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¿Cómo podemos reducir el impacto medioambiental de lo que comemos?

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Claves
  • La alimentación genera entre el 20% y el 40% de las emisiones de efecto invernadero, si tenemos en cuenta el proceso que siguen los alimentos desde que se producen hasta que nos los comemos o los tiramos, según el IPCC
  • Para reducir este impacto hay tres recomendaciones habituales: consumir más vegetales de temporada y menos productos de origen animal, priorizar los productos locales y optar por alimentos ecológicos
  • No tiene por qué ser más caro: en España una cesta de la compra más sostenible puede ser hasta 7 euros más barata que una convencional

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Lo que comemos repercute en nuestra salud, pero también tiene consecuencias para el medioambiente. La alimentación genera entre el 21% y el 37% de las emisiones de gases de efecto invernadero, si tenemos en cuenta el proceso que siguen los alimentos desde que se producen hasta que nos los comemos o los tiramos, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC). Aunque las soluciones estructurales son imprescindibles, nuestras acciones individuales también pueden ayudar a reducir este impacto. Si te lo has planteado alguna vez, pero no sabes por dónde empezar, aquí tienes algunos consejos. 

El impacto de lo que comemos en el medioambiente

La doctora en ciencias agroalimentarias de la Universidad Politécnica de Valencia, Ivanka Puigdueta, explica a Maldita.es que la evolución del modelo de producción de los alimentos se refleja directamente en nuestra dieta: “La forma en la que comemos ha cambiado de un consumo agroalimentario acorde a lo que produce la tierra a uno más industrializado, lo que ha incrementado el impacto que tiene en el medioambiente”. Entre 2010 y 2020 el impacto ambiental derivado del consumo alimentario en la Unión Europea aumentó un 20%, según un estudio publicado por la Comisión Europea

El impacto medioambiental incluye desde las emisiones de gases de efecto invernadero hasta el uso del suelo o la deforestación. Para reducir este impacto, Puigdueta destaca tres aspectos entre las recomendaciones habituales: incrementar el consumo de vegetales y reducir los productos de origen animal, priorizar los productos locales y de temporada, y optar por alimentos ecológicos

Aunque la experta recalca que no se debe poner la carga en los consumidores, porque es una decisión que no depende exclusivamente del individuo y que debe abordarse desde las políticas públicas, sí que podemos hacer cambios que ayuden a reducir nuestra huella de carbono. 

Priorizar los vegetales no implica no volver a comer carne

Comer menos carne es un factor clave para reducir el impacto en el medioambiente. Es una recomendación que puede generar rechazo y debate, pero no significa que haya que adoptar una alimentación vegetariana o vegana. “Entre comer carne todos los días y no comerla hay muchos pasos. Con reducir su consumo a dos o tres veces a la semana ya se nota”, explica Puigdueta. 

Ella recomienda ponerse como objetivo las cantidades que recomienda la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, que tienen en cuenta lo que es bueno tanto para la sostenibilidad como para la salud. En su último informe, además de priorizar los alimentos de origen vegetal, se recomienda consumir entre dos y cuatro raciones de carne a la semana y al menos dos raciones de pescado. 

Comer más sostenible no tiene por qué ser más caro

Gastar todavía más dinero en comida por llevar una alimentación sostenible no resulta muy atractivo, sobre todo cuando la inflación ha encarecido la cesta de la compra desde 2022. Pero lo cierto es que no es necesario gastar más para comer de un modo más sostenible, de hecho puede llegar a salir más barato. Un estudio de la Universidad Ramón Llull estimó el coste de la compra en España llevando una dieta sostenible y determinó que puede ser 7,27 euros más barata al mes que la habitual

La ‘cesta de la compra sostenible’ del estudio incluye lo mínimo que necesitaría un hogar para tener una alimentación adecuada. La lista, según el trabajo y otros estudios a los que hace referencia, se compone de lo siguiente:

  • Cereales y patatas

  • Frutas

  • Verduras y hortalizas

  • Lácteos

  • Fuentes de proteína animal (carne roja, huevos, aves de corral y pescado)

  • Fuentes de proteína vegetal (legumbres, frutos secos y semillas)

  • Grasa: aceite de girasol y de oliva

  • Otros: café/te/cacao, chocolate, condimentos, especias y salsas

Esta cesta costaría menos, en gran parte, porque cambia la proporción de fuentes de proteína animal (como el pollo) por la vegetal (como los garbanzos), que suele ser más barata. La cosa cambia cuando introducimos productos ecológicos o de cercanía. “Es verdad que los ecológicos suelen ser más caros que los convencionales. Sin embargo, en el caso del filete de vaca no había mucha diferencia. No siempre la hay porque cada vez hay más oferta de alimentos ecológicos”, explica Puigdueta. 

Además de consumir frutas y verduras, se recomienda que estas sean de temporada. Existen varios calendarios en internet (también para el pescado), que pueden servir de orientación, pero la experta advierte de que realmente va a depender de las condiciones climáticas que se den cada año. “Lo más fácil y lo mejor es guiarse por el precio: cuando un producto sube mucho de precio es que no es de temporada y, si está barato, sí lo es”, concluye. Una recomendación que es buena para el medioambiente y el bolsillo. 

Otra acción que permite combinar la sostenibilidad con el ahorro es no tirar comida. Aproximadamente el 6% de las emisiones de gases de efecto invernadero, especialmente el metano, provienen del desperdicio alimentario. “Junto al tipo de dieta, son los dos factores del consumo que más influyen en el cambio climático. Lo mejor que se puede hacer es evitar el desperdicio: compra lo que vas a comer, come lo que has comprado y guarda las sobras para consumirlas después”, apunta Puigdueta. 

A nivel de emisiones, es más importante lo que se compre que el lugar donde se compra. Aunque el transporte de alimentos también aumenta las emisiones que genera la cadena alimentaria, tiene un impacto marginal. Si bien, hay otros motivos para comprar productos de proximidad o para elegir el mercado en lugar del supermercado. 

“En los mercados es más fácil encontrar productos de cercanía, aunque comprar en el mercado o el supermercado es más una elección social que ambiental. Es más fácil que la cadena alimentaria sea más corta y esto permite saber mejor dónde se han producido y cómo”, apunta Puigdueta.

Además de una mejor trazabilidad, en Maldita.es ya contábamos que comprar productos de cercanía también supone un apoyo para la economía de la región y ayuda a incentivar los agroecosistemas españoles, previniendo la despoblación del medio rural. 

Las opiniones y puntos de vista expresados solo comprometen a su(s) autor(es) y no reflejan necesariamente los de la Unión Europea. Ni la Unión Europea ni la autoridad otorgante pueden ser considerados responsables de ellos.
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