El último fin de semana de octubre, nuestros relojes se atrasan una hora (a las tres serán las dos) que volvemos a adelantar en el último fin de semana de marzo (a las dos serán las tres). Este movimiento de manecillas hace que en el invierno del hemisferio norte podamos ‘adelantar’ el amanecer y distribuir las horas de sol conforme a nuestra actividad diaria. En verano, por otro lado, ‘atrasamos’ la hora del atardecer y, en teoría, ahorramos el consumo energético asociado a la iluminación al ajustar las horas de sol a nuestras horas de actividad humana.
Pero este cambio en los relojes, que comenzaron Francia y Alemania para ahorrar en carbón durante la Primera Guerra Mundial (necesario para dar energía para iluminar casas y calles), puede estar cerca de su fin en la Unión Europea. Una propuesta de directiva para eliminar estos cambios estacionales de hora está en trámite legislativo (aunque actualmente bloqueado por el Consejo Europeo) y cuenta con el apoyo de una consulta pública que lanzó la Comisión Europea en 2018, en el que el 84% de los que participaron estaban a favor de eliminar el cambio de hora. En España, este porcentaje llegó hasta el 93%.
¿Y qué dice la literatura científica sobre el cambio de hora? ¿Cómo afectan estos 60 minutos de diferencia a nuestra salud y a otros aspectos de la vida? Recopilamos algunos estudios y metaanálisis que han investigado esto.
Significativamente más ictus con el cambio de hora
Una investigación publicada en la revista Sleep Medicine observó cómo variaba el número de hospitalizaciones por accidente cerebrovascular isquémico en Finlandia después del cambio de hora. El estudio, que recopiló datos de 2004 a 2013, comparaba los ingresos hospitalarios de la semana después del cambio horario con los ingresos que se producían por este mismo problema de salud dos semanas antes y dos semanas después del cambio de hora.
De esta forma, el estudio apunta a que existe una asociación entre el cambio de hora y estas hospitalizaciones, ya que el número de personas ingresadas dos días después de la fecha del cambio era significativamente más alto de la media. La investigación postula, con estos datos, que el cambio de hora sí puede tener una incidencia en la salud, especialmente en las personas ancianas y con comorbilidades (coexistencia de dos o más enfermedades en una misma persona).
Pero ojo, esto no significa ni mucho menos que el cambio de hora sea el que produzca estos tipos de ictus, sino que la alteración del ritmo circadiano (nuestro reloj biológico) que provoca el cambio de hora es notoria, y está demostrado que una disrupción del reloj ‘interno’ de los seres humanos —ya sea por el cambio de nuestra jornada laboral u otros factores— se asocia a desarrollar más problemas de salud como los accidentes cerebrovasculares. También te recordamos este artículo que publicamos en Maldita.es, donde explicamos por qué correlación no implica causalidad.
Un mayor riesgo “modesto, pero significativo” de infartos tras el cambio
Un metaanálisis publicado en el Journal of Clinical Medicine (una recopilación exhaustiva de estudios científicos) exploró cómo se veía afectada la incidencia de los infartos agudos de miocardio tras las semanas de los cambios de hora en Estados Unidos. El artículo, que recopila datos de más de 115.000 personas, también recopilaba datos sobre si el número de enfermedades cardiacas era similar en el cambio de verano que en el de invierno.
En sus conclusiones, el análisis señala que el riesgo de infartos de miocardio aumenta “de manera modesta, pero significativa” tras las transiciones horarias, “lo que apoyaría las propuestas que plantean interrumpir estos cambios horarios”. No obstante, la investigación puntualiza que hacen falta estudios adicionales que tengan en cuenta otros factores que también puedan estar incidiendo en tener un mayor riesgo de infarto en estas fechas concretas.
Los cambios de hora de verano tienen un impacto negativo en el bienestar y en la calidad de sueño
Una investigación publicada en Economic Letters examinó el impacto que tenía el cambio de hora de verano en la sensación de bienestar individual (esto es, cuan bien o mal autopercibe que se siente una persona). Usando datos de la Encuesta de Panel Socioeconómico Alemán, encontraron evidencias de que la transición estival influye negativamente en la satisfacción vital en general y el estado de ánimo, siendo los hombres con un empleo a tiempo completo quienes se ven más afectados por este cambio de hora.
Así, el estudio concluye que la transición horaria tiene un impacto notorio en el bienestar ciudadano y que, de alguna manera, podría explicar la oposición ciudadana a mantener los cambios de hora.
Por otro lado, un estudio publicado en Current Biology analizó los patrones de sueño de 55.000 personas para observar cómo impactan los cambios de hora de verano e invierno y cómo se percibe cada transición. Una segunda parte del estudio analizó la calidad de sueño de unos 50 participantes después de esos periodos.
Así, la investigación observó que la adaptación al cambio horario de otoño resultaba más fácil que el de primavera, en el que la mayoría de personas ajustaba su despertar unos cinco días después de la transición. Sin embargo, en el cambio de primavera sí se observaban disrupciones en la hora de levantarse hasta dos semanas después.
El ahorro de energía del cambio de hora parece ser mínimo, aunque depende de la localización geográfica
Uno de los argumentos más repetidos que sostienen el cambio es que la hora que ‘ganamos’ en verano trae consigo un ahorro energético. Sin embargo, la propuesta de directiva de la Unión Europea evidencia que este efecto “es mínimo”, aunque admite que puede variar por la zona geográfica.
La propuesta legislativa recoge algunos análisis de países miembros de la UE en el que estiman cuántos gigavatios hora y millones de euros se ahorra en la transición estival: en Italia, el gestor de la red de transporte de electricidad (GRT) Terna señaló en 2016 que el ahorro que supone el cambio representa unos 580 GWh, lo que se traduce en unos 94,5 millones de euros; en Francia, la agencia del medioambiente y gestión de la energía (ADEME) la cifraba en 2010 en 440 GWh, mientras que la empresa francesa de generación y distribución eléctrica EDF estimó en 1995 que el ahorro es de 1.200 GWh; en Alemania van más allá y aseguran que el ahorro energético es “irrelevante” puesto que lo que no se gasta en iluminación no compensa el gasto de energía asociado a actividades de ocio; y en España, el Instituto de Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) cifró este ahorro en una reducción del 5% del consumo energético, lo que equivale a unos 300 millones de euros.
Primera fecha de publicación de este artículo: 30/10/2021