“¿Cuánto de celiaca eres?”. “Esto sí puedes comerlo, que tiene ‘muy poco’ gluten”. La cosa no funciona así: una persona no es “más celiaco” que otro. Quienes reciben el diagnóstico de enfermedad celiaca, un trastorno digestivo e inmunitario crónico que a largo plazo daña el intestino delgado, no toleran esta proteína, el gluten. Y con ello, ningún alimento o producto que incluya trigo, cebada, centeno, ciertos tipos de avena... No lo toleran nunca, sin importar el alimento o producto del que proceda, la cantidad de la que hablemos o el contexto en el que se consuma.
De hecho, como recuerda la Organización Mundial de Gastroenterología, el único tratamiento de la enfermedad celiaca es seguir una dieta de la que se elimine estrictamente el gluten, evitándolo incluso en cantidades mínimas. Ahora bien, no toda persona con celiaquía experimenta la misma gravedad o intensidad en los síntomas. De hecho, hay incluso quienes ni siquiera los experimentan. ¿Cómo es posible entonces que no haya diferentes grados?
Batalla intestinal: sistema inmunitario vs. gluten
La celiaquía es una enfermedad autoinmune, lo que significa que es el sistema inmunitario de la persona con este diagnóstico el que “ataca” por error a las células sanas de sus propios órganos y tejidos. Un gol en propia puerta.
En este caso, el proceso comienza al comer algo que contiene gluten. Al entrar en contacto con esta proteína, el sistema inmunitario la percibe como una amenaza para su salud . Es entonces cuando se “activa”: ataca al intestino delgado y daña las vellosidades intestinales, unos pequeños filamentos que lo recubren y absorben los nutrientes de los alimentos.
De ahí que, si esta “batalla” continúa a largo plazo (si una persona con celiaquía sigue consumiendo gluten), pueda generar una atrofia en estos filamentos (atrofia vellositaria) con la dificultad que esto supone para aprovechar los nutrientes necesarios para nuestra salud.

Los síntomas son diferentes en cada persona, pero no por ser “más o menos celiacas”
El daño que genera el sistema inmunitario “a la caza” del gluten no supone los mismos síntomas para todas las personas con enfermedad celiaca. Es más, puede haber casos en los que ni siquiera se experimenten síntomas, de ahí la confusión sobre los supuestos “grados” en la celiaquía. “Es cierto que la sintomatología y su intensidad varían entre pacientes; sin embargo, la lesión intestinal siempre está presente”, explica Teresa Bermejo, técnico del departamento de comunicación y divulgación científica de la Federación de Asociaciones de Celiacos de España (FACE).
Habitualmente, como recuerda la Sociedad Española de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica, los síntomas de esta reacción son la pérdida de apetito y peso, diarrea, dolor abdominal, abdomen prominente con extremidades delgadas y musculatura blanda, alteraciones en el carácter (irritabilidad, tristeza, apatía…) o anemia. Pero estos no siempre ocurren: “La variabilidad de los síntomas puede deberse a la variabilidad de respuesta inmunitaria de cada paciente, su edad, el grado de daño intestinal y otros factores genéticos y ambientales”, añade la experta.
“Si las transgresiones ocurren de forma reiterada, las consecuencias irán más allá de los síntomas habituales. Hablamos de infertilidad, osteoporosis y anemia (asociados a déficits nutricionales por malabsorción intestinal), dermatitis herpetiforme y otras manifestaciones neurológicas (pues la enfermedad celiaca está asociada a otras patologías autoinmunes) e incluso cáncer en el intestino delgado y el esófago (asociado a procesos de inflamación y activación del sistema inmunitario crónicos)”, advierte la experta. En conclusión: sentir menos molestias no significa tener un grado de celiaquía menor.
La única necesidad de hacer referencia a ‘grados’ relacionada con la enfermedad celiaca es para indicar si existe mayor o menor grado de daño intestinal al momento del diagnóstico. A pesar de ser algo necesario para dar una valoración de la enfermedad, “en ningún caso es atribuible a la definición de enfermedad celiaca”, añaden. “No se puede ser ‘más’ o ‘menos’ celiaco. La enfermedad celiaca no tiene grados: o se es celíaco o no se es”, subraya Bermejo.
No hay grados, ¿y tipos?
No existen grados de celiaquía, pero sí diferentes tipos de enfermedad celiaca. “No todos los diagnósticos son iguales. Existen diferentes formas o presentaciones clínicas de la enfermedad”, indica Bermejo. Estas variedades se definen en el consenso de Oslo.
Entre ellas, se encuentra precisamente la celiaquía asintomática en la que, como su propio nombre indica, el paciente no experimenta síntomas, aunque sí daño intestinal. Además, sí se detectan en sangre anticuerpos dirigidos contra las proteínas del gluten y contra enzimas intestinales. “Es común detectarla en familiares de primer grado de pacientes celiacos tras realizar un cribado”, añade Bermejo. Por el contrario, la celiaquía sintomática sí se relaciona con síntomas como distensión, dolor abdominal, diarrea o fatiga asociados a la ingesta de gluten.
La sintomática, a su vez, puede ser clásica, con síntomas intestinales típicos y la más conocida; o atípica con otros síntomas, tanto intestinales (de intestino irritable, malestar intestinal persistente, alteración de pruebas de función hepática) como extraintestinales (anemia, infertilidad, osteoporosis, dermatitis herpetiforme con protuberancias y ampollas…). “Ambas presentan serología positiva (anticuerpos contra las proteínas del gluten) y daño en las vellosidades intestinales”, señala Bermejo.
Este contenido fue publicado el 15 de mayo de 2025 en la web de Consumer.