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Las camas UCI no son solo camas con un respirador: necesitan aparatos especializados, un espacio determinado y profesionales intensivistas

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En la crisis del COVID-19, el número de camas disponibles en las unidades de cuidados intensivos (UCI) de los hospitales es un parámetro muy importante para medir los recursos con los que cuenta la sanidad para hacer frente a la enfermedad. Son estas unidades hospitalarias las que tienen la capacidad de tratar a las personas en estado crítico por coronavirus y su colapso implica que los hospitales extremen los criterios para ingresar a los pacientes, ya que las UCI, por protocolo, ingresan a gente que necesite un elevado nivel de cuidados y sean recuperables [ap. 5.1 del documento de recomendaciones para UCI del Ministerio de Sanidad].

Desde que se inició la crisis del coronavirus, la Comunidad de Madrid ha pasado de tener 641 camas UCI a más de 1.700, según la Consejería de Sanidad de esta comunidad autónoma. De hecho, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, anunció la creación de 500 camas UCI en el hospital temporal de IFEMA, de las que, a 1 de abril, había 16 operativas.

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La particularidad de las camas adaptadas para la UCI es que necesitan un equipo especializado (monitorización de constantes vitales, respiradores, bombas de perfusión…), estar en un lugar habilitado con tomas de oxígeno y electricidad y que deben tener espacio suficiente alrededor para que puedan trabajar los sanitarios. Además, los profesionales que las atienden también deben estar cualificados en medicina intensiva.

Las camas UCI deben tener monitores, respiradores y bombas de perfusión

Según Pedro Olaechea, miembro de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC), “no tiene tanta importancia el mueble (la cama), sino todo el equipamiento”. Normalmente las camas hospitalarias son camas eléctricas con accesorios, pero en algunos casos, las camas que se utilizan en las UCI, además, “permiten poner al paciente en distintas posturas para drenar secreciones, evitar úlceras o facilitar tratamientos”, indica Marta Raurell, presidenta de la Sociedad Española de Medicina Intensiva y Unidades Coronarias (SEMIUC).

Entre el equipamiento básico necesario que deben tener las camas UCI, figuran:

  • Monitor: para poder ver las constantes vitales del paciente, como el pulso cardíaco, la tensión arterial, la saturación de oxígeno en la sangre o la información hemodinámica.
  • Respirador: algunas de las patologías más comunes derivadas del COVID-19 son la insuficiencia respiratoria y la neumonía, por lo que es preciso conectar respiradores o ventiladores mecánicos a las personas a través de un tubo o sonda que llega hasta la tráquea.
  • Bombas de perfusión: regulan periódicamente las dosis de medicamentos y sueros de forma precisa.

También es habitual que en una cama UCI haya equipos de ventilación no invasiva (respiradores de máscara), aparatos de ventilación de óxígeno de alto flujo para oxigenoterapia, aparatos de ECMO, que sirven para oxigenar la sangre y bombearla otra vez dentro del cuerpo, o equipos de diálisis.

Deben tener espacio suficiente e infraestructura de electricidad, oxígeno, aire comprimido y vacío

Las camas UCI deben tener espacio suficiente alrededor para que los médicos, enfermeras o auxiliares puedan trabajar al mismo tiempo, y también deben disponer de tomas eléctricas, de oxígeno, de aire comprimido y de vacío (para aspirar), además de poder ajustarse la iluminación y temperatura de la sala.

En el documento de recomendaciones para UCI del Ministerio de Sanidad elaborado en 2010, se indica [pág. 108] que un box o habitación de UCI deben “tener espacio para la intervención de hasta cuatro profesionales alrededor de la cama del paciente”. El médico Pedro Olaechea añade que estos box suelen tener entre unos 12 o 15 metros cuadrados.

Los hospitales normalmente tienen integradas en la estructura del edificio instalaciones de agua, electricidad u oxígeno que permiten a los sanitarios usarlas en distintos sitios. En el caso de las camas UCI, estas tomas sirven para conectar los aparatos como los respiradores, los monitores o las distintas máquinas.

Según Olaechea, no todos los espacios de los hospitales están habilitados para ser transformados en UCI. Solamente algunos, como los quirófanos, tienen la infraestructura necesaria. Otras unidades, como las de reanimación post-quirúrgica, de cuidados intermedios o de recuperación post-anestésica también suelen cumplir las condiciones estructurales.

Las UCI requieren personal cualificado en medicina intensiva

Trabajar en una UCI requiere mucha formación y en estas unidades la proporción de personal sanitario por número de pacientes suele ser mayor que en otras unidades hospitalarias. Además, el personal “intensivista” (médicos y personal de enfermería) debe estar cualificado en medicina intensiva.

Algunas de las competencias que tienen médicos de UCI son la colocación de catéteres, intubar a los pacientes, o hacer RCP en situaciones de emergencia. Entre las funciones que desarrollan las enfermeras, en colaboración con los auxiliares de enfermería, se encuentran la realización de diagnósticos, administración de los tratamientos o dar apoyo a los familiares en situaciones críticas [pág 85. del documento de recomendaciones para UCI del Ministerio de Sanidad].

El Ministerio de Sanidad, en colaboración con asociaciones médicas, ha publicado protocolos para los profesionales sanitarios de las unidades de cuidados intensivos de todo el país durante la crisis del COVID-19.

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