Cualquier excusa es buena para que hablemos de antibióticos en Maldita. Tenemos recopilados los mitos más comunes sobre ellos, las cinco dudas principales y el problemón de salud que ya supone la resistencia antimicrobiana. Esta semana nos habéis consultado en Twitter si es útil tomar yogur durante los tratamientos con antibióticos. En teoría, este alimento ayudaría a reducir la diarrea asociada a los antibióticos, un síntoma común de estos tratamientos. En la práctica, la evidencia es limitada y aunque sí que hay estudios que han conseguido demostrar que los yogures alivian esta diarrea, también hay ensayos clínicos que no consiguen probar estos beneficios.
Según apunta José Antonio Uranga, biólogo e investigador del departamento de Ciencias Básicas de la Salud de la Universidad Rey Juan Carlos y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, “con los tratamientos antibióticos, y más si son prolongados, pueden dañar nuestra flora bacteriana, por lo que cualquier complemento como los probióticos puede ayudar a regenerarla y evitar una proliferación excesiva de bacterias perjudiciales”. Así, Uranga opina que “sí, sin lugar a dudas”, los yogures pueden ayudar durante los tratamientos antibióticos.
Los probióticos son aquellos alimentos que tienen microorganismos vivos en su composición. En los yogures, estos microorganismos son esenciales en su fabricación, como explica la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN). El dietista-nutricionista Juan Revenga explica en su página web cómo se fabrica el yogur más simple de todos: se usa leche pasteurizada y se le añaden dos tipos de bacterias, Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus, para que se produzca la fermentación de la leche y dé origen al yogur.
Una recopilación de la evidencia científica hasta 2013 sobre el papel del yogur y leches fermentadas en la alimentación saludable recogió un apartado dedicado a cómo estos alimentos impactan en la diarrea asociada a antibióticos. Sobre yogures, concretamente, presentan cuatro ensayos clínicos en humanos (ver 1, 2, 3 y 4) en los que investigaron si este problema de salud mejoraba cuando se entregaba un yogur con determinadas bacterias frente a dar un placebo. Dos de ellos encontraron resultados significativos, con menos cuadros de diarrea o más cortos; pero otros dos, a pesar de observar diferencias, no eran estadísticamente significativas.
Una revisión sistemática y metaanálisis más reciente, publicado en 2015, buscó los ensayos estudios en este sentido hasta septiembre de 2014. Encontró, por un lado, que los estudios sobre este asunto son muy diferentes entre sí y que el consumo de yogur no muestra un efecto consistente a la hora de reducir este tipo de diarrea. Por otro lado, una revisión de Cochrane de diciembre de 2015 sí que encontró suficientes evidencias de que dosis controladas de ciertas bacterias probióticas (Lactobacillus rhamnosus y Saccharomyces boulardi) podrían prevenir este tipo de diarrea en niños.
Beatriz Robles, tecnóloga de alimentos y dietista-nutricionista, precisa a Maldita.es que las dosis diarias de estas bacterias probióticas para las que se ve un beneficio son muy altas, de unos cinco mil millones de UFC (unidades formadoras de colonias, una unidad de medida empleada en microbiología), mientras que en un yogur hay por norma unas 10 o hasta 100 millones de UFC. “Habría que comer muchos, muchos yogures para alcanzar dosis tan elevadas”. Además, estas dos bacterias concretamente no se encuentran en los yogures, precisa la tecnóloga.
Con todo lo anterior, se puede afirmar que la evidencia sobre si el yogur ayuda durante el tratamiento con antibióticos es limitada. En el caso de la población infantil, la revisión de Cochrane encuentra cierta evidencia en dos especies de bacterias probióticas, pero en dosis muy altas y que no se encuentran en los yogures. En estos casos, nuestra recomendación es atender a lo que indique el médico o médica, que conocerá qué antibiótico está recetando y qué tipo de yogur es recomendable tomar, si es que se recomienda alguno.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes el maldito José Antonio Uranga, biólogo e investigador del departamento de Ciencias Básicas de la Salud de la Universidad Rey Juan Carlos.
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