La notificación de un nuevo comentario en Instagram, un mensaje en WhatsApp o una solicitud en LinkedIn puede ser suficiente para interrumpir nuestra cena, película, trabajo y, ¿por qué no?, la lectura de este artículo. Estas alertas tienen el poder de hacernos mirar el móvil y abrir una aplicación o red social bajo la premisa de que hay algo que no nos queremos perder. El usuario promedio de smartphone revisa su móvil cada cinco minutos, según un estudio de London School of Economics and Political Science. La simple idea de no hacerlo nos puede provocar inquietud y ponernos nerviosos.
Las expertas consultadas por Maldita.es explican que este es justamente el objetivo de apps y redes sociales: que estemos siempre alerta para no perdernos nada y hacernos volver al móvil una y otra vez. Si esto nos hace pasarlo mal o, simplemente, queremos reducir la dependencia a estar conectados, las especialistas indican algunos cambios que podemos hacer en cómo nos relacionamos con otros o utilizar nuevas configuraciones.
Mejorar cómo nos comunicamos: replantear nuestras vías de comunicación, priorizar canales cómodos y establecer límites con nuestro círculo
No mirar una notificación o no comprobar cada dos por tres el móvil nos puede poner de los nervios, ¿qué pasa si es el mensaje que estamos esperando o una noticia que nos afecta? Ese miedo a perdernos algo es común, pero puede agotarnos. Si queremos gestionar mejor estas sensaciones, es importante que nos replanteemos nuestra relación con el móvil y sus apps.
Como explicamos en este artículo, cualquier cambio de hábitos que queramos hacer en nuestra vida (también en la digital) tiene que comenzar con una reflexión. Así lo afirma Aurora Gómez, psicóloga especializada en comportamientos digitales, que recomienda informarnos sobre cómo funcionan estas aplicaciones y qué ganan con nuestra atención (por ejemplo, nuestros datos personales). Por su parte, Mariana Savid, psicopedagoga y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, sugiere preguntarnos por qué acudimos tanto a ellas.
Con estas respuestas claras, podemos hacer algunos cambios en nuestros comportamientos y formas de comunicación:
Establecer límites con nuestros contactos y círculo cercano: si tenemos contactos que no paran de etiquetarnos, enviarnos mensajes, o interactuar con nosotros en redes, Gómez recomienda hablar con ellos. Podemos explicarles que nos incomoda recibir tantas notificaciones y mensajes, o que no podemos (o no queremos) contestar al momento.
Replantear la comunicación: si nos preocupa no enterarnos de qué pasa en la vida de nuestros amigos o familiares si eliminamos las apps o prestamos menos atención al móvil, podemos priorizar otras formas de comunicación con ellos como quedar en persona o hacer llamadas telefónicas para urgencias y mantenernos al día, más allá de lo que publiquen en redes sociales.
Entender que no pasa nada por no responder al momento: sí, las aplicaciones como WhatsApp y Telegram apuestan por la inmediatez (no dejan de ser apps de mensajería instantánea). Eso no significa que estemos obligados a, de inmediato, escuchar ese audio de cinco minutos de nuestra amiga o mirar un mensaje del casero en horario laboral. Si ya hemos puesto límites a nuestros contactos y planteado otros canales, como llamadas para las urgencias, es importante que los comuniquemos, respetemos y mantengamos.
Priorizar el correo electrónico para temas no urgentes: en lugar de aplicaciones como WhatsApp y Telegram, podemos usar el correo electrónico para temas que no corran prisa, como compartir fotos de nuestras vacaciones, lecturas recomendadas y temas del trabajo fuera de horario, ya que quita la presión de responder en el momento y nos da la libertad de contestar o atender cuando podamos o queramos.
Además, si sentimos que no podemos ignorar las notificaciones o mirar menos el móvil porque nos perderemos qué pasa en el mundo o las últimas tendencias, tenemos que recordarnos que las redes sociales y aplicaciones no son la única forma de mantenernos al día. Podemos identificar otras formas para informarnos, como usar el ordenador para navegar en webs de noticias o escuchar podcasts que profundicen en distintos temas.
Mejorar nuestro uso del móvil: configurarlo para que no nos interrumpa, limitar alertas, usar modos de concentración y filtrar el spam
También hay algunos ajustes que podemos hacer en nuestros móviles, aplicaciones y redes sociales para ayudarnos a estar más tranquilos y no vernos constantemente interrumpidos por la tecnología. Por ejemplo:
Desactivar las notificaciones no esenciales: hacer un barrido de todas las apps que tenemos y quitar las notificaciones no esenciales hará que entremos a ellas cuando queramos, no cuando reclamen nuestra atención. Gómez recomienda reducirlas al mínimo y mantener las alertas de las llamadas, del correo electrónico y de las apps de atención sanitaria.
Pedir la baja de todos los mailings que no nos interesen: si decidimos mantener las alertas del correo, podemos hacer una limpieza de todos los mailings comerciales que recibimos y darnos de baja de los no importantes para reducir el número de notificaciones que recibimos en nuestro móvil.
Configurar filtros o modos de concentración: en iPhone y en Android podemos limitar el acceso a aplicaciones y notificaciones durante horarios específicos, como un ‘No molestar’ personalizado a nuestro gusto. Por ejemplo, un ‘modo estudio' que bloquee todas las redes sociales y alertas, o un ‘filtro dormir’ en el que sólo podamos recibir llamadas de nuestros contactos cercanos.
Por qué nos pasa: las apps buscan retener nuestra atención y las notificaciones hacen que estemos en alerta por el miedo a perdernos algo importante
“Los dispositivos móviles realmente son meros transmisores y no son la causa, como tal, de posibles daños emocionales o psicológicos”, recuerda a Maldita.es Laura Cuesta, experta en Educación Digital y profesora de Cibercomunicación en la Universidad Camilo José Cela. La responsabilidad, según la especialista, recae en las aplicaciones. “Si tuviéramos dispositivos sólo con funciones como la calculadora, la cámara, los mapas y alguna app de edición de texto, no necesitaríamos entrar y mirarlos todo el tiempo”, reflexiona.
Una de las motivaciones que tenemos para entrar a las aplicaciones una y otra vez son las notificaciones. Una alerta es suficiente para dejar lo que estamos haciendo de lado, coger el móvil y entrar a la app. No vaya a ser que sea algo importante, ¿no? Justamente de esta preocupación se valen las notificaciones. “Actúan como un reforzador secundario que nos insta a estar siempre en alerta y pendientes para no perdernos nada de lo que sucede en el entorno digital”, explica Cuesta.
Gómez las compara con el experimento del perro de Pávlov, en el que el fisiólogo hacía sonar una campana cada vez que daba comida al animal, hasta que este se acostumbró a salivar al escucharla, incluso cuando no había para comer. “Una notificación para nosotros es como la campana para el perro, porque no sabes cuándo una alerta es importante y cuándo no”, ejemplifica.
Esa incertidumbre dificulta que nos resistamos a mirar el móvil. Cuesta describe dos conceptos que representan esta sensación: el FOMO (fear of missing out o miedo a perderse algo), que refiere al “miedo o ansiedad de perdernos eventos, experiencias o interacciones en internet y que puede llevar a una necesidad de estar siempre conectado”; y la nomofobia, que representa el “miedo irracional de estar sin el móvil o quedarse sin batería y la ansiedad por perderse llamadas, mensajes o notificaciones”.
¿Qué ganan las aplicaciones con esto? Cuesta explica que las plataformas sociales basan su estrategia de negocio en el time on device (tiempo en el dispositivo): “Cuanto más tiempo pase el usuario conectado, más impactos publicitarios puede recibir, generando así ingresos a partir de cuentas publicitarias”. Como explicamos en este artículo, las apps usan patrones adictivos, como el scroll infinito, para mantenernos conectados y recoger nuestros datos personales, según un informe de la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD).