es enseñar pautas para que el comer no duela y que, además, la comida sea lo más completa y apetitosa posible”, detalla la experta.

¿Por qué no tiene sentido hablar de un solo tratamiento para el cáncer?

El cáncer”. Así, como un único todo, es como solemos referirnos a lo que realmente es un conjunto de enfermedades diferentes. “Las maneras en las que se puede llegar a este estado son múltiples y relativamente caóticas, ya que existen muchos tipos de mutaciones y alteraciones genéticas a las que atribuir el origen de un cáncer”, explicaba en Twitch a Maldita.es Miguel Ángel Quintela, director del Programa de Investigación clínica del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).

Esto da lugar, no solo a cánceres diferentes dependiendo del órgano de origen, sino también a subtipos que “evolucionarán en función de la persona, de sus hábitos, de su sistema inmunitario…”. En definitiva y en palabras de Quintela, hablamos de más de 100 tipos de cáncer distintos. De ahí que tanto los tratamientos ya disponibles como sobre los que se sigue investigando sean muy diferentes y que, a pesar de que muchos contenidos desinformadores lo hagan, no tenga sentido hablar de “EL tratamiento” contra el cáncer. Tampoco en el contexto de la alimentación.

En este artículo han colaborado con sus superpoderes Alba Rosa Díaz, médica especializada en pacientes oncológicos.

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