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Denuncias por insultos anónimos en internet y la teoría del valle inquietante: llega el 61º consultorio de Maldita Tecnología

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¿Qué tal va agosto, malditas y malditos? Aunque a muchos os pillemos en la playa, ya sabéis que el consultorio de Maldita Tecnología sigue en marcha sea la época del año que sea. En esta ocasión, os resolveremos vuestras dudas sobre dos temas muy distintos pero con mucha miga: la denuncia de insultos o acoso procedentes de usuarios anónimos de internet y la teoría del valle inquietante, que trata de explicar el desapego que sentimos las personas ante robots y creaciones con forma humanoide.

Y aunque estéis de vacaciones… ¡no dejéis de mandarnos preguntas! No os guardéis ninguna y enviádnoslas todas: a nuestro correo electrónico ([email protected]), por Twitter, Facebook o si no dejadlas en este formulario. Dicho esto, ¡vamos al lío!

Si denuncio a un usuario anónimo que me ha insultado o acosado en internet, ¿estaría la web obligada a ceder los datos de esa persona si lo reclama un juez?

Ser víctima de insultos o acoso a través de internet es un problema doble: no sólo somos blanco de estos comportamientos de forma directa y personal, sino que en muchas ocasiones los responsables se escudan en el anonimato para dar rienda suelta a su discurso de odio y hacer más difícil su identificación.

A pesar de ello, los delitos en la red siguen siendo tan reales como los que ocurren fuera del mundo digital, y el anonimato que puede aportar un foro o una red social no es una barrera definitiva que evite que los hechos sean juzgados.

Samuel Parra, abogado especializado en tecnología y protección de datos en ePrivacidad, aclara a Maldita.es que el “anonimato real” en internet es algo que está al alcance de “muy pocas personas”, por lo que perseguir este tipo de delitos es posible pese al anonimato que ofrece la red.

“No pensemos que por el hecho de crearnos un perfil en un foro asociado a un email recién creado estamos siendo ‘anónimos’. No es así, hay muchas formas y vías para identificarnos”, afirma el letrado.

Por tanto, en caso de que consideremos que una persona está cometiendo un delito de injurias o acoso, denunciar es totalmente factible pese a que no sepamos quién está detrás del seudónimo. Según Parra, presentar una denuncia por la vía penal es la forma más adecuada para combatir estos comportamientos. De esta manera, si se considera probado que hay indicios de delito se pueden poner en marcha “diversas actuaciones (con las debidas garantías judiciales)” para rastrear la identidad de la persona que está detrás de los insultos.

“¿Cómo lo pueden hacer? Pues, por ejemplo, instando al titular del foro o de la web para que aporte los datos de identificación que tenga disponibles, como la IP de conexión o la dirección de correo electrónico”, añade. Así que respondiendo a la pregunta: sí, el titular de la web estaría obligado a colaborar con la justicia para tratar de identificar la identidad del presunto delincuente.

El debate sobre el anonimato en la web y en redes sociales ya se vivió en España en 2018, cuando el Gobierno de Rajoy abrió la puerta a su regulación tras unos mensajes amenazantes publicados en Twitter contra la entonces secretaria primera del Congreso, Alicia Sánchez-Camacho.

Carlos Sánchez Almeida, abogado de la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información (PDLI), ya aseguró en esas fechas a través de un hilo de Twitter que “no se puede prohibir el anonimato” en redes sociales.

“El ciudadano tiene derecho a ser anónimo. Y el Estado, a través del Poder Judicial, puede levantar ese anonimato en caso de delito. Pero una norma que prohibiese por ley el anonimato sería posiblemente inconstitucional. Difundir pensamiento anónimo es un derecho”, afirmó.

Como explicamos antes, el anonimato en el mundo digital nunca puede servir para amparar delitos como el acoso o de calumnias, por lo que existen más vías en caso de ser víctima de este tipo de comportamientos. Parra explica que “en función de la naturaleza del acoso que se produzca por internet, otra vía es presentar una denuncia en sede administrativa ante la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD)”.

En este caso, al igual que en la vía judicial, “existe una obligación para el titular del foro o de la web de colaborar con los requerimientos que esta agencia pudiera dirigirle con la finalidad de identificar al autor del acoso”, concluye el abogado.

¿Qué es la teoría del valle inquietante que muchas veces se utiliza en el campo de la robótica?

¿Alguna vez has notado una sensación extraña al contemplar un robot con forma humanoide? Una especie de malestar, o incluso asco, que se produce cuando vemos a una máquina diseñada para imitar la forma e incluso los gestos humanos. Si la respuesta es afirmativa, debes saber que no es solo cosa tuya: esta sensación es conocida como el valle inquietante y se enunció por primera vez hace más de cincuenta años, aunque su rigurosidad aún se debate en la comunidad científica.

Lo primero de todo, un poco de contexto. La hipótesis del valle inquietante fue propuesta en 1970 por Masahiro Mori, un profesor de robótica japonés que publicó un ensayo en la revista japonesa Energy en el que estudiaba la sensación de incomodidad que surge de contemplar una prótesis o un robot que pretende imitar de forma muy realista los rasgos humanos

“Se podría decir que la mano ortopédica ha alcanzado un grado de semejanza con la forma humana, tal vez a la par que los dientes postizos. Sin embargo, cuando nos damos cuenta de que la mano, que a primera vista parecía real, es en realidad artificial, experimentamos una sensación inquietante. Por ejemplo, durante un apretón de manos podemos sobresaltarnos por su agarre sin huesos, junto con su textura y frialdad. Cuando esto ocurre, perdemos nuestra sensación de afinidad y la mano se vuelve extraña”, explica Mori en su ensayo.

El profesor japonés expone su teoría de forma visual con un gráfico en el que compara la afinidad que sentimos por una creación artificial en relación a su forma humana. Según esta gráfica, la afinidad aumenta de forma progresiva hasta el momento en el que la apariencia humana es demasiado realista. Así, la gráfica de afinidad se hunde (generando un sentimiento de rechazo) cuando pasamos de un robot sin forma definida hacia una mano ortopédica, un androide con forma humana o un zombie. 

rechazo a los robots con el efecto valle inquietante
Gráfico explicativo del valle inquietante. Fuente: MentePost

La gráfica remonta cuando analiza muñecas o marionetas, que pese a representar una forma humana están alejadas del hiperrealismo de los ejemplos citados arriba. Esta depresión en la gráfica es la que da forma y explica, según Mori, el valle inquietante.

También se hace una diferencia entre las creaciones estáticas y en movimiento. Según el profesor japonés, los aparatos creados para estar activos generarían una impresión desagradable más fuerte en el espectador. Por ejemplo: una mano protésica con capacidad para mover los dedos a través de elementos electrónicos ofrecería más rechazo a una persona que una prótesis estática.

Pese a la gran difusión que ha tenido la teoría desde su origen, es necesario subrayar que el ensayo de Mori es eso: una teoría. La propuesta del autor se basa en observaciones e intuiciones más que en datos y en estudios científicos concretos.

Pese a ello, el sentimiento involuntario de rechazo hacia este tipo de creaciones sigue estando ahí y son varias las investigaciones científicas que se han propuesto desmentir o apoyar la tesis de Mori.

Un estudio de cuatro investigadores del departamento de Ciencia Computacional de la Universidad de Aalto, en Finlandia, se encargó de recopilar en 2015 buena parte de los resultados científicos publicados sobre el valle inquietante.

La investigación concluye que la hipótesis se ha demostrado “inconsistente”, aunque con algunos resultados positivos a la hora de documentar un “desajuste perceptivo” en las personas que contemplan este tipo de creaciones con formas humanas. O dicho en otras palabras, una dificultad que tenemos a la hora de procesar las diferencias entre unos rasgos humanos y otros que se les pueden parecer mucho.

“La bibliografía empírica revisada no ha proporcionado un apoyo consistente a la hipótesis del valle inquietante ni a los efectos moduladores del movimiento. Por el contrario, se encontró un buen apoyo a la hipótesis del desajuste perceptivo. En conjunto, los resultados de la presente revisión sugieren que el valle inquietante sólo existe en condiciones específicas. Todavía es necesario investigar más para determinar las condiciones exactas en las que se manifiesta el fenómeno”, concluye el estudio finlandés.

Estos desajustes a los que se refiere el análisis pueden deberse a causas concretas como “niveles de realismo incoherentes”, como pueden ser la presencia de unos ojos artificiales en un rostro de aspecto humano o la presencia de “rasgos atípicos” como unos ojos desmesuradamente grandes “en un personaje que, por lo demás, es de aspecto humano”.

Una publicación de Doris Bautista Loza y Sergio Martini Popoli, de la Universidad Politécnica de Madrid, también pone el acento en otros factores que marcarían la intensidad de este sentimiento de incomodidad enunciado por Mori como la nacionalidad o la edad. Es decir, el sentimiento de desagrado de un chico japonés de 17 años no será el mismo que el de una persona mayor española poco acostumbrada a interactuar con elementos de robótica.

“Es importante destacar que no solo la edad, sino otros factores como el grado de instrucción y nacionalidad de las personas podrían influir de forma significativa en los estudios. Así como en la cultura occidental encontramos historias como ‘Frankenstein o el moderno Prometeo’ de Mary Shelley, que nos advierten de los horrores de crear seres artificiales, en Oriente y particularmente en Japón existen ejemplos de androides que son nuestra salvación, como 'Astroboy' de Osamu Tezuka”, concluye el texto académico.

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