Arrancamos mes de la mejor forma posible: ¡día 1 y ya tenemos listo el consultorio mensual de Maldita Alimentación! Porque, vale, te compramos que la primavera la sangre altera (o eso dicen), ¡pero que no lo haga también con nuestra nevera! (badabadum chasssss). Seguimos con las dudas sobre el buen comer, en este caso hablando de huevos de apariencia sospechosa, olores no muy agradables, supuestos alimentos anticáncer y tips previos a alguna que otra copichuela (¿es recomendable tomar antes una cucharadita de aceite? Lo que es recomendable es no beber alcohol).
Antes de empezar nuestro cometido, recordad que nos podéis hacer llegar todas las dudas y preguntas que se os ocurran por Twitter, Facebook, correo electrónico ([email protected]) o a nuestro nuevo chatbot de WhatsApp (¡guárdate el número! +34 644 22 93 19). ¡Os leemos y os respondemos! Una vez aclarado esto y sin más dilación: vamos a ello, oye.
¿Puedo comerme un huevo si tiene la clara roja?
No decimos que el tono de la yema de un huevo no pueda tender a una versión más amarillenta o, por el contrario, más anaranjada (porque sí, ocurre). Sea cual sea su apariencia, podremos seguir zambullendo en ella el típico trozo de pan, momento clímax al degustar un buen huevo frito, ya que su color no influye en la calidad y seguridad del alimento. Ahora bien, la situación cambia si hablamos del tono de la clara, sobre todo si, en crudo, la percibimos rojiza en vez de blanca o transparente. Esta semana nos habéis preguntado por algunas imágenes que están circulando por medios y redes sociales y que muestran tal cual este cuadro: una yema rodeada por una clara de color rojo. ¿Cuál debe ser nuestra reacción, en caso de toparnos con algo similar? Deshacernos de ese huevo de inmediato.
“Es muy poco frecuente encontrar un huevo con la clara roja pero, si lo hacemos, a la basura”, tuiteaba Miguel Ángel Lurueña, tecnólogo de los alimentos, en relación a estas imágenes. El porqué, explicaba, es que este color rojo “es señal de que está contaminado con Pseudomonas”, una clase de bacterias patógenas, es decir, que puede producir enfermedades en humanos.
Las Pseudomonas, como explica a Maldita.es Mar Fernández, ingeniera agrónoma en el Instituto de Estudios del Huevo y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, producen varios colores cuando se multiplican. Fernández opina que, en el caso de la foto, el origen del color rojizo podría ser un tipo concreto de estas bacterias, Pseudomonas aeruginosa. Si fuese así “producirían en el huevo una putrefacción con olor”, añade la experta, señal de que debemos desecharlo inmediatamente.
Elías Rodríguez Ferri, catedrático de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de León, se decanta por otra posible opción: la bacteria Serratia marcescens. Al contrario que la anterior, es capaz de originar putrefacción sin olor. “El huevo, en cualquiera de los dos casos, no sería comestible”, subraya a Maldita.es.
Tanto en uno como en otro caso, añade Rodríguez, el origen de la presencia de estos microorganismos es la contaminación tras la puesta del huevo por fallos en la permeabilidad de la cáscara, es decir, de origen físico (grietas o fisuras, lavado que destruye las membranas protectoras...). Sin embargo, aclara que “es algo muy raro”.
No debemos confundir esta situación con otra que ya explicamos en Maldita.es, de nuevo con la ayuda de Lurueña: la presencia de una pequeña mancha marrón o roja ‘flotando’ en la clara. De toparnos con ella, no tenemos por qué tirar el huevo, podemos comerlo sin problema. Su origen puede ser desde un diminuto coágulo de sangre por pequeñas hemorragias durante la ovulación, a células de la gallina que llegan al huevo por descamación de algunos tejidos del animal o pequeñas partículas de calcio.
@malditobulo #9 de #10CosasSobreHuevos - ¿Me como el huevo si tiene una mancha roja? #QueNoTeLaCuelen #AprendeConTikTok ♬ Moshi Moshi (Part 1) - Official Sound Studio
¿A qué se debe el olor a fritanga?
Vas de bares, a un chiringuito y… lo hueles. A veces el ‘aroma’, que se cuela sigilosamente por el patio interior, procede de la casa de un vecino. Nos referimos al característico hedor a fritanga, a ese aceite usado y reusado para freír a altas temperaturas. Pero, ¿cuál es el origen de tan desagradable estímulo para nuestras narices? La respuesta, como explicaba en Twitter el tecnólogo de los alimentos Miguel Ángel Lurueña, es un compuesto químico, la acroleína. Hoy os contamos por qué es mala señal que nos llegue su olor.
La acroleína (o propenal) es un subproducto desagradable y molesto del calentamiento excesivo de los hidratos de carbono, las proteínas, los aceites vegetales y grasas animales. Su olor es acre (un aroma áspero y picante), de ahí viene parte de su nombre. Esta sustancia se produce habitualmente a partir del calentamiento del glicerol, que forma parte de los triacilglicéridos presentes en grandes cantidades en los distintos tipos de aceite de cocina y en la mantequilla.
El principal efecto negativo directo de la exposición ambiental a la acroleína es la irritación de los ojos, las mucosas y la piel y, además, puede dañar los pulmones. No hay evidencia científica de momento sobre si la ingestión de alimentos con acroleína afecta a la salud humana, aunque en animales su consumo causa vómitos, úlceras y hemorragias e irritación estomacales. De ahí esta recomendación de Lurueña a Maldita.es: no reutilizar aceites que han sido sometidos a altas temperaturas o que han llegado al punto de humo (como su nombre indica, el momento en el que sale humo de la sartén). Cuando esto no ocurre, si se reutiliza, el experto aconseja no hacerlo más de tres veces, además de filtrarlo previamente.
Por otra parte, un grupo de trabajo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció en 2002 una ingesta oral tolerable de acroleína de 7,5 microgramos (µg) por kilo de peso de la persona que lo consume al día. Es decir, en una persona de 70 kilos, la dosis diaria segura serían hasta unos 525 µg de acroleína.
Pero, ¿cuánta acroleína hay en las frituras que comemos? Un estudio de 2010 analizó la cantidad que hay en patatas fritas y estimó unos 3,5 µg por kilo de patatas fritas comerciales, aunque variaba según el aceite utilizado para prepararlas y la cantidad de veces que se reutilizaba. Más allá de la fritura excesiva, esta sustancia también es producto de la combustión de plásticos y está presente en el humo del tabaco.
¿Tiene alguna relación la guanábana con la cura del cáncer, como dicen estos contenidos virales?
Otra de las consultas que nos habéis hecho llegar esta semana tiene que ver con contenidos que afirman que la guanábana (fruta también llamada graviola) puede “curar el cáncer o matar las células cancerosas”. Os contamos en profundidad qué se sabe sobre este producto y sus propiedades anticancerosas pero, de entrada, señalamos lo mismo que en ocasiones anteriores: los alimentos no curan enfermedades, ni siquiera el cáncer. A lo que contribuye una alimentación saludable es a prevenir enfermedades y disminuir el riesgo de que aparezcan, incluyendo el cáncer.
La guanábana (Annona muricata) es una fruta tropical considerada un “pariente cercano de la chirimoya”, según explica a Maldita.es Iñaki Hormaza, investigador en el Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea (IMHS) ‘La Mayora’. La fruta protagonista de este artículo se cultiva en zonas tropicales bajas ya que necesita de inviernos muy suaves, “algo que aquí [en España] no somos capaces de proporcionarle, únicamente en invernaderos con calefacción”. Además, tiene una vida poscosecha muy corta, por lo que en Europa únicamente se puede consumir como producto importado transportado en avión, aunque precisa que su pulpa sí se puede extraer y congelar para hacer zumos y helados de guanábana.
El interés de los investigadores en la guanábana, explica Hormaza, reside en intentar cultivarla en Europa en invernaderos sin calefacción. “También la usamos para estudiar la evolución de las plantas con flores, porque se considera que fue una de las bases de estas especies”, detalla.
Según Cancer Research UK, organización independiente británica de investigación sobre el cáncer, hay poblaciones en África y Sudamérica (donde la guanábana está disponible como fruta autóctona) que usan la corteza, las hojas, la raíz y la propia fruta como remedio para infecciones por virus o parásitos, reumatismo, artritis, depresión y malestar en general. Hormaza comenta que en ocasiones incluso se ha acercado gente a su instituto pidiendo hojas de guanábana con el objetivo de ‘tratar’ alguna dolencia: “No podemos dárselas y, además, no hay evidencias de que sirvan de algo”.
Estos remedios forman parte de lo que se denomina medicina tradicional: prácticas, creencias y conocimientos sanitarios basados en el uso de recursos naturales (plantas, animales o minerales), terapias espirituales y técnicas manuales que buscan mantener la salud individual y comunitaria. Tienen una evidencia científica limitada o nula y la Organización Mundial de la Salud (OMS) —que apoya únicamente aquellas prácticas que se usan de manera racional y basadas en la evidencia científica— incide en que un uso inapropiado de ellos puede tener efectos dañinos en la salud.
A pesar de que hay estudios in vitro (con células cultivadas en laboratorio) y en modelos animales en el que componentes de la guanábana pueden atacar algunos tipos de células del cáncer (de hígado, mama y próstata, entre otros), esto dista mucho de demostrar su seguridad y eficacia en humanos. En definitiva, no hay evidencias de que la guanábana ni sus componentes tengan efecto alguno sobre el cáncer.
En estos estudios se investigan, sobre todo, las acetogeninas, compuestos orgánicos presentes en las plantas anonáceas (como la chirimoya, que se puede obtener en Málaga y Granada) sobre los que se investiga si presentan cualidades anticancerígenas, antioxidantes, antimicrobianas, antinociceptivas (contra el dolor) e hipotensoras.
A pesar de que hay revisiones científicas que concluyen que la guanábana podría tener propiedades terapéuticas, faltan estudios en humanos que analicen si es una fruta segura (sin efectos adversos ni riesgos para la salud) y si sirve para tratar alguna enfermedad.
De hecho, desde Cancer Research UK señalan que “no se conoce mucho sobre cómo afecta la guanábana al organismo” y que algunos compuestos de esta fruta “pueden causar cambios nerviosos y trastornos del movimiento”.
En este sentido, una investigación de 2002 en Guadalupe (territorio de ultramar francés en el sur del Caribe) apuntaba que el consumo repetitivo de esta fruta podría causar las disfunciones neuronales y degenerativas del parkinsonismo caribeño. Otros estudios en animales han encontrado que la guanábana puede reducir el azúcar en sangre y la presión arterial (algo que puede parecer positivo pero que, si se hace de manera incontrolada, es peligroso para algunos pacientes).
A pesar de estos riesgos, eso sí, es poco probable que comidas, bebidas o suplementos que contengan guanábana puedan ser dañinos siempre que se tomen como parte de una dieta equilibrada. “Salvo casos de alergias, es una fruta de consumo seguro”, precisa Hormaza.
En Estados Unidos, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) ha enviado cartas de advertencia a empresas que se dedican a vender suplementos con guanábana y que atribuyen, de manera incorrecta, propiedades anticancerígenas o como posible tratamiento de una dolencia. Estos productos “se pueden adquirir en redes sociales y páginas de internet”, no son medicamentos, no han pasado una revisión de seguridad por parte de la FDA y “pueden ser peligrosos”, aclara esta administración.
En Maldita.es hemos preguntado sobre este tema a la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), quien nos responde que “ni la guanábana ni ningún alimento por sí solo puede curar el cáncer”. A esto agregan que “la combinación de alimentos saludables, una dieta rica en frutas y verduras y escasa en carnes rojas y procesadas, reducen el riesgo de desarrollar cáncer”.
¿Es cierto que, si tomas una cucharadita de aceite antes de salir, ‘se aguantan’ mejor las copas?
¿Y si el secreto para resistir mejor a los lingotazos estuviera en el aceite de oliva? Nos habéis preguntado qué sabe la ciencia acerca de un remedio popular que, en principio, sirve para que el alcohol no tenga tanto impacto en nuestro cuerpo: tomarse una cucharada de aceite. Esto serviría, dice la sabiduría popular, para generar una ‘película’ en el estómago y que retrase la absorción en el organismo.
Lo cierto es que los alimentos o productos grasos (como los frutos secos, una pizza o, si se antoja, el aceite a cucharadas) y con hidratos de carbono ralentizan la absorción del alcohol. Pero este efecto ni es infalible ni evita que suframos la resaca del día siguiente, tampoco las consecuencias negativas asociadas con el consumo de este tipo de bebidas.
Un artículo de divulgación de la revista Science recopila algunos remedios sobre cómo librarse de las consecuencias temporales del alcohol de la última noche y qué dice la evidencia científica sobre ellos. Entre estas soluciones estaba, precisamente, la cucharada de aceite por la que nos habéis preguntado. “Puede ayudar a reducir la velocidad de absorción del alcohol, dando al cuerpo más tiempo para adaptarse”, destacaba el texto, agregando que “la pizza grasienta funciona igual de bien y sabe mejor”.
Sin embargo, la ciencia detrás de este remedio no es que el aceite genere una película o revestimiento en el estómago. Duane Mellor, profesor de nutrición y medicina basada en la evidencia de la Facultad de Medicina de la Universidad de Aston, explica en The Conversation que el efecto que pueden tener es que ralentizan la velocidad a la que se vacía el estómago: “Cerca del 20% del alcohol se absorbe en el estómago y el resto, en el intestino. Cualquier alimento que contenga grasas, proteínas o hidratos de carbono que retrase el vaciado del estómago podría tener un efecto muy modesto en la ralentización de la absorción del alcohol”. Esto es relevante porque se sabe que el alcohol se absorbe muchísimo más rápido en un estómago en ayunas.
Por cerrar este tema, como siempre decimos cuando escribimos en Maldita.es sobre bebidas espirituosas: ningún consumo de alcohol, por moderado o pequeño que sea, es saludable. Y si te queda alguna duda, no hay ningún remedio que anule la resaca al 100% salvo el más obvio: no beber.
Todavía no hemos terminado…
Antes de decir adiós, os recordamos una vez más: no somos médicos, somos periodistas. Puedes contar con nosotros para todo aquello que esté en nuestra mano, ¡por supuesto! Pero si lo que necesitas es un diagnóstico concreto y/o tienes dudas médicas específicas, la mejor opción será que recurras a un profesional sanitario que estudie el caso y te recomiende la solución o tratamiento más adecuado. ¡Gracias por leernos y buen fin de semana!
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes la maldita Mar Fernández.
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Este contenido es apoyado por la iniciativa “Alimentando el cambio” de DANONE en el que Maldita.es colabora elaborando contenidos independientes según su metodología.