Nada mejor que un caldo calentito para ‘poner el cuerpo en orden’ al llegar a casa pasmados de la calle. Todo un lujo del que podemos disfrutar fácilmente, sin invertir prácticamente tiempo en la cocina, gracias a la gran variedad de caldos preparados que podemos encontrar en el supermercado. Ahora bien, entre tanto producto ultraprocesado e ingredientes poco saludables, ¿qué puesto ocupan estos? ¿Son recomendables los caldos de brik? ¿Existe mucha diferencia con los que hacemos en casa? Más allá del tiempo invertido hasta llegar a nuestro plato, la respuesta está en el etiquetado.
“El caldo envasado es un producto a tener en cuenta en nuestras casas, con importantes ventajas. Eso sí, no todos los caldos son iguales. Si no comprobamos el etiquetado, el ‘caldo casero’ se convierte en agua, almidón y ‘cosas’”, explicaba Gemma del Caño, especialista en industria en Naukas
Lo cierto es que los caldos envasados tienen un proceso de elaboración muy parecido al que cocinamos en casa, pero a gran escala. Su elaboración, como señala Del Caño, es bastante simple: se cortan todos los ingredientes, para facilitar la extracción de los sabores y nutrientes y se colocan, utilizando cestas, en ollas de entre 800 y 3.000 litros donde se cuecen a altas temperaturas durante unas 3 horas.
En este punto se enfría el caldo rápidamente antes de homogeneizarlo y desgrasarlo. Por último, se somete a un proceso de pasteurización, a altas temperaturas, para eliminar posibles microorganismos, y se envasa, listo para colmar la estantería correspondiente del supermercado de turno.
Antes de comprar, echa un ojo a la cantidad de sal
Como vemos, el ingrediente principal del caldo preparado o de brik es el agua (también en el hecho en casa), seguida de las sustancias procedentes de la cocción de verduras, carne, pescado, etc. Ahora bien, para escoger el más saludable, debemos darle la vuelta al cartón antes de pasar por caja.
En primer lugar, es importante comprobar la cantidad de sal que contiene. “Por lo general, tendrán entre 0,7 y 0,8 gramos de sal por cada 100 mililitros [de caldo]”, indicaba en ABC Bienestar la dietista-nutricionista y tecnóloga de los alimentos Beatriz Robles. Esto, en una ración habitual de 250 mililitros, supondría entre 1,5 y 2 gramos. “Si superan esta cantidad, estaríamos ante un producto con bastante sal”, añade la experta.
¿Te suenan los nombres de los ingredientes?
Además del tiempo que nos ahorran en la cocina, la información nutricional situada en su envase es otra de las ventajas del caldo de brik frente al hecho en casa. “Muchas veces creemos que hacer un caldo es muy sano, pero luego le ponemos jamón, tocino o ingredientes que engrasarán y salarán el caldo más de la cuenta”, recuerda Del Caño. Con los de brik, sin embargo, no tendremos problemas: “Podemos conocer exactamente el perfil nutricional de lo que estamos comiendo”.
Como explicábamos en Maldita.es al hablar de la forma de detectar un producto ultraprocesado, cuanto más nos suenen los ingredientes que lo componen y mayor sea la posibilidad de que estén en nuestra propia cocina, mejor.
“Debemos ver si son con los que nosotros mismos haríamos un caldo: carne, hortalizas, pescado, marisco, aceite de oliva virgen…”, afirma Robles. Mejor buscar estos que otros como extracto de carne, colorantes o potenciadores del sabor.
Y como no todos los caldos son iguales, volvamos a mirar la etiqueta, ¿en qué porcentaje se encuentra la carne del autodenominado ‘caldo de carne’, el pescado del ‘caldo de pescado’ o las diferentes verduras del ‘caldo de verduras’? Cuánto mayor sea este, de nuevo, mejor.
En ocasiones, como cuenta Del Caño, sobre todo si el porcentaje es escaso, se utiliza almidón (fécula de maíz) como espesante. “Es lógico, prácticamente todo es agua, algo tenemos que hacer para que parezca que tiene sustancia”, explica. Puedes echar un vistazo a tres ejemplos concretos que propone Del Caño aquí.
Aun usándolos, un caldo no sustituye a los ingredientes frescos (o incluso hechos puré)
Como adelantábamos, el componente principal del caldo es el agua a la que se añade sal y las sustancias procedentes de la cocción del alimento que le da nombre. Sin embargo, la cantidad de estos últimos en tan pequeña que no podemos catalogar a este tipo de caldo como fuente importante de nutrientes, ya sean carbohidratos (salvo que añadamos fideos), proteínas, grasas o vitaminas: renunciamos a ellas en el momento en el que renunciamos a la ‘chicha’ del alimento, en cuestión. El dietista-nutricionista Sevi González aconseja a Maldita.es que el caldo siempre sea complementado con verduras, carne o pescado "ya que un caldo es básicamente agua con sabores y no aportan mucho".
En Maldita.es ya hemos explicado por qué es recomendable comer las frutas enteras antes que en zumo, aprovechando todas las propiedades del alimento. Lo mismo sucede con las verduras. Aun en puré, a pesar de renunciar a las ventajas relacionadas a la masticación, los ingredientes del caldo serían más nutritivos que ‘exprimidos’ y disueltos en tal cantidad de agua.
¿Mejor caldo que sopas de sobre o cubitos?
A pesar de no ser considerado una fuente de nutrientes, el caldo de brik se considera más saludable que alternativas para un resultado similar: pastillas o cubitos de caldo o sopas de sobre. Estos, en palabras de Robles, suelen ser “básicamente sal con potenciadores del sabor, grasas de mala calidad (palma), almidón, azúcares y una proporción ridícula del ingrediente que nos interesa”. Lo señala también Sevi González: "Las versiones deshidratadas como los cubitos o los sobres son un mix de ingredientes poco recomendados y carentes de nutrientes".
Las pastilla o cubos de caldo son, como indica a Maldita.es la dietista-nutricionista Anabel Moyano, "un amasijo de sal y potenciadores del sabor que para nada nos interesan a la hora de cocinar".
Este contenido es apoyado por la iniciativa “Alimentando el cambio” de DANONE EDP en el que Maldita.es colabora elaborando contenidos independientes según su metodología.