Cuando hablamos de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) no solo nos referimos a cuadros como la anorexia o la bulimia, quizá los más conocidos, sino a un grupo de patologías mucho más amplio. Entre ellas, el trastorno por atracón, incluido en la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5, por sus siglas en inglés) de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA, por sus siglas en inglés), un documento que contiene descripciones, síntomas y otros criterios para diagnosticar trastornos mentales.
Es muy probable que todos nosotros hayamos comido de más alguna vez, ya sea estando de vacaciones, en ocasiones especiales, cuando cenamos fuera de casa o ese día puntual en el que nos da por servirnos una segunda o tercera ración de comida. Sin embargo, como señala la Clínica Mayo, hay personas para quienes comer de manera excesiva, con la sensación de que pierden el control, se vuelve algo habitual.
Es precisamente esto lo que caracteriza al trastorno por atracón, un apetito desenfrenado que hace que se consuman grandes cantidades de comida. Quien lo experimenta se siente incapaz de parar de comer. La persona, “puede sentirse avergonzada por comer en exceso y prometer dejar de hacerlo. No obstante, siente una compulsión tan fuerte que no puede resistir la necesidad y continúa”, afirma la clínica en su página web.
La consecuencia a largo plazo de este trastorno, como explica a Maldita.es Mamen Bueno, psicóloga experta en TCA, es un gran malestar emocional e incluso depresión. También aumenta el riesgo de obesidad: hasta dos tercios de las personas con trastorno por atracón “son etiquetados como clínicamente obesos”, según la Asociación Nacional de Trastornos de la Alimentación de Estados Unidos (NEDA, por sus siglas en inglés). Añade que, aunque puede diagnosticarse en pacientes de cualquier rango de peso, estos suelen presentar un peso superior a la media.
La diferencia de este trastorno con la bulimia es que quienes sufren el primero no ‘purgan’ sus cuerpos tras el exceso de calorías con laxantes, enemas, diuréticos, vómitos o exceso de ejercicio pero, como afirma la APA en este artículo, sí que puede ser uno de sus precedentes. Es decir, a raíz de un trastorno por atracón “puede desarrollarse bulimia nerviosa, al querer compensar estas grandes ingestas. Y, desde luego, mucha culpa o vergüenza”, indica Bueno.
¿Cómo se diagnostica un trastorno por atracón y qué hacer al respecto?
Algunos de los síntomas y situaciones reconocidos en el trastorno por atracón son comer grandes cantidades en un tiempo reducido y/o rápidamente, sin hambre o estando ‘lleno’ incluso hasta experimentar malestar, a escondidas, sentirse descontento con los propios hábitos alimentarios o hacer dietas con frecuencia, posiblemente sin bajar de peso. “Al finalizar [el atracón] hay una gran sensación de culpa, vergüenza e incluso asco”, señala Bueno, quien añade que se trata de una situación que “no se debe confundir con comer algo más algún día esporádico o en eventos sociales”.
“No es una ciencia exacta. Sobre todo cuando está tan normalizado ‘el modo dieta’: la operación bikini, hacer régimen antes de las navidades o mantenerlo entre semana y los fines de semana darse permisos... Al final la restricción conlleva atracón con suma facilidad. No obstante es fácil diagnosticarlo si se cumplen estas premisas”, reconoce la experta.
Las dietas restrictivas pueden aumentar el riesgo de este trastorno, funcionando como disparador o potenciador de los atracones, sobre todo en presencia de algunos desinhibidores como el alcohol, el cansancio o el estrés.
La recomendación de la experta es pedir ayuda médica y psicológica lo antes posible. Al final, alternar este ‘modo dieta’ con momentos de atracón puede derivar en lo que llama ‘huella dietante’: todas las marcas, recuerdos, sensaciones, pensamientos o diálogos internos, que va dejando una historia de dietas malogradas. Una sensación de “falta de valía que se acaba extrapolando a casi todas las áreas de la vida. Se acaba pensando que se es una persona sin voluntad, que no vale para nada”, incide la experta.
Y si piensas que un amigo o ser querido tiene un problema de apetito desenfrenado, “trata de orientarlo hacia una conducta alimentaria más saludable y a obtener tratamiento profesional antes de que la situación empeore”, recomienda la Clínica Mayo.
Cómo se trabaja, con un especialista, para cambiar los hábitos propios del trastorno por atracón
Para tratar de modificar los hábitos alimentarios de una persona diagnosticada con trastorno por atracón, Mariana Álvarez, dietista-nutricionista especializada en TCA, resume a Maldita.es los puntos principales: valorar su cultura y rutina alimentaria, estructurar y organizar sus comidas y trabajar la flexibilidad y la relación con los ‘alimentos prohibidos’. Cada persona, diagnóstico y caso es diferente, de ahí la importancia de buscar la ayuda de un profesional capacitado.
Para la experta, revisar cómo y de qué se ha venido alimentando la persona es algo crucial. En definitiva, hacer una retrospectiva sobre su cultura alimentaria base. Por lo general, como señala Álvarez, suele ser una dieta caótica y desordenada: “La gente con trastorno por atracón tiende a hacer tomas muy escasas o a restringir mucho, a ponerse el listón muy alto en ese aspecto. Como no pueden aguantar, lo que se traduce en una ansiedad enorme con la que lidiar, llega el atracón”.
Hay quienes acuden incluso a alimentos considerados saludables, como frutas o verduras, cuando se permiten ese ‘extra’. El problema está en que siguen siendo cantidades fuera de lo normal. Según Álvarez, esto también supone una desregulación, una sensación de culpa asociada, un malestar evidente: “Si te tomas siete plátanos seguidos, en general con mucha rapidez, aunque sean saludables, seguramente te encuentres mal y con la sensación de tener la tripa hinchada, inflamación…”.
Es por ello por lo que, en base en una alimentación saludable, para la reeducación alimentaria en una persona diagnosticada por trastorno con atracón es imprescindible establecer estructura y orden en las tomas diarias. “Se pautan comidas cada 3 o 4 horas, en una estructura muy marcada (adaptada a los ritmos y a la situación del paciente), para que no pase mucho tiempo sin comer y evitar así el aumento de la ansiedad. Esto también permite trabajar en la recuperación de las sensaciones de hambre y saciedad, que están perdidas”, explica la experta.
Aunque, a largo plazo, esto les aporta seguridad, a corto plazo, según Álvarez, puede que les suponga un esfuerzo: “Les suele costar instaurar más comidas diarias. Su pensamiento es que, si hacen cinco tomas en vez de tres, van a engordar de forma inminente”.
Otra de las características comunes en personas diagnosticadas con trastorno por atracón es la tendencia a poner la etiqueta de ‘prohibido’ a determinados productos, normalmente poco saludables, como la bollería industrial. Aunque a priori parece algo positivo, hacerlo confiere un enorme poder a ese producto.
“No lo comen el lunes, no lo comen el martes, no lo comen el miércoles… Pero, al acumular tantísimas ganas de hacerlo, el día que se lo permiten, lo hacen en forma de atracón”, explica Álvarez, quien añade que es por ello por lo que es importante normalizar la relación con el producto en cuestión. “Si bien trabajamos sin perder de vista el patrón de alimentación saludable, se debe incluir la exposición a este tipo de alimentos. Siempre desde el autocuidado, nunca desde la culpa o el odio a sí mismos. Teniendo en cuenta, eso sí, cuestiones como la frecuencia, la cantidad, la situación...”.
En palabras de la experta, la situación ideal es trabajar en equipo con un psicólogo. “Se puede hacer una sesión en la que la persona coma ese alimento con el psicólogo, para poder trabajar toda la parte emocional que supone el antes y el después de haberlo hecho”, concluye.
Te contamos más sobre los mitos alrededor de los TCA y las señales que pueden ayudarnos a saber si nosotros o alguien de nuestro entorno padece uno de ellos en Maldita.es.
Primera fecha de publicación de este artículo: 30/11/2021