La vuelta a la rutina, y más si implica trabajar en remoto, supone estar pegados a las pantallas de nuestros móviles u ordenadores durante horas: atender videollamadas, responder emails, hacer los deberes en el caso de los alumnos… Las tele-actividades no dejan títere con cabeza: ya sea para estudiar o trabajar, e independientemente de la edad que tengamos, nos vemos obligados a usar tecnología.
¿Te has planteado que esto pueda afectar a tu salud? Si no controlamos bien el tiempo que dedicamos a los dispositivos y el uso que hacemos de ellos, podríamos acabar sufriendo estrés tecnológico o tecnoestrés.
Empecemos por lo básico. ¿Qué es el tecnoestrés? En Maldita.es ya os contamos que según la definición del Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo, este término “se refiere al estrés específico derivado de la introducción y uso de nuevas tecnologías en el trabajo, que conlleva efectos psicosociales negativos derivados del uso de las tecnologías de la información y comunicación (TIC). Concretamente consiste en una mala adaptación para tratar con las nuevas tecnologías de manera saludable”.
Sabiendo que esto existe y que puede suponer un problema a medio y largo plazo, ¿qué podemos hacer para que no nos afecte tanto y nos acostumbremos a usar de forma más responsable nuestros dispositivos?
Los niños y niñas deberían hacer uso de la tecnología siempre bajo supervisión, ya sea de sus profesores o de un adulto
Empezamos por los más pequeños, ya que cada vez es más común que los niños y niñas usen la tecnología desde bien pronto, también en el colegio. Hay centros educativos en los que los alumnos de primaria tienen que asistir a clase con una tablet, por ejemplo, como quien lleva un cuaderno más en la mochila.
Para Margarita Martín, doctora en Psicología evolutiva y de la educación e investigadora del desarrollo social y emocional de los menores en relación con las nuevas tecnologías, “el uso racional y controlado de la tecnología no tiene por qué suponer un riesgo para los menores”. El problema se da, según Martín, cuando “no se respetan los ritmos evolutivos de sus distintas habilidades y capacidades y se produce una sobreutilización de las TIC” (tecnologías de información y comunicación).
Hay que tener en cuenta que la tecnología en el aula es un complemento educativo que, según Martín, “debe ser una herramienta al servicio del aprendizaje de los niños y no un fin en sí mismo”. Los niños y niñas necesitan aprender otras habilidades como la psicomotricidad, que van más allá del manejo de la tecnología.
¿Y qué pasa cuando los niños salen del colegio y llegan a casa? Aquí ya es posible que el uso que le den a la tecnología no sea exclusivamente pedagógico, sino que irá más destinado al ocio: no es raro ver a los peques cogiendo el móvil táctil de los padres para juguetear con él o que sean estos los que pongan un vídeo en YouTube para el pequeño. En este caso, la responsabilidad de supervisar qué uso le dan a las tecnologías y durante cuánto tiempo lo hacen recae sobre los adultos al cargo de los menores.
“En este caso son las familias o tutores legales quienes deben supervisar la utilización que los hijos hacen de la tecnología”, asegura Martín. Un control que debería extenderse también hacia los adolescentes.
Es importante limitar también el tiempo que dedican los adolescentes a la tecnología para reducir su tecnoestrés
El uso de la tecnología también está claramente extendido entre adolescentes: esta generación ha sido la primera en nacer en una sociedad plenamente digital (pero eso no significa que sepan cómo usarla de una forma responsable).
Según varios estudios previos al confinamiento por la pandemia recogidos por The Conversation, “seis de cada diez adolescentes reconocían usar el móvil a todas horas, el 40% afirmaba usar continuamente tablets y ordenadores y sobre el 20% usaban regularmente la videoconsola como medio de ocio prioritario”.
Y sin embargo, según este estudio sobre el uso desadaptativo de las TIC en adolescentes, “más de la mitad” de estos jóvenes “hacen uso de Internet y redes sociales sin supervisión, y dos de cada cinco juegan a videojuegos sin ninguna supervisión”.
En ese sentido, el estudio destaca “la figura clave” que resulta “la familia en la educación y la prevención del uso inadecuado de las TIC” y añade que “aquellos adolescentes que tienen mayor control por parte de adultos responsables se sienten menos estresados cuando no pueden conectarse a Internet”.
Para los adolescentes también es muy importante el control de tiempo de uso de las tecnologías, ya que estos estudios demuestran que cuanto más frecuentemente las usen, más necesidad tendrán de seguir usándolas y no sólo eso, sino que mayor será el estrés que les produce no tener acceso a ellas o a internet.
Otro punto a tener en cuenta: como personas que ya se han iniciado y conocen el entorno digital que les rodean, tienen que tomar conciencia ellos mismos de los riesgos que supone el uso abusivo de las tecnologías. Así podrían limitar por su cuenta el tiempo que dedican a los dispositivos sin que sientan que se les está prohibiendo su uso. “Como en todo, la educación y la comunicación con los adolescentes es fundamental para lograr una buena comprensión de los motivos por los que se les limita su utilización”, explica también Margarita Martín.
En definitiva, tanto en el caso de los más pequeños como en el de los chicos y chicas jóvenes, menores de edad, es importante que se les establezcan ciertos límites a la hora de pasar su tiempo frente a las pantallas, ya sea un móvil, una tablet, un ordenador o una videoconsola.
Además, los padres y las madres lo tienen probablemente más fácil ahora que hace unos años a la hora de formarse para ayudar a sus hijos a hacer un uso más responsable de la tecnología. Existen recursos que elaboran desde fundaciones hasta administraciones públicas y que pueden orientar o formar a los progenitores.
Evitar la hiperconectividad constante puede ayudar a los adultos a reducir el tecnoestrés ante la vuelta al trabajo
Según los datos del estudio ‘El estado global de lo digital 2021’ elaborado por Hootsuite y We Are Social, los españoles pasamos de media seis horas y once minutos utilizando internet en cualquier dispositivo. Con la crisis sanitaria, además, el porcentaje de personas que trabajan desde casa pasó del 5 al 34% en apenas unos meses, según datos analizados por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, que recoge Cinco Días de El País.
Sea presencial o en remoto, la vuelta al trabajo tiene un componente común para muchos empleados: la hiperconectividad. Miramos el correo electrónico al mismo tiempo que tenemos activadas otras notificaciones en el móvil, en el ordenador e incluso atendemos a la vez a otras tareas como las videollamadas.
Mar Cabra, periodista de investigación y especialista en análisis de datos que se dedica también a concienciar sobre la importancia del bienestar digital, afirmó a Maldita.es que es “importante hablar del efecto que sabemos que tiene el uso intensivo de pantallas en nuestro cerebro y en nuestro cuerpo”.
¿Y cómo podemos combatir ese uso intensivo de la tecnología? Para Cabra la clave está en los límites que nosotros mismos deberíamos poner al mundo digital. “Es fundamental conocer cómo funciona la tecnología, cómo se diseña y también cómo podemos tomar control otra vez de nuestro tiempo, de nuestra atención”, afirmaba Cabra. Y para ello propone “trucos” como establecer lo que ella llama “bloques de tranquilidad”. Es decir, hacer pausas en ciertas tareas para centrarnos en una sola.
Un ejemplo práctico que ofrece la analista de datos: preguntarnos cuánto tiempo podemos pasar sin revisar el correo electrónico del trabajo y durante ese periodo, ya sean una, dos tres horas o las que sean, tenerlo cerrado.
Otra constante en la rutina del teletrabajo, la de las reuniones por videollamada, también pueden tener un efecto sobre nuestros niveles de estrés: lo que ahora conocemos como “fatiga de Zoom”, una sensación de agotamiento y falta de energía después de un día de reuniones telemáticas (que pueden llegar a ser muchas). Una de las claves que explica este efecto negativo de las videollamadas es el exceso de contacto visual que, en cambio, no sentimos en las reuniones presenciales.
En la misma línea, otro estudio de psicología aplicada recoge que la “fatiga de Zoom” se puede mitigar si permitimos apagar la cámara a los asistentes a esas reuniones, así se reduce el cansancio e incluso aumenta la participación. Una acción sencilla que nos permite seguir prestando atención y que puede ayudarnos a estresarnos menos.
Y otro truco que nos puede ayudar a reducir esta fatiga y que coincide con lo que nos decía Cabra: hacer pausas entre reuniones virtuales. Un estudio sobre actividad cerebral realizado por Microsoft con 14 voluntarios concluye que hacer esas pausas mejora nuestra capacidad de concentración y reduce la acumulación de estrés a lo largo de la jornada.
En resumen, la vuelta al cole, al instituto o al trabajo está ligada cada vez más a los dispositivos tecnológicos y no tomar conciencia ni poner límites al tiempo de uso que hacemos de ellos puede llevarnos a sufrir tecnoestrés. Aunque cada grupo de edad puede ajustarse de distinta forma, todos tienen un componente común: cuanto antes sean conscientes del efecto que el uso excesivo de la tecnología tiene en su cabeza, mejor.
Primera fecha de publicación de este artículo: 09/09/2021