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¿Son comestibles las pegatinas de la fruta?

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Todos hemos jugado con las pegatinas que venían en los plátanos, mandarinas, kiwis y otras frutas cuando éramos pequeños (y no tan pequeños). Por si no lo sabías, este adhesivo se denomina código PLU (del inglés, Price Look-Up), una etiqueta que sirve para identificar un producto, su origen, método de cultivo, variedad de producto y otros datos de trazabilidad (no, no para indicar si es o no transgénico). Están reguladas a nivel internacional por la Federación Internacional para los Estándares de Producción (IFPS, por sus siglas en inglés) y, aunque tenga un uso bastante extendido, es voluntaria

Esta semana nos habéis preguntado si estas etiquetas adhesivas son comestibles. La respuesta corta es que no te pasará nada si te comes una —la regulación europea se encarga de que sean inocuas para la salud—, pero no están pensadas para ser ingeridas ni le otorgan sabor al producto.

Según explica la propia IFPS en un documento sobre la sostenibilidad de los códigos PLU, estas pegatinas tienen tres componentes: adhesivo, película (de plástico o papel) y tinta. Todos ellos “tienen que cumplir las regulaciones nacionales y locales de seguridad alimentaria”, exige la IFPS. 

Según explica Lorenzo Mingallon, experto en seguridad alimentaria y alimentación, tecnólogo de alimentos y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, las etiquetas, al encontrarse en contacto directo con los alimentos, “deben ser inocuas, al menos en los países donde así lo marca su legislación”. “En el caso de EEUU se encarga la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) y en Europa las normas de la Comisión Europea, asesorada siempre por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, siglas en inglés)”. 

Para cumplir esto, deben hacerse análisis “por una tercera parte acreditada (un laboratorio certificado, ISO 17025) para asegurar su idoneidad para el contacto con alimentos, evitando cualquier tipo de contaminación o migración hacia el alimento que pueda suponer un riesgo toxicológico para la salud de las personas”.

Así, Mingallon precisa que estas pegatinas “suelen hacerse de materiales reciclables (plástico), compostables (papel) o que pueden ser comestibles (fécula de patata)”. A pesar de ser inocuas, tanto el experto como la IFPS indican que las etiquetas “no están pensadas para ser consumidas”.

La normativa europea que rige este asunto es el Reglamento 1935/2006 sobre materiales y objetos destinados a entrar en contacto con alimentos. Esta regulación exige que los  materiales utilizados para tal fin no liberen componentes en los alimentos a niveles perjudiciales para la salud humana ni modifiquen su composición, sabor u olor.

Jose Antonio Salazar, experto en microbiología alimentaria y etiquetado de productos alimentarios y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, comenta que algo similar ocurre con los quesos y embutidos con cortezas o envolturas: “No están pensados para ser comestibles, pero eso no quiere decir que vayan a ser tóxicas si ingieres algo por error”.

Una alternativa que nos indica Mingallon a estas pegatinas, que suponen un gasto de recursos y una generación de residuos evitable, es ‘tatuar’ con láser la piel de los productos, incluyendo la misma información que en la etiqueta, como explica el artículo de El Diario.

Por si te quedas con la duda, la propia IFPS tiene un buscador de códigos PLU activos, en caso de que te encuentres con alguna pegatina en alguna fruta que compres en cuanto acabes de leer este artículo.

En este artículo han colaborado con sus superpoderes los malditos Lorenzo Mingallon y Jose Antonio Salazar.

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