Similar al problema de encender/apagar bombillas, con la época de calefacción surgen dudas sobre qué es más eficiente, en términos económicos y energéticos, para mantener el confort térmico: mantener el sistema al mínimo pero permanentemente encendido o usarlo en niveles estándar pero de forma intermitente. La respuesta rápida: mantener la calefacción encendida todo el día es menos eficiente que encenderla de forma intermitente. Sólo en casos muy limitados —que ahora contaremos— se aconseja aguantarla de manera constante. Aún así, es posible diseñar casas que conserven una temperatura adecuada todo el día pese a no tener encendido el sistema de calefacción.
La idea parte de la hipótesis de que usar un sistema de calefacción ‘al ralentí’, con un gasto energético mínimo pero constante, es más efectivo que hacer un gasto considerable en momentos concretos. A priori, es una idea lógica. El problema es que esta hipótesis tiene enfrente a un principio de la termodinámica y al confort térmico necesario a lo largo de la jornada. También depende, y mucho, del nivel de aislamiento de la vivienda.
Empezando por la física, el segundo principio de la termodinámica —la entropía del universo tiende a incrementarse con el tiempo— exige que el calor fluya desde áreas más calientes a las más frías. En una habitación, esto se ve en que primero se calienta la parte más cercana a un radiador y, después de un tiempo, la parte más lejana y fría de esa habitación. Esto es importante porque en un hogar siempre habrá una pérdida inevitable y constante de ese calor por zonas como ventanas, cristales, paredes o puertas. Por supuesto, esta pérdida se puede reducir cerrando estas vías si es posible o mejorando el aislamiento de la vivienda.
Este escape de calor hace que no salgan las cuentas si dejamos la calefacción puesta de manera permanente: requiere más energía tener una habitación caliente de manera constante que calentarla de vez en cuando. Francesco Contino, investigador de sistemas energéticos en la Escuela Politécnica UCLouvain (Bélgica), explica a la Radiotelevisión Belga de la Comunidad Francófona (RTBF) que la regla básica es “no usar la calefacción si no hay nadie”. “Mantener una temperatura durante todo el día requiere más gasto energético, aunque sea a poca potencia, que usar la calefacción puntualmente”. A esto se le añade, como apuntan la web MoneySavingExpert y la organización británica Energy Saving Trust, que si se usa una calefacción constante, también existe una pérdida de calor constante.
Sobre el confort térmico, tenemos que señalar que el cuerpo no requiere estar a la misma temperatura todo el día para estar cómodo. Sí, hay un rango subjetivo donde personas frioleras y calurosas se sienten mejor, pero las necesidades cambian dependiendo de si estamos en vigilia o en sueño. Cuando estamos despiertos, la calefacción a 21 ºC es la recomendación del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), usando ropa de abrigo para estar por casa si es necesario. Para dormir, podemos bajar la calefacción hasta los 15-17 ºC porque contamos con más herramientas para mantener el confort térmico, como mantas, edredones y pijamas, y porque la temperatura corporal baja durante el sueño.
Para hogares que sí cuentan con un buen aislamiento, como las casas pasivas o passivhaus —un tipo de vivienda que optimiza la eficiencia energética—, es posible diseñar sistemas inerciales de calefacción. José Fernando Almazán, ingeniero de autoconsumo y aerotermia de la compañía Ecooo energía ciudadana, explica a Maldita.es que estos sistemas “funcionan libremente a partir de una temperatura de confort” y son cercanos a la idea de tener un uso constante de calefacción “con muy pocos puntos de calor y un gasto muy reducido”.
Los sistemas inerciales, agrega Almazán, “no están metiendo constantemente calor, sólo funcionan cuando la temperatura de confort baja de cierto punto”. Son más eficientes porque las casas donde se instalan “cuentan con un aislamiento excelente” que limita mucho las pérdidas de calor, “que suelen ser del 30-40% de la energía en casas mal aisladas”. También porque la temperatura a la que hace falta calentar la caldera —el punto central de calefacción, que luego se redirige a las habitaciones con radiadores y otros métodos— es más baja: “Unos 50 ºC en los depósitos inerciales, unos 70 ºC en las calderas convencionales”.
Si se combinan con autoconsumo fotovoltaico, estos sistemas aprovechan las horas centrales del día —cuando suele estar la vivienda desocupada si sus inquilinos trabajan fuera— para calentar la casa y que esa energía térmica se retenga lo máximo posible, idealmente durante el resto de la jornada. “En cierto modo, es como hacer que la casa funcione como una batería”, precisa Almansa. Obviamente, agrega el experto, “el aislamiento del hogar es indispensable y no es una inversión que se pueda permitir todo el mundo”.
Más allá de estas passivhaus, ¿hay algún caso donde compense más usar la calefacción de manera constante? Pocos, pero hay. Uno de ellos es para evitar una congelación de tuberías en entornos bajo cero, como ocurrió tras la borrasca Filomena en España*. Parte de este motivo es que una reparación de fontanería puede ser más costosa que la factura de calefacción. Otro es en viviendas donde cuenten con un aislamiento tan malo que se haga imposible tener una temperatura cómoda para dormir, aconseja la IDAE.
Este artículo pertenece al 19º consultorio de Maldito Clima. La imagen de portada es de Freepik.
*Este artículo ha sido actualizado el 4 de diciembre de 2023 para agregar la precisión de que las heladas ocurrieron tras la borrasca Filomena en España, no durante dicha borrasca.